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Las candidaturas borregas
Para Rafael Correa es indispensable que Luisa González salga avante en Ecuador, para presionar al Poder Judicial y evadir la condena a ocho años de cárcel. Uno de los obstáculos de ambos era precisamente el asesinado Fernando Villavicencio.
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CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Rafael Correa se reunió a inicios de julio, en la Ciudad de México, con Luisa González, la aspirante más aventajada para salir victoriosa en la primera vuelta de la elección presidencial en Ecuador que se llevará a cabo el próximo 20 de agosto.
En las charlas también estuvo presente Andrés Arauz, quien fue derrotado por Guillermo Lasso hace apenas unos años.
Para Correa es indispensable que González salga avante, porque ello le permitirá presionar al Poder Judicial para lograr desestimar la condena a ocho años de cárcel y la inhabilitación para ocupar un cargo público que le dictaron por corrupción y que le impide retornar a su país.
González es una calca de Correa. No lo oculta, lo celebra. En una entrevista con el diario El País, dijo que se asumía “como borrega”.
Explicó: “por esa defensa a las obras, a las carreteras y las escuelas que nunca tuvimos, la oposición nos empezó a llamar borregos”.
Lo que era una ofensa, González y su equipo lo transformaron en un timbre de orgullo. Es más, después de cada actividad o mitin, sus colaboradores y seguidores lanzan el balido: bee, bee, bee.
Al periodista Elías Camhají le dijo sin tapujos:
“Sí, yo soy la candidata borrega”.
Ella se siente cómoda y por eso celebraba cualquier proyecto de Correa, así fuera un disparate.
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Es más, ya anunció que Correa será su asesor, si las cosas salen como se tiene pensado. De eso trató su reunión en México, aunque el expresidente le tuvo que aclarar que lo hará de modo virtual, por zoom, porque no puede ser contratado por Estado, ya que una de sus prioridades, la máxima, es seguir en libertad.
Analistas ecuatorianos señalan que González no tiene ni la menor intención de mostrar independencia.
La próxima presidencia en Ecuador será de apenas un año y ocho meses, que son los que restaban al gobierno de Lasso cuando determinó utilizar la muerte cruzada, que implicó la disolución del Congreso y el llamado a elecciones.
Puede parecer cínica la postura de González, pero muestra el pragmatismo ante el mando que todavía ejerce Correa ante quienes han colaborado con él en las últimas décadas.
Todo está cambiando a una enorme velocidad y en cada trecho lo que se refuerzan son las tramas criminales. Es más, en Ecuador nunca habían asesinado a un aspirante presidencial.
Por desgracia, la situación política, de suyo deteriorada, se engarzó en una rueda destructiva que se explica por la transformación de las bandas criminales y su acción en la región.
Un obstáculo que ensombrecía el futuro de Correa era Fernando Villavicencio, ese periodista molesto que además era candidato a la presidencia y que murió en un atentado perpetrado por un escuadrón del crimen organizado.
Villavicencio estableció un vínculo entre los cárteles de las drogas y los políticos por sus investigaciones sobre corrupción. Les ponía nombre y apellido a sus denuncias y por ellas hay resultados tangibles, entre estos, el propio exilio en Bélgica de Correa.
Las indagatorias siguen su curso, pero la muerte de Villavicencio saca del tablero a un aspirante que amenazaba con la construcción de prisiones de alta seguridad donde decía que llevaría a corruptos y bandidos.
Esto es lo que motivó, entre otras cosas, las amenazas que sufrió de parte de Adolfo Macías “Fito”, líder de los Choneros, un brazo operativo del Cártel de Sinaloa.
Más allá de lo que en realidad arrojen las averiguaciones, es evidente que la participación del Cártel de Sinaloa es apenas una pequeña rendija de un problema de profundidades mayores y de consecuencias que pueden ser funestas.
Villavicencio entendió que el panorama ecuatoriano estaba cambiando, que la disolución de la FARC en la frontera con Colombia implicó que se perdiera el control criminal y ello derivó en el surgimiento de diversas organizaciones que empezaron a disputar los mercados ilegales que antes manejaban los guerrilleros.
Para los integrantes de las FARC resultaba vital el imponer la tranquilidad en las áreas fronterizas, porque las utilizaban como refugio y una prueba de ello fue el ataque en que murió Raúl Reyes en 2008.
La pandemia implicó que se almacenaran grandes cantidades de cocaína y eso terminó por generar disputas con las organizaciones delincuenciales mexicanas.
A ello se sumó la salida de droga por los puertos de Manta y Esmeraldas, este último donde asesinaron al alcalde Agustín Intriago. Un círculo perfecto, pero nada esperanzador.
@jandradej
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