El próximo rector y la generación del CEU

Con el arranque del proceso de designación de nuevo rector en la UNAM, en los próximos días la Junta de Gobierno recibirá los nombres y las propuestas de aspirantes. En los últimos meses se han manejado diversas posibilidades. Me detengo en dos: Leonardo Lomelí e Imanol Ordorika

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CONFIDENTE EMEEQUIS


EMEEQUIS. La UNAM inició el proceso de designación del próximo rector. En los siguientes días la Junta de Gobierno recibirá los nombres y las propuestas de aspirantes.  

Pronto sabremos quiénes son los que deciden postularse y lo hacen, además, con posibilidades de ser designados. Por la propia naturaleza del cargo y la situación política del país, no son muchos los que llegarán a la etapa final en octubre próximo. 

El método de selección es antiguo y abigarrado, pero evitó, a lo largo del tiempo, que se desataran problemas de alcance mayor, como los ocurridos en otras universidades, donde la elección directa de las autoridades las llevó, en no pocas ocasiones, a bordear el precipicio.   

En cambio, en la UNAM se optó por personalidades que fueron ejemplo y dejaron un gran legado.  

Lo que resulta evidente, es que la Junta de Gobierno propicie una consulta amplia, el debate que permita una ponderación adecuada y genere una discusión en la comunidad universitaria. Mientras más se sepa y conozca de trayectorias y perfiles es que se contará con el apoyo que requerirá, no hay duda, quien suceda al rector Graue, ya que tendrá que defender a la institución. En pocas ocasiones han existido tantas acechanzas sobre ella.  

Al presidente López Obrador no le gusta lo que ocurre en la principal universidad pública del país, porque considera que se solapó a quienes llama neoliberales y que sus profesores e investigadores no estuvieron a la altura de las circunstancias. 

Esto es una distorsión, que muestra los sesgos en Palacio Nacional y la información deficiente que le proporcionan al titular del Ejecutivo.  

La Universidad ha estado presente para participar en las grandes discusiones nacionales, como se muestra en múltiples publicaciones, en investigaciones de calidad y en su vida cotidiana misma.  

Pero al mismo tiempo, es una institución plural, que no puede ser encasillada en parámetros estrictos e inflexibles.  

En los últimos meses se han manejado diversas posibilidades. Me detengo en dos. Leonardo Lomelí e Imanol Ordorika. El primero es secretario general y el segundo director general de Evaluación Institucional.  

Son, de algún modo, la generación del CEU. Es interesante que hayan llegado a las posiciones que ocupan, porque lo hicieron con un notable trabajo académico.  

Lomelí posibilitaría un relevo terso del actual rector, ya que es uno de sus principales colaboradores, al mismo tiempo dotaría a la UNAM de una visión renovada y acorde a los múltiples desafíos que tendrán que encararse. 

Lomelí es un funcionario eficaz. Lejos de protagonismos, se concentra en el cumplimiento de metas, una de ellas, por cierto, la de mantener la estabilidad en los campus, lo que no es poca cosa.  

Ordorika sería una disrupción positiva. Conoce a la Universidad como pocos. En las últimas décadas la estudió y por ello no cae en recetas fáciles y está al tanto de la complejidad que proviene de la comunidad estudiantil más grande del país.  

Sería la llegada del CEU a la Torre de Rectoría, después de un recorrido de más de 30 años. Podría demostrar que las razones de defensa de la educación pública, la dotación de apoyos para la permanencia de los alumnos y la calidad académica se mantienen vigentes.  

Quienes creen que Ordorika se alinearía a la 4T se equivocan, porque su principal compromiso es con la Universidad, aunque esto tampoco quiere decir que se confrontaría, más bien, como político de raza que es, construiría los puentes que fueran necesarios para seguir defendiendo y manteniendo la autonomía.  

Pronto sabremos si el secretario general y el exlíder del CEU se animan. Seguramente están ponderando y evaluando. Para la UNAM y para la sociedad sería una buena noticia que buscaran ser rectores. Es su tiempo.  

Es curioso, rectores como Jorge Carpizo, José Sarukhán se convirtieron en interlocutores del CEU, primero en plena efervescencia, que propició una huelga y que posteriormente se resolvió con un congreso universitario. Se hizo política y de la buena.  En ese trayecto, una pieza esencial para la estabilidad de la UNAM fue José Narro Robles, quien forjó acuerdos de muy alta dificultad.   

La Rectoría es una posición política y ello no debe espantarnos, al contrario, hay que ponderarlo por todo lo que está en juego. La experiencia es un atributo esencial, porque las aguas que se navegarán serán bravas. 

@jandradej

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