Morir en la búsqueda: Herminia y Mario fallecieron antes de hallar a sus tesoros

Las familias buscadoras no sólo se enfrentan al crimen organizado y al peligro de ser asesinados por buscar a los suyos; también a enfermedades crónicas y padecimientos emocionales por la falta de apoyo oficial. Herminia y Mario murieron en la búsqueda para encontrar a Mariela Vanessa y Tomás.

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Por Frida Mendoza y Gloria Piña

EMEEQUIS.– Era 21 de mayo. Alrededor del mediodía en la Glorieta de las y los desaparecidos, un pequeño grupo con flores, velas y su tristeza comenzó a reunirse para conmemorar y despedir a Mario Vergara, activista y buscador fallecido. Ese mismo día, al oriente de la capital, Herminia Valverde, madre buscadora, falleció por enfermedad. Ambos, Herminia y Mario, murieron en la búsqueda para encontrar a Mariela Vanessa y Tomás, hija y hermano desaparecidos, respectivamente.

Morir en la búsqueda es uno de los mayores temores de los familiares que buscan a sus desaparecidos pues su ausencia puede representar un daño a la memoria, a la continuidad de las actividades de rastreo y a la justicia. Sin embargo, en el país de más de 111 mil personas desaparecidas, crece el número de madres y familiares buscadores que han fallecido antes de encontrar “sus tesoros”. 

“NUESTRO MAYOR TEMOR ES MORIR ANTES DE ENCONTRARLES”

“Sabemos que nadie está exento y en cualquier momento nos puede pasar (morir) y pues ese es el temor, de irnos sin saber qué pasó con nuestros seres queridos desaparecidos”, lamenta Verónica Rosas Valenzuela, quien busca a su hijo Diego que desapareció el 4 de septiembre de 2015 en Ecatepec, Estado de México y acudió a la ceremonia de despedida a Mario Vergara.

La madre buscadora  señala que el último año ha sido muy violento para las familias buscadoras pues varias madres y otros familiares han fallecido. 

“Algunas compañeras se han ido a manos de la violencia y otras mamás también por enfermedades porque este peregrinar significa enfrentarnos en el día a día a miles de obstáculos tanto institucional como socialmente”,  lamenta.

Verónica Rosas Valenzuela busca a su hijo Diego.

A su voz se suma Jorge Verástegui González. Él busca a su hermano Antonio y su sobrino Antonio Jesús Verástegui Escobedo, desaparecidos en Parras, Coahuila, el 24 de enero de 2009. Coincide que durante la labor de búsqueda existen distintas situaciones de riesgo como intimidaciones, amenazas, violencia, accidentes. 

Sin embargo, señala que lo peor que le puede pasar a las familias, después de la desaparición de su ser querido, es que la muerte llegue. 

“Es lo peor que nos puede pasar después de la desaparición porque pues nosotros somos quienes estamos en las búsquedas y, si bien, siempre hay personas solidarias, sabemos que nunca va a ser lo mismo que alguien arrope la búsqueda de la manera que las familias lo hacemos. Enfrentarnos a esa realidad, aunque sabemos que en algún momento nos vamos a morir y sabemos que si nos morimos o nos asesinan antes de encontrar, es muy probable que nadie más vaya a buscar a nuestro familiar, que nadie lo vaya a encontrar y que pues eso con el paso del tiempo se olvide y una vez que todas las personas lo olviden y no haya nadie que lo recuerde, finalmente la desaparición habrá ganado”, lamenta.

 Jorge Verástegui busca a su hermano y su sobrino.

AUTORIDADES, CÓMPLICES DEL DETERIORO MÉDICO DE FAMILIAS BUSCADORAS

 Herminia Valverde. Foto: Especial.

Herminia Valverde tardó más de seis meses en recibir atención médica. El tratamiento que necesitaba llegó hasta que el diagnóstico de cáncer de colon se encontraba en fase terminal. 

La madre buscadora falleció el pasado 21 de mayo, sin lograr encontrar a su hija Mariela Vanessa Díaz Valverde, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM que desapareció el 27 de abril de 2018.

“Son corajes constantes, enfrentar una pérdida no es fácil, mantener una búsqueda menos. Todo eso fue lo que afectó a mi mamá inevitablemente”, cuenta Gabriela Díaz Valverde, hermana de la joven desaparecida e hija de la madre buscadora que falleció. 

Pese a que la familia Valverde forma parte del Registro de Víctimas de la Ciudad de México con el número de folio 199/2020, y que una de las garantías es recibir atención médica preventiva y prioritaria, la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) no agilizó su ingreso a atención médica oncológica especializada. 

“Si no te pasó en una búsqueda no te van a dar la atención, pero las cosas no son así. Ellos no ven que todo lo que nos afecta emocionalmente se somatiza”, cuenta Gabriela, quien refiere que la CEAV se niega a dar atención si los padecimientos no tienen relación directa con los procesos de búsqueda. 

Describe que su madre bajó más de 30 kilos por la enfermedad y que su salud fue deteriorando durante la exigencia de justicia y atención de salud especializada, donde incluso tuvieron que hacer diversas movilizaciones junto a colectivos de búsqueda. Incluso a Gabriela, la Comisión de Víctimas le han negado la atención psicológica para atender los trastornos alimenticios y de sueño derivados de la pérdida de su hermana. Argumentan que no hay presupuesto ni suficientes especialistas. 

“La manera en que nos afectó como familia fueron muchos trastornos: alimenticios, de sueño, físicos. Son cosas por las que no nos dan atención”, refiere Gabriela, al no poder acceder a servicios de salud por no tener seguro médico y tampoco se lo brinda la CEAVI.  “Cuando yo pedí apoyo me decían que no tenían psicólogos, que no había nada y uno se pregunta entonces para qué existen esas instituciones”. 

Las familias buscadoras no sólo se enfrentan al crimen organizado y al peligro de ser asesinados por buscar a los suyos; también a enfermedades crónicas, padecimientos emocionales y trastornos que surgen por la descompensación de cargar sobre sus hombros una responsabilidad que es del Estado. 

Gabriela afirma que, tan sólo en el Colectivo Hasta Encontrarles Ciudad de México, conformado por más de 20 familias, casi en su mayoría tienen más de un integrante con enfermedades físicas y padecimientos emocionales a partir de la desaparición de sus familiares. Sin embargo en el país hay más de 111 mil desaparecidos, sumado a las familias que pasaron por feminicidios, masacres y violaciones a derechos humanos que deben ser protegidas por instituciones de atención a víctimas. 

Los colectivos buscan conformar un movimiento para exigir a las Comisiones de Atención a Víctimas dar atención preventiva y de calidad a los familiares buscadores, de lo contrario, afirman las instancias “sólo están de adorno”, sin dar protección a quien lo necesita. 

“Si bien no fueron las autoridades las que se llevaron a nuestros seres amados, han sido cómplices y han abonado demasiado en que tengamos malestares y nos estemos deteriorando físicamente. Lejos de ser un apoyo son una piedra en el camino”, dice Gabriela, segura de no desistir de la búsqueda de su hermana pese a la muerte de su madre. “Voy a continuar porque es algo que no se pierde aún más allá de la vida”.

MARIO, EL BUSCADOR DE HUITZUCO 

En la ceremonia de despedida a Mario Vergara, la memoria y el deseo de dignidad y justicia se alzan por encima del dolor de quienes lo despiden, un grupo pequeño que rodea parte de la glorieta y muchas menos personas que las que asistieron a la despedida en Huitzuco, Guerrero, dos días atrás.

En voces de madres buscadoras y otros activistas presentes, Mario fue un incansable maestro de búsqueda. De Huitzuco a Ensenada, Ecatepec, Veracruz y en todo el país, compartió los saberes que acumuló en once años buscando a Tommy, su hermano, quien fue secuestrado en 2012 en su municipio natal.

Desde entonces, y después de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Mario alzó la voz por la crisis y señaló que “no solo eran 43”. Fue así, como al buscar a Tomás, participó en cientos de salidas hacia fosas clandestinas y apoyó en la localización de más de una centena de cuerpos de personas desaparecidas que regresaron a casa con sus familias, según relatan. 

Altar a Mario en la Glorieta de las y los desaparecidos.

Apenas el 16 de mayo Mario ayudó en la localización del cuerpo de Lesly Martínez Colín, quien desapareció en la Ciudad de México. Dos días después, la familia del activista y buscador notificó que había fallecido en un accidente en la recicladora que tiene con su familia para poder financiar las brigadas de búsqueda.

Nadia Romero Gil es de Acapulco, Guerrero, y desde el 5 de diciembre su hermano Jonathan Guadalupe desapareció luego de ser detenido por policías municipales en la Costera. Relata que nunca conoció a Mario en persona pero cuando lo buscó pudieron reunirse vía zoom y éste la apoyó para saber por dónde empezar, pues “cuando tu familiar desaparece no sabes qué hacer”. 

Durante la ceremonia en memoria de Mario, los participantes pintaron sus zapatos con pintura para marcar las huellas en representación del legado del activista.

“Él no nos conocía y aún así se integró a la primera brigada que organizamos para buscar a Jonathan. No estuvo presente pero él nos dijo todo, cómo hablar con las autoridades, cómo gestionar la búsqueda, cómo hacerla, cómo pedir que el estado nos dé una búsqueda, que lleven material. Yo estoy eternamente agradecida con él porque gracias a su ayuda nos animamos a hacer una búsqueda ahí en Acapulco“, recuerda.

Diana Rosas, tía de Diego, joven desaparecido desde septiembre de 2015, recuerda cuando su hermana Verónica contactó a Mario: “él vino y apoyó a mi hermana, no solo era un gran buscador, también era un gran ser humano lleno de humildad y dispuesto a apoyar a las familias para que sepamos cómo buscar y así poder darles una digna sepultura cuando regresan a casa. Me duele mucho que se fue sin encontrar a su hermano y deja a una niña pequeña, Salomé, su hija”. 

LOS BUSCADORES QUE SE FUERON

Este miércoles 24 de mayo, Ceci Flores, fundadora de las Madres Buscadoras de Sonora informó de la desaparición de Yesenia Guadalupe Durazo Cota, miembro del colectivo, y señaló que ahora la violencia se ensaña con las mamás que buscan a sus desaparecidos. 

Pero, además de Yesenia, Herminia y Mario, son otras las madres que murieron antes de poder encontrar sus tesoros.

A ellos se suman siete madres y familiares que buscan a sus desaparecidos que han sido asesinados de 2021 a 2023. Entre ellas Esmeralda Gallardo, asesinada en octubre de 2022; Brenda Jamín Beltrán, torturada y asesinada en julio del año pasado en Sonora y, recientemente, Teresa Magueyal, que fue privada de la vida en mayo de 2023 en Guanajuato.  

@FridaMendoza_

@GloriaPE_

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