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Porque ‘pueden’... y no pasa nada: cómo terminar con la misoginia y el machismo
BEATRIZ RIVAS ESCRIBE SOBRE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES: “¿Para qué urge transformar la educación? Para terminar de una vez por todas con la misoginia y el machismo. Para que no se siga concibiendo a las mujeres como seres humanos de segunda, serviles, sometidos, débiles. Prescindibles”.
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A las mujeres nos están matando en México.
Karen Villeda
Intento disimular. Trato de que no se note la angustia en mi rostro. Le doy un beso a mi hija en la mejilla, uno beso ligero, que parezca desapegado, cotidiano, para que no sepa lo ansiosa que me quedo cada mañana cuando sale hacia la escuela. Sola. De una u otra manera, encuentro excusas para enviarle un Whatapp antes de las 8:30 am y esperar una respuesta que me garantice que ha llegado a salvo. ¿Te gustó el lunch que te mandé? ¿No olvidaste la tarea? ¿Te late una sopa de pasta para la comida? No quiero contagiarle mi temor de que esa mañana precisa haya sido la última en darle un beso. Al escribir este texto toco madera varias veces con tal de no convocar una desgracia. Es más, ni siquiera sé si seguirlo escribiendo…
…pero continúo porque pienso en todas las madres que, día tras día, se quedan igual de inquietas que yo. Peor: en tantas madres que ya no podrán besar a su hija por las mañanas. En tantas mujeres y niñas que han sido víctimas de violaciones, trata de blancas, violencia y asesinato en este país que se nos está deshaciendo. A todos: sociedad y gobierno.
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En alguna conversación de sobremesa, alguien condena a quienes rayaron la columna del Ángel de la Independencia el día de la protesta a favor de encontrar mecanismos y soluciones para evitar la violencia de género. Sin embargo, creo que si mi hija hubiera sido una víctimas más, yo habría profanado cualquier símbolo patrio que hubiese encontrado a mi paso. No, pintar un monumento no es un acto civilizado. Pero, ¿qué más alejado de un acto civilizado que el asesinar así, impunemente, sólo porque “se puede”, por un odio de género injustificado? ¿Qué otra manera poseemos de levantar la voz y hacer notar nuestra furia?
Karen Villeda, en su reciente libro Ser mujer en México, decidió utilizar la pluma para protestar. Nueve mujeres son asesinadas en nuestro país al día, nos recuerda la poeta. La cifra duele. Indigna. Y sigue aumentando, sin importar qué partido gobierne. A partir de la historia de su tía, la autora narra la historia de varias Kárenes desaparecidas de manera violenta. ¿Qué lugar hay para nosotras en un sistema así?, se y nos pregunta Villeda, confrontándonos.
Ser mujer en México no es fácil. Lo sabemos todas y nos afecta a todos: mujeres y hombres. Niñas y niños. Porque cada mujer desaparecida tenía un padre, un hermano, un novio, un esposo, un hijo, un subalterno, un jefe, un compañero de trabajo, un amante, un amigo.
Escribir una columna no es suficiente. Escribir un libro no es suficiente. Salir a protestar no es suficiente. ¿Qué hacer, entonces? Porque supongo que estamos de acuerdo en que urge actuar.
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Hay medidas que ya (ya es ya, decía mi madre cuando me “sugería” hacer algo) deben implementarse desde el gobierno: seguridad en las calles, en el transporte público. Más vigilancia, más cámaras, más policías en los sitios de riesgo, menos corrupción en el ejercicio de la justicia, cero impunidad, garantías para que las víctimas se atrevan a denunciar, presupuesto para invertir en la igualdad entre los géneros y la independencia económica de las mujeres. A nivel sociedad: vigilancia comunitaria, solidaridad ante una mujer en riesgo, información, estrategias de seguridad, mayor conciencia (sobre todo entre niños y hombres), movilización social. Pero lo esencial para una solución a largo plazo es un enfoque radicalmente distinto a nivel educativo y cultural en la manera en la que se concibe ser mujer. Dentro de las familias, las escuelas, los centros de trabajo y los medios de comunicación. Existen letras de canciones, programas de televisión, cine, radio, redes sociales y hasta chistes que continúan “cosificando” a la mujer, convirtiéndola en objeto, en un ser sin derechos (sí, en pleno 2019 todavía hay estereotipos sexistas). ¿Para qué urge transformar la educación? Para terminar de una vez por todas con la misoginia y el machismo. Para que no se siga concibiendo a las mujeres como seres humanos de segunda, serviles, sometidos, débiles. Prescindibles. Para que los hombres no continúen violentando ni asesinando mujeres sin razón alguna, simplemente porque pueden. Porque pueden… y no pasa nada.