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Lorenzo Córdova y la ola democrática
Nada hay de extraño en que el orador principal de la Marcha por Nuestra Democracia, que se realizará el próximo 18 de febrero, sea Lorenzo Córdova: su compromiso con los valores democráticos es añejo.
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CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Nada hay de extraño en que el orador principal de la Marcha por Nuestra Democracia, que se realizará el próximo 18 de febrero, sea Lorenzo Córdova. Es una convocatoria que se engarza con otras dos movilizaciones, las del 13 de noviembre de 2022 y la del 20 de febrero de 2023.
Si bien la posición pública más relevante de Córdova ha sido la de consejero presidente del INE, vale la pena recordar que su compromiso con los valores democráticos es añejo, que sus distancias con los esquemas tradicionales de la política son evidentes y que pertenece a una corriente genuinamente comprometida con el Estado de Derecho.
Hace ya varios años, en 1996, escribió, en coautoría con Ciro Murayama, “Elecciones, dinero y corrupción. Pemexgate y los amigos de Fox” (Cal y arena), un texto que explica el financiamiento ilegal en la contienda del año 2000 y donde queda claro que la única autoridad que se ocupó del asunto fue el entonces IFE.
Córdova combina, y bien, la preparación académica con la experiencia, lo que le permitió gobernar un órgano colegiado como el INE con inteligencia y, más aún, con pertinencia.
La elección de 2018 tuvo altos estándares de calidad por un INE eficaz y por un Tribunal Electoral que estuvo a la altura de las circunstancias cuando estuvo presidido por la magistrada Janine Otálora. Un dato, que no hay que perder de vista, es que no hubo denuncia alguna sobre el estándar democrático, donde la decisión de los votantes fue respetada en todo momento. En parte esto ocurrió porque los que triunfaron son los que nunca han reconocido una derrota y tienen una manía litigiosa bastante evidente, pero aún así lo que prevaleció fue la relevancia de cómo salieron las cosas en una contienda que significó la tercera alternancia en la presidencia de la República y de modo pacífico.
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Pero nada de ello habría sido posible sin los ciudadanos, que son los que al final del día reciben y cuentan los votos. Es justo en esta rendija, en la que hay que observar y valorar las movilizaciones sociales para proteger y conservar lo que tanto trabajo costó lograr.
Más allá de alineaciones políticas, resulta evidente que el sistema electoral que se construyó, a partir de ocho reformas entre 1977 y 2014, se encuentra en riesgo.
Las propuestas del presidente López Obrador para debilitar al INE y al Tribunal Electoral han sido detenidas, hasta ahora, por un encuentro afortunado entre organizaciones de la sociedad civil y los partidos de oposición, el PAN, PRI y PRD.
Quizá sea difícil de medir en términos prácticos, pero resulta evidente que la salida a las calles del Frente Cívico Nacional, Unidos y Sociedad Civil México, entre otras agrupaciones, sirvieron como aliento y soporte en el momento en que el Poder Legislativo discutió las iniciativas.
Después de todo, el INE y el TEPJF, más allá de imperfecciones e inclusive de escándalos internos, son uno de los mayores patrimonios sociales y una construcción política, expresada en la participación plural, bastante afortunada.
José Woldenberg, el orador en el Monumento a la Revolución en el ya lejano noviembre de 2022, lo dijo con claridad: “dejamos atrás el país de un solo partido, de un presidencialismo opresivo, de elecciones sin competencia ni opciones auténticas, de poderes constitucionales que funcionaban como apéndices del Ejecutivo, de medios de comunicación mayoritariamente oficialistas, para abrirle paso a la expresión y recreación de la diversidad política, a elecciones libres, disputadas y creíbles.”
En efecto, la historia importa, aunque a veces se olvida o se le tergiversa. Lo que ahora se pretende destruir desde Palacio Nacional, es precisamente la continuidad reformista, el acuerdo que hizo de México una democracia que seguramente tiene que perfeccionarse, pero en modo alguno revertirse.
En todo caso, habrá que escuchar a Córdova, como antes se hizo con el propio Woldenberg y con José Ramón Cossío y Beatriz Pagés, porque las acechanzas a la democracia están más claras que nunca y nadie debe llamarse a engaño.
LAS VÍSPERAS DEL 2024
El periodista Zedryk Raziel elaboró, en El País, una reconstrucción de la lucha por el control del TEPJF y las alianzas, componendas y acuerdos que terminaron por obligar a la renuncia del magistrado Reyes Rodríguez Mondragón a la presidencia de la Sala Superior. Un quién es quién más que revelador. Vale la pena leerlo.
@jandradej
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