La Jauría se lleva al feminismo de corbata

El gran “pero” de esta serie es que sus errores argumentales le quitan interés al drama. Intenta cautivar, pero se ahoga en su intento de ser un thriller policiaco. Además, el uso de las causas feministas se siente forzado por la “tendencia”. #Análisis de JOSELO RUEDA.

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EMEEQUIS.– Es muy difícil reseñar productos contemporáneos que se amparan bajo temas nobles pero el resultado es deplorable en el ámbito narrativo. Es difícil porque es necesario advertir o dividir ambas líneas claramente.

La Jauría, el feminismo de corbata. Usar la bandera de lucha por la justicia, igualdad y derechos. De la exigencia de protección a las infancias por parte del Estado. Pero cuando esta bandera se muestra solo como un ornamento, desmerece su portación. El feminismo de corbata. Cuando el “aliado” te tira debajo del autobús y te lleva de corbata. Te tira a los lobos. Ambas acepciones de “corbata” son válidas para criticar las intenciones (¿falsas? ¿fallidas?) de la serie chilena.

La producción está comandada por dos grandes nombres de la escena audiovisual latinoamericana. Por un lado, la argentina Lucía Puenzo, ampliamente premiada por su ópera prima XXY (2007) y Wakolda (2013), hija del también extraordinario director Luis Puenzo. Por el otro, el chileno Pablo Larraín, director de las extraordinarias Tony Manero (2008) y No (2012) con el charolastra Gael. Hay que destacar los logros en actuaciones y fotografía de La Jauría antes de entrar de lleno al debate. Eso es lo más destacable.

La serie tiene momentos muy duros. Su trazo pretende tocar fibras sensibles en el espectador. Las líneas dramáticas de los personajes son cargadas. Secuestro, abuso, asesinato, reconocimiento de los rincones negros de los hijos… son algunos de los temas de la historia. El gran “pero” es que al ser desarrollados en un marco de errores, principalmente argumentales, deja de interesar el drama que sufren los personajes. A pesar de la buena dirección escénica en general, y de la calidad de los actores, las secuencias de las manifestaciones son muy malas. Basta compararlas con la excelente representación de estos fenómenos lograda por Michel Franco en la recién premiada Nuevo Orden. En La Jauría, es insalvable la situación teatral en la cual a media protesta todos se callan para que hable uno y luego otro. 

No dejemos de lado los temas que son urgentes e importantes para la sociedad. El feminismo versus el machismo y el patriarcado. El abuso, principalmente contra niñas, niños y adolescentes. El bullying. La sororidad. Problemáticas que es necesario poner al frente y buscar la manera de extender su plática a todos los lugares posibles. El problema es cuando no sabemos si el tema se puso ahí por una razón honesta de respaldo o más bien fue vendido a los grandes ejecutivos de Amazon y Netflix como “de tendencia”, de “actualidad” y su filmación y financiamiento fueron aprobados bajo la garantía de la existencia de un nicho ávido de estos productos. Creería más en unos jóvenes desconocidos, que armaran su historia con producción limitada, de guerrilla y consiguieran un producto sincero, que incluso llegara a tener fallas argumentales y carencias de producción. Al ver programas como La Jauría, que cuentan con este gran respaldo económico y publicitario, estoy seguro de que los capitales invertidos y los ejecutivos inmiscuidos no darían paso sin huarache. Saben “qué es lo que el público quiere”. Estudiaron el algoritmo a conciencia.

Y no solo preocupa el tema de honestidad en la serie y los productos audiovisuales actuales. También es cuestionable el uso del morbo bajo la charola de “denuncia” o “exposición”. ¿Es necesario promover la serie con una exposición tan gráfica de la violación a una persona menor de edad? ¿Podría ser menos explícito? ¿Hay otras maneras de hacerlo claro, contundente y hasta traumático para el espectador? No es solo pecado de esta serie. El algoritmo funciona en varias plataformas de streaming, donde hay múltiples producciones con la bandera de la denuncia. Desde el escándalo por abuso sexual contra las atletas olímpicas estadounidenses, los casos del músico pedófilo R. Kelly y de Jeffrey Epstein, hasta las varias versiones de testimonios contra Michael Jackson. ¿No ha aumentado la oferta de estas historias? ¿Su principal gancho no será el morbo de las detalladas narraciones de los ataques? Es complicado dilucidar cuáles fueron hechas con auténtico compromiso.

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Preocupa que La Jauría traiciona de diversas maneras el discurso noble que pretende llevar. No solo por lo ya dicho, también por su terrible trama. Se ahoga en muchos aspectos al intentar ser una historia de thriller policiaco y de acción. Y se pone peor. Es pueril su representación del patriarcado, de acuerdo con la cual los adolescentes son manipulados a través de un jueguito de celulares y computadoras con gráficas súper chafas al estilo Matrix hackeroso. Las alusiones a personajes de V for Vendetta y el movimiento de Anonymous le quedan demasiado grandes. Es increíble la solicitud a los jugadores de marcar a sus víctimas con el dibujito más difícil de hacer, sobre todo furtivamente por un nervioso adolescente. La serie traiciona al discurso feminista al simplificar el problema social del machismo en un juego alejado de la realidad, en vez de mostrar sus causas. Mucha gente esperaba una historia que quizás analizara a La Manada española, el caso de violación tumultuaria de Pamplona. Y tal vez hubiese sido mejor apuesta referirse a un suceso real y traumático como vehículo de exposición de una injusticia. Suficiente material para una serie. Recientemente revisamos en EMEEQUIS Crímenes de familia. Quizá sea una película sosa, pero de principio a fin es seria honesta y comprometida con su causa. En La jauría no existe la misma seguridad para manejar las ideas que se quieren aparentar. 

Por todo, considero que la serie usa al feminismo como un corbatín para subirse a una tendencia y lo deja ahí, como decoración, de pretexto. Que se lleva de corbata su compromiso con el movimiento contra la violencia de género. Ojalá próximas producciones aprendan de los errores de La Jauría, tanto argumentales como de honestidad, y podamos tener mejores contenidos sobre estas problemáticas.

La Jauría, serie de Amazon Prime Video. Ocho capítulos. Primera temporada. Dirige Lucía Puenzo, et al. Produce Pablo Larraín, et al.

@CabezaFilms



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