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La deliciosa urgencia de enamorarse… a los 60
Enamorarse a una edad madura tiene sus ventajas: rejuvenece, hace que la vida parezca más interesante, da la ilusión de ser eternos, pero… “el enamoramiento es el sentimiento más bello de todos precisamente porque es efímero”. #Análisis de BEATRIZ RIVAS.
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Enamorarse de alguien es sentir por medio de él
la influencia vivificante y creativa que de ahí emana.
Lou Andreas-Salomé
EMEEQUIS.– All you need is love, cantaron los Beatles y convirtieron música y palabras en un himno universal al amor. En mi adolescencia y adultez temprana, yo solía pensar que el amor era exclusivo para los jóvenes. Que el enamoramiento sólo estaba permitido en menores de, digamos, 30 años. Que la siguiente etapa estaría marcada por la paciencia y la tolerancia. Por un amor maduro, racional, tranquilo… y, por lo tanto, aburrido. Falto de chispa y emociones. Con un erotismo ya fatigado. Pero resulta que cada vez más adultos mayores se enamoran a partir, por fijar una edad, de los 60 años. Las redes sociales han ayudado a que esto suceda. El número de nuevas parejas de hombres y mujeres que son abuelos, ha aumentado de manera importante.
Mi madre, por ejemplo, conoció a su marido a través de las redes sociales (un sitio de internet al que yo la inscribí sin que ella lo supiese) y se casó por segunda vez a los 63 años. Acaban de cumplir quince de un matrimonio bastante feliz. Una de mis mejores amigas ahora vive del otro lado del mundo, junto a un australiano guapo y más joven que ella, también gracias a www.match.com
La pandemia ha hecho que la soledad de muchas mujeres y hombres mayores, sin pareja, ya sea porque están divorciados o se quedaron viudos, se acentúe. Vivir sin compañía no es fácil. Siempre he sido una fiel creyente en el amor y en que la mejor manera de transitar por esta vida, es al lado de alguien. Claro, siempre que la relación sea buena, porque de lo contrario es quedarse atascado en alguno de los círculos del infierno que Dante nos legó. Así que, frente a la Covid–19, propongo que busquemos, de manera urgente, ese dulce estado en el que nos sume el enamoramiento.
Es cierto que enamorarse a cualquier edad nubla nuestra razón, pero también nos convierte en seres más emocionados, felices. Nos inyecta endorfinas y refuerza nuestro sistema inmunológico, así que tener más de 55 años y estar enamorado es todavía más importante. Digamos que es cuestión de salud y de supervivencia…
Lou Andreas-Salomé, la pensadora, psicoanalista y escritora nacida en San Petersburgo en 1861, dedicó varios ensayos al tema del erotismo y el amor. Si bien pensaba que el matrimonio “es arrodillarse ante el poderoso, antes que una unión de amor”, se casó con el orientalista Carl Andreas pero, eso sí, jamás compartieron el lecho. ¿Para qué? Para poder vivir eternamente enamorada (que es también mi meta) de poetas (Rilke), filósofos (Nietzsche), intelectuales y, ya mayor, de sus propios alumnos universitarios. La edad jamás representó un impedimento para ella. Como tampoco para esa pareja que todos conocimos en 2005, cuando salió la película escrita y dirigida por Marcos Carnevale: Elsa y Fred. ¿Quién no la recuerda? Pero el tiempo no perdona… y sus dos protagonistas ya fallecieron: Manuel Alexandre en 2010 y China Zorrilla en 2014. ¡Por eso hay que apurarnos!
El inicio de un enamoramiento es mágico, casi milagroso. Enamorarse nos hace sentir poderosos y transforma nuestro mundo; lo vuelve un lugar más agradable de habitar. Nuestros ojos brillan de manera distinta y nos emocionamos casi como si volviésemos a ser niños. El amor erótico nos sacude, nos agita, nos hace temblar de pasión y nos otorga una dulce desmemoria: todo deja de importarnos puesto que no podemos más que pensar en el ser amado durante las 24 horas del día. Volvemos a tener anhelos y a hacer planes para conseguir eso que deseamos: un arrebato erótico gozoso. En palabras de Lou: “Cuerpo y espíritu se reencuentran súbitamente ante la delicia del enlace renovado; ese íntimo abrazo que causa una vital renovación de las fuerzas, de todo lo sano, como en un baño milagroso”. Les digo: enamorarnos nos puede salvar de esta pandemia y no solo eso, sino darnos una fuerza que antes no poseíamos. Una fuerza física y de espíritu; una fuerza creativa y creadora.
El enamoramiento rejuvenece, hace que nuestra vida nos parezca más interesante, nos da la ilusión de ser eternos, nos impulsa a conocernos a nosotros mismos, a poner nuestras prioridades en la balanza, nos lleva del miedo a la recompensa, de la duda a la certeza, de la soledad a experimentar una alegría que se reinventa a diario.
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Enamorarnos en la madurez de nuestra vida, además, tiene otra ventaja: por más que esa sensación quiera nublar nuestra inteligencia y nuestras reflexiones, no lo logrará del todo pues ya hemos vivido lo suficiente y tenemos bastante experiencia para no dejarnos engañar. Nos sentiremos muy ilusionados, pero en el fondo no podremos ignorar lo que la vida ya nos ha demostrado tantas veces: que el enamoramiento es el sentimiento más bello de todos precisamente porque es efímero. Así que cuando toque a nuestra puerta hay que saberlo aprovechar, sacarle hasta la última gota de gozo, porque un día partirá y esta vez, tal vez nos abandone para siempre.
Ahora bien, si no podemos enamorarnos por eso de que seguimos en el confinamiento y pues a la distancia ¿cómo?, o simplemente no se nos da la gana, al menos les recomiendo leer sobre el tema. Hay varias novelas exquisitas que retratan a los amores maduros, comenzando por El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, con un Florentino Ariza que le hace una promesa de amor a Fermina Daza y la cumple durante 51 años, 9 meses y 4 días. La llave, del escritor japonés Junichiro Tanizaki, retrata, con un sutil erotismo, las relaciones de una pareja mayor. Cuando leí Los puentes de Madison, de Robert James Waller, me dieron ganas descubrir una carta en la que mi madre me confesara alguna relación adúltera. En La carne, de Rosa Montero, Soledad cumplió 60 y se enamora de un gigoló ruso de 32 años. Por último está Isabel Allende con El amante japonés.
Andreas-Salomé lo dijo bien: “El amor entre dos personas (sin importar su edad) llegará tan lejos como estén dispuestos a darle juntos esa posibilidad.” De eso está hecho el enamoramiento: de posibilidades. Yo todavía no cumplo los 60, pero como soy mujer previsora y deseo conservarme en buen estado de salud, he decidido vivir absurdamente enamorada el resto de mi vida. Ojalá lo logre…
@Brivaso