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¿Puede un virus derribar fronteras? México y EU frente al reto
El caso del COVID-19 debe llevar a los gobiernos no solo a revisar sus protocolos internos, sino a crear estrategias de cooperación internacional ante las epidemias que vendrán en el futuro.
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EMEEQUIS.– En México y en Estados Unidos, la tercera semana de marzo será recordada por la expectación y la incertidumbre sobre dos temas conectados entre sí. Primero, la decisión de tomar medidas drásticas al interior de cada país para reducir el contacto físico entre personas, con las implicaciones laborales, económicas y de logística que esto implica. Segundo, el anuncio del cierre parcial de la frontera común, un recordatorio de la importancia del intercambio comercial y el flujo humano entre los dos países, para ambas economías.
A pesar de que la idea de “cerrar la frontera” ha sido usada en repetidas ocasiones por el actual presidente de Estados Unidos, esta es la primera vez, al menos en la historia reciente, que se establece un cierre por motivos de salud ––la posibilidad fue contemplada en 2009 con la epidemia de H1N1, pero no se realizó.
Durante los años recientes las conversaciones sobre fronteras a nivel mundial se realizan dentro de dos marcos: seguridad nacional y flujos migratorios. Las fronteras suelen utilizarse como puerta de entrada o muro infranqueable, dependiendo de los vaivenes políticos y económicos en cada país.
En esta ocasión, sin embargo, los parámetros tradicionales del control migratorio ––el otorgamiento de visas o permisos, la revisión de antecedentes de cada persona–– tienen poco que ver con la probabilidad de contagio y dispersión. En el caso de los países americanos, el virus llegó por vía aérea desde Asia y Europa. Quienes viajan en vuelos comerciales suelen tener documentación en orden y récords de seguridad aceptables; pero nada de eso sirve para determinar si una persona porta el virus o no.
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Ha habido en estas semanas intentos de controlar las fronteras bajo otros criterios. En China, las restricciones de movilidad nacional e internacional fueron aplicadas a 760 millones de personas. En otros países, como Italia, se ha utilizado la coyuntura para impulsar agendas particulares; el líder de ultraderecha Matteo Salvini atribuyó falsamente el aumento de los casos positivos en Italia al rescate de un barco con 276 migrantes africanos en febrero ––aunque África no había registrado casos. En Hungría, el primer ministro, Viktor Orban, anunció que no se admitirán más solicitudes de asilo de ciudadanos iraníes, a pesar de que muchos de ellos han estado por meses en campos de refugiados fuera de Irán, esperando su turno.
Enfocarse en la nacionalidad de una persona para determinar el nivel de riesgo de contagio que representa para otro país, es inútil. La urgencia de contener la diseminación del virus puede disparar una reacción de “mi país primero”, pero la solución a un reto de esta complejidad tiene que ser internacional: si los virus cruzan fronteras, las soluciones lo deben hacer también.
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Un buen inicio sería utilizar las estructuras administrativas ya existentes para el intercambio de datos e información que permitan, por ejemplo, rastrear a los pasajeros que compartieron un vuelo con una persona infectada ––la primera ronda de personas infectadas en México llegó de otros países. ¿Cuántas personas más iban en esos vuelos? ¿Cuántos de ellas portan el virus sin saberlo?
Es posible crear desde ahora protocolos a seguir por las poblaciones cuando sea necesario limitar el contacto físico con individuos expuestos o posibles portadores, pero estos protocolos deben tener carácter regional. El éxito de la estrategia de contención en Chiapas dependerá más de la correcta aplicación de su equivalente en Guatemala, que de lo que ocurra en los estados del norte de México. Nodos de población como Ciudad Juárez y El Paso, o Tijuana y San Diego, constituyen una sola comunidad económica y social; el manejo epidemiológico de un lado debe realizarse de manera coordinada con el otro, al margen de las líneas fronterizas políticas.
La garantía de que todos los ciudadanos, pero especialmente los más vulnerables ––niños, ancianos y personas económicamente en desventaja–– tengan acceso a cuidados médicos en caso de infección, es algo que debe planearse antes de que la epidemia llegue, y también requiere de coordinación regional y global. El apoyo con recursos materiales y humanos para la atención médica en los países vecinos, pude resultar en una disminución del riesgo para la población del propio país.
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Los espacios de movilidad internacional requieren la creación de protocolos de emergencia para evitar acciones contraproducentes. Las imágenes de aglomeraciones en las salas de los aeropuertos durante estas semanas para pasar por un control médico o migratorio, mientras los gobiernos llamaban a evitar las multitudes, son un botón de muestra.
Finalmente, este viernes los gobiernos de México y Estados Unidos hicieron el anuncio relativo a su frontera: el cruce “no indispensable” quedará restringido, pero las actividades comerciales y de transporte de mercancía se mantienen. Los 1,500 millones de dólares diarios en transacciones comerciales entre ambos países, por el momento están a salvo.
Es posible repensar las fronteras desde una perspectiva de conectividad regional, en anticipación a los flujos humanos cada vez más numerosos en todo el mundo, pero también a las posibles crisis sanitarias con impacto mundial. Ninguna previsión en este sentido será excesiva. Tal como ocurre con la crisis actual, nunca sabremos si lo que hicimos fue más de lo necesario; pero seguramente sabremos, y posiblemente lamentaremos, si lo que hacemos hoy no ha sido suficiente.
@EileenTruax