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“El Chapo” se arrepintió de perderse la infancia de sus hijos, entre ellos, Ovidio (Video)
Cuando alguien se pregunta por qué “El Chapo” Guzmán no se atrincheró y desafió al gobierno como lo hizo Ovidio en el ‘Culiacanazo’, con el liderazgo que tenía en el cártel de Sinaloa, la respuesta surge en una entrevista realizada por la criminóloga Mónica Ramírez Cano, a quien le responde cómo le pesaba haberse perdido la infancia de sus hijos, entre ellos el recién detenido, y no deseaba que ocurriera lo mismo con sus gemelas e hijas de Emma Coronel
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EMEEQUIS.– A Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, quien por dos décadas fue líder del Cártel de Sinaloa, le pesaba haberse perdido la infancia de sus hijos, porque en el tiempo en que ellos crecían, él se encumbraba como el narcotraficante más buscado por Estados Unidos (EU), entonces la nación más poderosa del mundo.
Una carga más para el capo era la andanada de riesgo en la que involucró a sus vástagos, por la rivalidad delincuencial (aunque no era como ahora, sino que, presumía, entre los viejos narcos se respetaban las familias; era una regla no escrita que no se debía rebasar).
Además de la huida perpetua que hizo de su vida, después de su primera fuga del penal de máxima seguridad de Puente Grande Jalisco, al inicio del gobierno del panista Vicente Fox Quesada (2000-2006), el 19 de enero de 2001.
Para 2003, después del arresto de Osiel Cárdenas Guillén, del Cártel del Golfo, se convirtió en el principal traficante de drogas en México, hasta su última captura y extradición.
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Ausente como había sido, principalmente, con Jesús Alfredo, Iván Archivaldo –hoy acusados de distribuir cocaína, heroína y marihuana desde México a Estados Unidos– Alejandra Giselle y César, de su matrimonio con María Alejandrina Salazar Hernández, así como Joaquín y Ovidio –acusados por EU de conspiración para traficar cocaína–, Griselda Guadalupe y el fallecido Édgar (2008), que procreó con Griselda López Pérez, al “Chapo” le pesaba no haber estado en la infancia de sus hijos ni verlos crecer, porque, aducía, el riesgo lo cercaba por la pelea territorial entre cárteles, a la par que edificaba su imperio criminal. Ese error no lo quería cometer de nuevo con sus gemelas, a las que adora.
Esta añoranza de Guzmán Loera –sentenciado a perpetuidad en Estados Unidos– por el pasado que no tuvo con sus primeros hijos, lo hacía aferrarse a María Joaquina y Emali, a quienes engendró con su última pareja, Emma Coronel.
Estos pensamientos los recordó la psicóloga, criminóloga y perfiladora criminológica Mónica Ramírez Cano, quien, como nadie más, pasó horas con el otrora líder del Cártel de Sinaloa en el Penal de Máxima Seguridad de La Palma, en el Estado de México, tras su tercera y última captura, antes de ser extraditado.
La entrevista con EMEEQUIS ocurrió después de que los jueces del Segundo Circuito de Nueva York rechazaron la apelación de los abogados de Joaquín Guzmán con la que intentaban reducir la cadena perpetua a la que fue sentenciado. El temor más grande del Chapo, con el revés de los jueces, se hizo más fuerte: el encierro hasta el fin de sus días, sin poder volver a ver a sus hijos.
Lo que quien fue considerado el enemigo público número 1 de Estados Unidos tras la muerte del terrorista Osama Bin Laden sentía por sus hijos es recuperado por este medio tras la recaptura de Ovidio Guzmán, “El Ratón”, líder de Los Chapitos, como se conoce a la fracción del Cártel de Sinaloa que lideraron los vástagos de El Chapo, aunque hace unas horas Luis Cresencio Sandoval (Sedena) los mencionó como Los Menores.
“Yo trabajé con un ‘Chapo’ ya cansado, ya con deseos de retirarse del negocio, de disfrutar a sus cuatas, de disfrutar a su esposa, a su mamá, a sus otros hijos, y eso era lo que le motivaba; finalmente, que por más que le dieran 15 años (como le habían prometido los emisarios del gobierno de Estados Unidos con lo que pactó su extradición), con las reducciones de condena (sólo) iba a pasar en la cárcel entre ocho y diez años.
“Él estaba muy motivado por esa razón en particular: por ver a su familia, por ya estar libre para disfrutar el tiempo con ellos”, remarcó la criminóloga Ramírez Cano; sin embargo, ese escenario que vaticinaba el capo no ocurrió.
Al momento de las entrevistas, y pláticas informales de las que la especialista recupera estos testimonios, para no romper el acuerdo de confidencialidad, Guzmán Loera tenía 59 años –hoy tiene 65–, y la familia era un credo que trascendía incluso el encierro, porque lo que profesaba por ella incidía en su manera de liderar a la organización, que llegó a ser la más poderosa del mundo.
Ovidio fue nombrado así por el abuelo materno de Joaquín, Ovidio Loera, y por un hermano del “Chapo”, Ovidio Guzmán, quien perdió la vida en un accidente automovilístico a los 19 años.
En Las puertas del infierno. Un paseo por los siniestros y oscuros rincones de la mente criminal (Porrúa, 2022), Ramírez Cano recordó que Guzmán Loera se reconocía como un padre emocionalmente ausente, pero proveedor y trabajador al cuidado de su familia: “Yo soy un hombre de trabajo, a mí me enseñaron a trabajar y a hacerme cargo de mi familia”, le decía.
Fue precisamente la ausencia que tuvo con Ovidio, Joaquín, Alejandra, César, el fallecido Édgar… lo que lo llevó a replantearse la vida cerca de sus gemelas.
“No sabe lo que es andar corriendo de un lado para otro, hubo días en los que no dormía ni comía; tenía que salir corriendo porque ya estaba la Marina o los militares cerca, no pasaba en un lugar más de tres días. Eso no es vida (…) yo sin ver a mi familia (…) ¿sin ver a mis hijas, a mi esposa…? No”, le contó el exlíder del Cártel de Sinaloa a la criminóloga, sobre cómo eran los momentos previos a su tercera y última captura el 8 de enero de 2016.
Antes, había sido aprehendido el 22 de febrero de 2014 –trece años después de su primera fuga–, pero escapó de nuevo el 11 de julio de 2015. Esa evasión, para El Chapo, era la mejor que había hecho.
“Yo solo (la planee), señorita, y pues mi gente allá fuera es la que se organiza”, narró a Ramírez Cano, en una alusión también a la manera en la que su grupo buscó su rescate, como en el caso de Ovidio, que en su primera captura el 17 de octubre de 2019 fue liberado por el gobierno mexicano –el presidente Andrés Manuel López Obrador se atribuyó esa orden hacia el secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval– después de que Los Chapitos paralizaran, con violencia, la ciudad, como han hecho con esta segunda detención la madrugada y mañana del 5 de enero, al incendiar vehículos, atacar aeronaves del ejército, con tiroteos y narcobloqueos.
En aquel momento de la primera captura, cuando los reos del penal de Aguaruto –bajo el control del Cártel de Sinaloa– supieron de la detención de Ovidio Guzmán, sacaron armas de corto y largo calibre, sometieron al personal de vigilancia de la reja de administración y lo usaron como escudo humano para evitar que el resto de custodios les dispararan. Desarmaron a todos, abrieron la puerta y huyeron para reforzar los comandos que ya se habían apoderado de la ciudad. La consigna era una: “queremos salir a pelear con el señor”.
Lo anterior es parte del informe que elaboró el jefe de seguridad del centro penitenciario por el código rojo activado a las cuatro con treinta y ocho minutos del 17 de octubre de 2019 debido a la evasión masiva de internos. Los Chapitos tenían paralizada la ciudad, con detonaciones por doquier, quema de vehículos y cientos de hombres armados circulando, después de que Ovidio, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, fuera ubicado y detenido por autoridades federales en una vivienda en el fraccionamiento de Tres Ríos.
LAS GEMELAS Y EMMA CORONEL AISPURO
En las conversaciones entre Guzmán Loera y la especialista Ramírez Cano, en pocas ocasiones el ahora recluso en la prisión estadunidense de ADX Florence se refería de manera específica a uno de sus hijos, pero externaba un aprecio generalizado y un deseo de reunirlos. La palabra que más empleaba cuando se refería a ellos era “la familia”.
En una ocasión, la criminóloga le preguntó si, en su segunda huida, había tenido oportunidad de disfrutar a sus gemelas, y él contestó: “con las correteadas que me pegaban (quienes buscaban capturarlo o, sus rivales, abatirlo), pos así cómo.
—Son muy importantes para ti, ¿verdad, Joaquín?
—Sí, son mi vida esas cuatas… Pos cómo no, la familia lo es todo… y no sólo ellas, todos mis hijos.
Otro episodio incluido en Las puertas del infierno sobre la última captura de Guzmán refuerza el temor que tenía sobre no volver a estar con su madre, Emma Coronel y sus hijos:
“Corriendo y escondido en cuevas y en el monte no es vida (…) Yo soy un hombre de palabra, señorita, yo me quería entregar porque ya estoy cansado, lo que ya quiero es dedicarme a mis hijos, a mi familia (…) Mire, tuve no sólo un tiroteo, tuve como cinco o seis; estoy vivo de milagro (…) Ya lo que quiero es dejarlo todo atrás, estoy cansado; eso no es vida”.
Joaquín Guzmán Loera, según la información que proporcionó para su expediente en prisión, es padre de 23 hijos reconocidos con cinco parejas diferentes, y otros cinco con igual cantidad de mujeres.
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“¿A qué le temes de la extradición?”, lo cuestionó Ramírez. “A que no vuelva a ver a mi familia”, respondió.
Un informe del Congressional Research Service –(CRS) servicio de investigación del Congreso de Estados Unidos–, Mexican Drug Trafficking and Cartel Operation amid Covid-19 (Operaciones de cárteles y narcotráfico mexicano en medio del Covid-19), muestra la adaptabilidad de estas organizaciones ante la pandemia y alerta del crecimiento de pequeños grupos que se apoderan de territorios y, principalmente, de los dos objetivos del gobierno de Joe Biden: el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación.
La expansión fue posible porque, aunque padecieron el cierre de rutas de tráfico a través de fronteras internacionales y se interrumpió el suministro de precursores químicos para la elaboración de drogas sintéticas como la metanfetamina y el fentanilo, se adaptaron a las condiciones de la contingencia por el SARS-CoV-2 al usar drones, criptomonedas, túneles y rutas marítimas para el traslado, además de encontrar fuentes alternativas a los componentes químicos.
El Departamento de Estado norteamericano tenía como objetivo prioritario el arresto de cuatro hijos de Joaquín El Chapo Guzmán.
Se trata de Joaquín y Ovidio Guzmán López, así como sus hermanastros Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar.
Los dos primeros, según las fichas difundidas por el Departamento de Estado, encargados de supervisar narcolaboratorios en Sinaloa que producen entre 1.3 y 2.2. toneladas de metanfetamina al mes, que se distribuyen en Estados Unidos y Canadá.
@axelchl
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