Policías y ladrones en el Champs Elysées

CONFIDENTE EMEEQUIS

EMEEQUIS.– Jesús Reynaldo “El Rey” Zambada está en libertad para que cuente las fechorías que realizó y Genaro García Luna está a punto de ser sentenciado a pasar una buena parte de su vida en prisión y no quiere hablar del asunto ante la Corte de Brooklyn. A uno sus palabras le han redituado y al otro sus silencios pueden terminar por condenarlo. Una paradoja, sin duda, de las líneas extrañas por las que corren las historias de ladrones y policías. 

“El Rey” Zambada sostiene que sobornó al entonces director de la AFI y que le entregó 5 millones de dólares. Es la palabra de un narcotraficante, pero tiene peso, aunque esté atada a su propia credibilidad, por necesidad dudosa. 

A estas alturas solo el hermano de “El Mayo” Zambada y el exsecretario de Seguridad Pública saben lo que ocurrió en el restaurante Champs Elysées, si es que ocurrió algo.

Los otros dos personajes que podrían corroborar el testimonio de “El Rey” están muertos. El abogado Óscar Paredes y Arturo Beltrán Leyva. Al primero lo mataron en un bar y el segundo resultó abatido en un enfrentamiento con la Marina Armada. 

Pero “El Rey” Zambada dijo más cosas. Por ejemplo, que compró una plaza para el comandante Édgar Bayardo en la Policía Federal, que le costó 150 mil dólares y que fue una inversión para tener un topo en el cuartel policiaco. Bayardo tampoco puede explicar esta anómala situación, porque también lo asesinaron mientras tomaba un café en el Starbucks de Pilares, en la Ciudad de México. 

Bayardo, en ese momento, era testigo protegido en la PGR y estaba colaborando en una indagatoria sobre corrupción y ligas con el hampa.   

Peculiar el lugar que eligieron “El Rey” y García Luna, si es que lo hicieron, para la transacción, para afianzar el pacto de protección a las actividades del Cártel de Sinaloa y de la afluente controlada por “El Mayo” porque Champs Elysées era uno de los centros de reunión de la clase política y empresarial. Un comedero al que acudían quienes querían ser vistos o los que pretendían algún encuentro casual con diputados, senadores o quizá funcionarios públicos relevantes. 

La mayoría de los comensales no habrían tenido ni la menor idea de que en el bar estaba tomando un trago uno de los líderes del Cártel de Sinaloa y en el segundo piso un jefe policiaco recibiendo un portafolio y una maleta deportiva repleta de dólares de parte del abogado de los mafiosos.

Aunque entre los asiduos al restaurante francés había no pocos observadores de la política nacional y de sus relaciones. El exvocero del presidente José López Portillo, Francisco Galindo Ochoa, tenía una mesa reservada que ocupaba todos los días, desde donde despachaba sus asuntos y celebraba reuniones. 

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Nunca se sabe quién es capaz de atar los cabos y entender lo que está ocurriendo. Hay gente que es muy perspicaz. 

El narcotraficante nunca le entregó el dinero al policía de propia mano. Eso no ocurrió, aunque haya ido a cerciorarse de que Paredes cumpliera con su encomienda. Nunca hablaron de modo directo, su interacción se limitó a un “mucho gusto”, de acuerdo con lo dicho por el testigo colaborador. 

Pero esta historia puede terminar por ser devastadora para García Luna, porque a estas alturas ya todo está en manos del jurado. 

Destaca la participación de Linda Cristina Pereyra dando cuenta de la evolución patrimonial de García Luna, su esposo. Mucho de lo que dijo tiene lógica. 

Narró la compra de propiedades y las aficiones coleccionistas de quien llegó a ser uno de los policías más relevantes de la historia reciente. Quién sabe si esto alcance para inclinar las opiniones, pero ahí queda también un relato que es indispensable en el relato que ocupa a fiscales y defensores. 

Los jurados escucharon diversos testimonios y se habrán hecho una idea del asunto, aunque incompleta, por supuesto, pero nadie podía obligarlos a tratar de comprender lo que ocurrió en México, particularmente desde 2006. 

Una cosa es segura, más allá del veredicto, será difícil ir limpiando las toneladas de lodo que se lanzaron, que alcanzaron a propios y a extraños, porque así es la historia en los bajos fondos, sin límites precisos y cobijada por la oscuridad y las apariencias. 

@jandradej

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