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García Harfuch, los fantasmas que lo acompañan
La represión del 68 y los desaparecidos de Ayotzinapa serán temas que persigan a Omar García Harfuch en su campaña por la Ciudad de México.
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CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Mientras no exista una señal en contrario, Omar García Harfuch será el abanderado de Morena para retener el viejo Palacio del Ayuntamiento. Las encuestas lo colocan en una posición difícil de remontar para Clara Brugada, la exalcaldesa de Iztapalapa, Hugo López-Gatell, quien dejó la Subsecretaría de Salud, y para la procuradora ambiental, Mariana Boy.
García Harfuch no es un político, proviene de la policía, donde ha hecho toda su carrera y no sabemos, por ello, cuáles son sus opiniones y diagnósticos en temas centrales. Por ahora sólo repite el libreto que imponen desde Palacio Nacional.
Lo que sí podemos evaluar son sus resultados inmediatos y en materia de seguridad son adecuados, y esto es así porque no destruyó los avances institucionales que ya existían en la Secretaría de Seguridad Pública.
García Harfuch tiene una amplia experiencia como para tragarse muchos de los cuentos que provienen de la estrategia federal de combate al crimen y que son un desastre, por donde quiera que se le vean, pero ha sido lo suficientemente cauto para no contrariar a nadie. Formado en la disciplina, sabe que hay cosas que es mejor ni discutir.
Por ahora, está bajo fuego amigo, porque los sectores más radicales de Morena no lo quieren. Empujan a Brugada y a López-Gatell. Lo del responsable de conducir la pandemia del Covid-19 parece hasta una broma macabra, pero así son, cuando sienten el agua en los aparejos. López-Gatell no tiene oportunidad alguna, pero su postulación muestra el desprecio que llegan a tener por la ciudadanía.
Al exjefe policiaco, los radicales lo ven con sospecha por su origen familiar, ya que es hijo de Javier García Paniagua, uno de los titulares de la Dirección Federal de Seguridad en los años setenta, cuando existió una persecución estructural contra los políticos de izquierda, los movimientos sociales y donde el combate contra las guerrillas se transformó en una degradación de las áreas de seguridad, ya que les permitieron impunidad a cambio de trabajo sucio. De ello, por supuesto, no tiene culpa alguna el aspirante, ya afiliado al morenismo, pero serán fantasmas que lo acompañarán todo el tiempo.
Por ejemplo, tarde o temprano tendrá que referirse, que opinar, sobre 1968, un año axial para la izquierda y del que su jefa, Claudia Sheinbaum se dice heredera. En esos temas nunca hay respuesta correcta, porque la sombra de los militares, donde el abuelo de García Harfuch se desempeñó como secretario de la Defensa Nacional, es muy grande.
En el fondo, su eventual postulación pegará en la historia sentimental de quienes provienen del tesón izquierdista, los que construyeron partidos desde la minoría y muchas veces bajo presión.
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El otro aspecto es Ayotzinapa. García Harfuch era mando importante de la Policía Federal cuando ocurrieron los hechos de Iguala que llevaron a la desaparición de los 43 estudiantes normalistas. Por las labores operativas que realizaba, estuvo presente en reuniones de mando que ahora son vistas con recelo, ya que en la 4T están convencidos que los resultados de la PGR, en la administración pasada, fueron en realidad una fabricación, la de la verdad histórica.
La participación de diversos funcionarios de las áreas de seguridad, la propia PF, el Ejército, la Marina Armada, el CISEN, y las fiscalías local y federal se debió a la necesidad, justamente, de buscar a los jóvenes desaparecidos y de detener a los responsables.
Por supuesto que García Harfuch no tiene nada que ver con aquella trama criminal, pero van a tratar de implicarlo, más allá de que su trayectoria sea limpia.
Lo ayuda que el presidente López Obrador no lo descalificó, pero eso no va a ser suficiente, porque está disputando nada menos que el poder político en la capital del país.
García Harfuch, conviene no olvidarlo, pudo morir en un ataque armando perpetrado por grupos criminales. Lo que le ocurrió es terrible. No lo querían en la Secretaría de Seguridad y menos lo harán en la Jefatura de Gobierno, si es que gana la elección, algo que tampoco es seguro.
No deja de ser paradójico, sin embargo, que Sheinbaum se haya decantado por un perfil como el de su colaborador policiaco; se entiende en términos pragmáticos, ya que será un candidato competitivo, pero revela que la exjefa de Gobierno está empezando a tomar decisiones con costo interno, vendrán más, es inevitable.
@jandradej
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