Lo que vale la palabra de los narcos

En el caso de Genaro García Luna no hay salida correcta, eso lo saben en Estados Unidos, pero mientras el jurado delibera sobre si es culpable o no, la reputación de las autoridades mexicanas se encuentra por los suelos y seguramente tendrá consecuencias

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CONFIDENTE EMEEQUIS

EMEEQUIS. Es natural que la fiscalía utilice delincuentes para establecer el funcionamiento de las organizaciones de bandidos y las redes de complicidad que les permiten funcionar. Lo que ya no es común, es que no acompañe las acusaciones con pruebas adicionales a los testimonios que, por su naturaleza, suelen ser dudosos, más aún cuando son producto de prebendas como la reducción de las condenas. 

Eso fue lo que ocurrió durante el juicio contra Genaro García Luna, el exsecretario de Seguridad Pública en México. Se contaron historias que no tienen más solidez que la que se le quiera dar a quienes las pronunciaron.  

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Sí, debe ser sumamente difícil el encontrar evidencias, pero las investigaciones, antes de presentar el caso ante un juez, se demoraron por una década en la que, por lo visto, no pudieron obtener videos, grabaciones, fotografías o mensajes de texto. Un desastre, en términos prácticos.

Por eso se recurrió a jefes del narcotráfico como Jesús Reynaldo “El Rey” Zambada, Sergio Villarreal “El Grande”, Óscar Nava Valencia “El Lobo”, Harnold Poveda “El Conejo” y a funcionarios corruptos como Édgar Veytia.

La fiscal Saritha Komatireddy lo sabe y por ello pidió al jurado: “damas y caballeros, lo tienen que creer, la corrupción llegó a los niveles más altos” y enfatizó al señalar que “se necesita un criminal para conocer a otro criminal”. Expuso, en su alegato final, que “es imposible que el cártel se hubiera expandido como lo hizo sin el apoyo del gobierno mexicano”.   

A esta argumentación se sumó la también fiscal Erin Reid, quien describió: “así funciona la corrupción en los niveles más altos, se hace en secreto y se paga en efectivo”. 

Lo que van a deliberar los integrantes del jurado es eso, ¿García Luna estuvo al servicio de los sinaloenses y, en particular, de Arturo Beltrán Leyva e Ismael “El Mayo” Zambada?”.

Se entiende el relato de los fiscales, aunque tarde o temprano, y pase lo que pase con García Luna, tendrán que enfrentar una obviedad: el tráfico de drogas no es posible sin la protección de las autoridades, pero a los dos lados de la frontera.

Esto es relevante.  García Luna colaboró con las agencias de seguridad de Estados Unidos a lo largo del tiempo, e inclusive estableció relaciones de amistad con directores operativos de la CIA. 

Es como un laberinto del que no hay salida correcta y en Estados Unidos lo saben. Ellos también trabajan con lodo hasta la cintura. 

Un cabo suelto es el dinero que supuestamente García Luna atesoró debido a sus relaciones riesgosas. Serían unos 270 millones de dólares si se sumara lo que dijeron los testigos cooperantes.

César de Castro, el abogado defensor, hizo la pregunta correcta: ¿dónde está el dinero? La fiscalía no lo sabe, pero deslizó que podría estar concentrado en las diversas propiedades del jefe policiaco. 

García Luna tiene las cuentas congeladas y no son por esos montos, pero, además, no se presentaron evidencias de sociedades pantalla o de inversiones en paraísos fiscales. 

El jurado ya está deliberando sobre la culpabilidad o la inocencia sobre tres cargos por tráfico de cocaína, uno por mentir a la autoridad y otra más sobre delincuencia organizada. Respecto a este último cargo, la defensa ha dicho, sin admitir responsabilidad de su cliente, que está prescrito por la temporalidad de lo ocurrido. 

Pronto tendremos las conclusiones que darán paso a otra etapa también complicada. Lo que determinen los 12 ciudadanos que están ponderando lo que valen los testimonios de los jefes de las drogas, abrirá o cerrará las puertas en el futuro para casos similares al de García Luna, aunque ni siquiera se percaten de ello. 

Komatireddy sostiene que “la hora ha llegado para obligar a que el acusado rinda cuentas por sus delitos”. Tal vez, aunque nadie sabe, a estas alturas, cuáles son las fuerzas a las que se está convocando, y si alguien tendrá la capacidad de controlarlas. 

Eso sí, se iniciará, ya inició, un periodo en el que la reputación de las autoridades mexicanas estará por los suelos. Es el costo de ciertas apuestas, de creer que el golpe no será exponencial y con consecuencias en el tiempo. 

@jandrade

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