Hombre blanco, mujer de color: la dupla Biden-Harris, un reflejo de EU

El posible pase de estafeta de Joe Biden a Kamala Harris, quien esta noche dará su discurso de aceptación a la candidatura vicepresidencial, refleja una nueva realidad: la política ya no es solo de hombres blancos, y el país tampoco.

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19 DE AGOSTO DE 20 20
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EMEEQUIS.– “Mi madre solía decirme: ‘Kamala, tú puedes ser la primera en hacer algunas cosas. Cuando eso ocurra, asegúrate de no ser la última’”. El consejo, venido de una mujer originaria de India que migró a Estados Unidos y se casó con un hombre negro jamaiquino a quien conoció mientras ambos estudiaban en Berkeley ––el padre de Kamala y su hermana Maya––, ha acompañado a la hoy posible vicepresidenta de Estados Unidos a lo largo de toda su carrera. Algunos políticos dan nota; Kamala Harris es de las que hacen historia.

Kamala Harris, afroamericana, asiáticoamericana, hija de inmigrantes, y originaria del norte de California, una de las regiones más progresistas de Estados Unidos, se ha encargado de abrir puertas vedadas a personas como ella. A los 39 años fue electa procuradora de la ciudad de San Francisco, la primera persona no blanca en tener ese cargo en California ––en Estados Unidos la procuraduría se asigna por elección popular––. En 2010, a los 45 años, fue electa procuradora del estado ––la primera mujer, la primera persona afroamericana, y la primera persona asiáticoamericana en el puesto––, y fue reelecta en 2014. 

En 2016 Harris se convirtió en la primera mujer de origen indio, y la segunda afroamericana, en ocupar un lugar en el Senado de Estados Unidos. Y el pasado 11 de agosto, cuando Joe Biden anunció que sería su candidata a la vicepresidencia, Kamala (se pronuncia “Kámala”, como si tuviera un acento en la primera “a”) grabó su nombre como la tercera mujer nominada al cargo por un partido mayor, y la primera no blanca. De ganar la elección en noviembre, su triunfo escribiría un nuevo capítulo en la historia de las mujeres y de las minorías étnicas en este país.

CAMBIO DE ESTAFETA

Kamala Harris es una mujer alta, de andar erguido y sonrisa auténtica; es fácil encontrar imágenes de ella riendo sin reparo. Se identifica como bautista, pero se casó con un hombre judío, divorciado y con dos hijos, quienes cariñosamente la llaman “mómala”, una combinación de su nombre y la palabra yiddish “mamaleh”, mamita. A sus 55 años ––aunque a veces parece un poco más joven–– Harris se siente cómoda, lo mismo subiendo tutoriales a Youtube sobre cómo preparar lentejas, que interrogando incisivamente al juez Brett Kavanaugh en una de las comparecencias más duras en la historia del Comité Judicial del Senado.

Una de las relaciones personales más cercanas de Harris dentro del mundo de la política, es la que sostuvo con Beau Biden, entonces procurador del estado de Delaware e hijo mayor de Joe Biden ––Beau murió en 2015 debido a un cáncer en el cerebro––. Kamala era procuradora de California, y los 50 fiscales estatales preparaban una demanda contra los emporios bancarios tras la crisis económica de 2009; Harris, Biden y otros empujaron para hacer responsables a los bancos, y de ahí trabajaron juntos en otros temas. En su anuncio del 11 de agosto, Biden afirmó que esa amistad influyó en su decisión, porque sabe que comparten convicciones y valores. 

Este no es un asunto menor. En esta ocasión, la decisión sobre el vicepresidente adquiere particular relevancia porque no se trata solo del compañero de fórmula del candidato, sino de la persona que podría, en efecto, convertirse en el próximo presidente ––o presidenta–– de Estados Unidos. Aunque en este país se permite que el presidente gobierne por dos periodos consecutivos, los analistas políticos, y el propio Joe Biden, han reconocido que su gobierno podría ser de un solo término: si gana, Biden se convertirá en presidente a los 78 años de edad.

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En estas circunstancias, la elección de vicepresidente no solo se centra en una persona que sea compatible en ideología, visión política, y valores, sino también en la experiencia, personalidad y el respaldo popular de esta persona para suceder en el gobierno. Y no hay un reflejo más claro de lo que es Estados Unidos hoy, que el posible pase de estafeta Biden-Harris: un hombre mayor, blanco, católico, de familia tradicional, cuyos hijos sirvieron en las fuerzas armadas, que ha elegido a una mujer no blanca, no católica, de mediana edad, con ideas liberales, casada con un hombre divorciado y de una religión diferente, para ser su segunda de a bordo. 

ABRIR PUERTAS

Cuando corrió por su primer cargo en Estados Unidos, antes de cumplir 40 años, Kamala Harris dijo en una de sus apariciones en público: “Me han dicho que no es mi turno, que no es mi tiempo, que nadie con mi perfil lo ha hecho antes, que va a ser muchísimo trabajo ––Dios guarde que queramos trabajar––, pero decidí no escuchar. Yo ya me acostumbré a decir que los ‘no’, me los como en el desayuno”.

El haber estado en la esfera pública y en el ámbito judicial desde joven, le ha dado a Harris visibilidad, pero también ha permitido que se le cuestione sobre su línea moderada durante sus primeros años como fiscal, en particular por lo que toca a la investigación de violencia policial. Sin embargo, en los años recientes su postura se ha orientado hacia el ala liberal: apoya la propuesta de un sistema de salud universal; se ha manifestado a favor de la legalización de la marihuana, e impulsa el llamado “Green New Deal” para reactivar la economía con sustentabilidad ambiental. Todos los políticos, y su evolución, son el resultado de su tiempo.

Aunque tradicionalmente se considera que el rol del candidato a vicepresidente no es relevante en la elección de un presidente, el caso de Kamala Harris es distinto. Obama ha dicho que cuando eligió a Biden como su vicepresidente en la contienda de 2008, lo hizo en un intento de disminuir la desconfianza que algunos podían sentir por tener a un hombre joven afroamericano como candidato a la presidencia. Ocho años después, es claro que Biden elige a Kamala por la misma razón, pero en sentido opuesto: su candidatura puede sumar a mujeres, jóvenes, latinos, negros, asiáticos y gente progresista, que tal vez desconfían de un hombre mayor y blanco ––otro más–– en el rol de presidente.

“Hay muchas niñas que van a ver a una mujer de color siendo vicepresidente”, dijo Biden el día del anuncio, refiriéndose a la candidata de avances improbables que podría representar un cambio de rumbo en Estados Unidos. Por lo pronto, la puerta está abierta.

@eileentruax



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