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El paraíso a garrotazos
A estas alturas es evidente que la 4T no se puede colocar a la izquierda del tablero, o no del todo, porque muchos de sus reflejos son conservadores. ¿Queda algo de la izquierda democrática?
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CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Su democracia y la nuestra. El pueblo y los oligarcas. Es un libreto conocido y no de ahora. Es uno de los ejes del populismo en la actualidad, pero su historia es antigua.
Entre los años ochenta y noventa del siglo pasado se dio una intensa discusión en la izquierda mexicana al respecto. Muchos grupos nunca estuvieron conformes con los avances democráticos, porque veían en ellos la consolidación del estado burgués.
En las reuniones y cafés, de tanto en tanto soltaba la que era una acusación directa: “electoreros”. Sí, a las corrientes democráticas se les reprochaba que buscaran el poder por medio del convencimiento de la ciudadanía y del voto.
Una efeméride: la izquierda partidista sólo se comprometió con el sistema democrático hasta después del secuestro de Arnoldo Martínez Verdugo, en el que se revelaron complicidades del PCM con la guerrilla de Lucio Cabañas y en los que se llegó “a guardar” el rescate que se pagó al Partido de los Pobres para que liberaran al senador Rubén Figueroa en 1974.
Un escándalo de proporciones mayores, en el que la propia Secretaría de Gobernación tuvo que proporcionar los recursos, porque el dinero ya se había gastado en la compra de una casa y de una imprenta.
Las rutas para acceder al poder y sus métodos semejaban brechas que se iban profundizando.
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En la conformación del PSUM y luego del PMS esas tensiones eran evidentes y no tenían una salida muy clara, hasta que se impuso la realidad y el sentido común.
Quien lo explicaba con claridad era Eraclio Zepeda, describiendo el compromiso que se debía tener con las urnas señalando que “a nadie se le puede llevar al paraíso a garrotazos”. Aclaración más que pertinente, porque había los que sí creían eso, que se tenía que pasar por una larga etapa pedagógica para que el pueblo entendiera las ventajas de sistemas inspirados en la dictadura del proletariado.
Para aquellos años, las expresiones radicales ya empezaban a ser marginales, porque los cambios en el mundo, la caída de la URSS y la consolidación de la socialdemocracia en Europa, los hacían ver como reflejos de la Guerra Fría.
Y, lo más relevante, porque existía una maquinaria que estaba reformando al sistema político, con apertura a los partidos y que fue estableciendo las condiciones para contar con elecciones libres y en las que el ganador no estaba determinado de antemano.
Pero las células residuales del estalinismo y del maoísmo permanecieron en la marginalidad y en la oscuridad, sus pulsaciones nunca dejaron de estar ahí, para cuando se ofreciera.
Todo ello había quedado en una suerte de anecdotario, pero resulta que muchas de esas ideas vuelven a estar en boga y chocan de modo directo con las concepciones de la democracia liberal.
Las referencias a la democracia del pueblo tienen justo ese sabor agrio de las asambleas. Por eso no aceptan derrota alguna y por ello quieren terminar con cualquier contrapeso a su poder.
Es un tema delicado, por las consecuencias que ya tiene y por las que tendrá en los próximos años, más allá de lo que ocurra en el 2024 y de los equilibrios que se puedan desprender de los resultados.
A estas alturas es evidente que lo que la 4T no se puede colocar a la izquierda del tablero, o no del todo, porque muchos de sus reflejos son conservadores, pero al mismo tiempo vale tener presente la responsabilidad y apoyo de quienes sí se definen como parte del izquierdismo y que ahora juegan algún papel relevante.
Tristemente hay que asumir que muchos de ellos nunca fueron demócratas y por ello ahora no dicen nada sobre la destrucción del INE y los ataques a la Suprema Corte.
Es curioso, se enfrentaron al viejo PRI y eso nadie puede regateárselos, algunos inclusive pagaron con cárcel esa osadía, pero ahora están empeñados en la consolidación de un sistema autoritario respaldado por las masas. Es algo distinto a lo que vivimos en el antiguo régimen y habrá que darle algún nombre.
¿La izquierda democrática fue una ilusión? No lo creo, está ahí, en lo que aún queda del PRD, en Movimiento Ciudadano, en corrientes del priísmo y en amplias franjas de la sociedad civil, aunque está por verse qué tanta posibilidad y ánimo tiene de reinventarse, de establecer una línea tajante, pero se tendrá que pasar, de modo obligado, por una suerte de autocrítica.
@jandradej
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