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La fuga en Juárez y los fantasmas de la DEA
La DEA debe estar monitoreando los pasos de Alfredo Piñón, “El Neto”, quien se fugó en Ciudad Juárez, debido a sus ligas con Rafael Caro Quintero, acusado de asesinar a “Kiki” Camarena.
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CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– La DEA tiene un Centro de Inteligencia en El Paso, Texas. No es casual que esté ahí. Se inauguró en 1989 con la misión de obtener información relevante de hechos criminales en la frontera con Ciudad Juárez, aunque sus funciones, con el paso de los años, se fueron ampliando.
Las instalaciones son consideradas un homenaje a Enrique “El Kiki” Camarena Salazar, el agente asesinado en Guadalajara en 1985.
Por ello deben estar prestando una atención especial a la fuga de Alfredo Piñón “El Neto” del CERESO 3, protagonizada al arranque de este año, ya que este sujeto, que está condenado a más de 200 años de prisión, es un aliado del Cártel de Caborca, el que adquirió poder y relieve bajo el mando de Rafael Caro Quintero, quien es señalado como uno de los responsables de la muerte de Camarena Salazar y del piloto de aviación Alfredo Zavala.
En efecto, de acuerdo con la información de las autoridades de Chihuahua, Los Mexicles, la pandilla que lidera “El Neto”, mantienen colaboración con los lugartenientes del fundador del Cártel de Guadalajara y quien se encuentra en prisión esperando que se defina su juicio de extradición a los Estados Unidos.
Pero Los Mexicles son también uno de los grupos operativos del Cártel de Sinaloa y de una de las afluentes ligadas a la influencia de Ismael “El Mayo” Zambada.
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“El Neto” es un representante de los años más violentos en Ciudad Juárez. A los 19 años cayó en prisión acusado de 30 secuestros. Era el 2009, cuando ya pocas cosas podían sorprender, pero la banda criminal que encabezaba lo hizo, porque estaba integrada por adolescentes de 13 y jóvenes de hasta 23 años.
Para “El Neto” la cárcel no significó un obstáculo en su carrera criminal y desde ahí siguió al mando de su organización. Tan solo en agosto del 2022, un grupo de sicarios atacó una gasolinera, incendió un Oxxo en el que murieron dos mujeres y disparó, dándoles muerte, a cuatro trabajadores de una estación de radio. El líder de los Mexicles estaba intentando fugarse, pero en esa ocasión no le salieron las cosas.
Pero el primer día de este año, un grupo armado asaltó el centro de reclusión y lo liberó junto con otros 24 reos. El saldo es terrible, porque 10 oficiales de Seguridad y Custodia Penitenciaria fueron asesinados, y siete internos también corrieron la misma suerte.
Ahora la gran pregunta es por qué un delincuente de esas características estaba cumpliendo sentencia en Chihuahua, cuando resultaba evidente que podía tomar el control de la cárcel, como lo hizo.
Sentenciados de esas características deben estar en prisiones de Máxima Seguridad federales, porque solo así se les puede controlar y evitar que sigan delinquiendo.
Los Mexicles tenían en la cárcel 10 celdas VIP (así las catalogó el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval), donde almacenaban droga, armas, entre ellas un dispositivo lanzagranadas calibre 0.40, 84 teléfonos móviles y una caja fuerte que contenía un millón 702 mil 174 pesos.
De nueva cuenta fallaron las evaluaciones de inteligencia, estatales y federales, aunque ahora estén tratando de echarse la bolita unos a otros.
Es increíble que las reacciones suelan ser para evadir responsabilidades, en lugar de concentrarse en desarrollar estrategias preventivas que eviten baños de sangre como el ocurrido.
El despliegue de violencia que desataron Los Mexicles para liberar a su jefe, su capacidad de fuego, y los antecedentes de los fugados, no auguran nada bueno para uno de los pasos fronterizos más importantes del país.
Es una lástima, porque sucesos así comprometen la tranquilidad de la ciudadanía y pueden ser el inicio de escaladas criminales de alto voltaje.
Donde sí tendrán una evaluación exhaustiva, será en el EPIC (El Paso Intelligence Center) y seguramente motivará roces con las autoridades mexicanas, porque se compromete la seguridad en la frontera y, más aún, porque el suceso se encuentra ligado a un colaborador, más allá del nivel real de acuerdos, de Caro Quintero.
Sí, la DEA suele tomarse ese tipo de situaciones muy a pecho, y más cuando recuerdan, aunque sea de modo marginal e indirecto, al agravio más grande que han sufrido, la muerte de “El Kiki” Camarena, precisamente. Como si se apareciera un fantasma, ni más ni menos.
@jandradej
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