Non sed ipsam reiciendis. Et eos reiciendis quo voluptatem et dolorem neque. Exercitationem nobis labore ab fugit facilis. Porro quia…
El cultivo del odio
ENRIQUE SERNA escribe sobre la película Hater. “Cuando un hipnotizador de la masa abriga rencores como los de Tomás, y la tecnología le brinda herramientas para actuar impunemente, su poder destructivo puede elevarse al cubo. Hater llega a México en el momento ideal para hacernos reflexionar hasta dónde puede llegar la discordia inducida”.
Non sed ipsam reiciendis. Et eos reiciendis quo voluptatem et dolorem neque. Exercitationem nobis labore ab fugit facilis. Porro quia…
EMEEQUIS.– La mercadotecnia populista, inspirada en los métodos propagandísticos del fascismo, consiste en cultivar y dirigir el odio de la masa hacia un enemigo particular o colectivo en el que la gente descarga sus frustraciones. El caudillo opositor que usufructúa ese odio puede ser una nulidad absoluta en administración pública, pero con tal de castigar a los representantes del status quo, la masa iracunda no repara en ese detalle. Los publicistas de Donald Trump nos demostraron hace 4 años que ni siquiera los países ricos están a salvo de sucumbir a la explotación electoral del odio. Su exitosa manipulación del electorado hizo escuela en México, Brasil y varios países de Europa, entre ellos Gran Bretaña, Polonia y Hungría. Como en el ánimo del votante promedio las fobias pesan más que las reflexiones, una vez llegados al poder, los líderes que transformaron a los borregos en fieras necesitan mantenerlas en pie de guerra, incitándolas, ya no a la victoria, sino a patear en el suelo al adversario vencido.
En ese contexto político ha surgido un nuevo tipo social, el hater, que se dedica de tiempo completo a desparramar el odio en las redes sociales, un odio artificial y prefabricado que muchas veces él no profesa, pues en muchos casos, el sembrador de cizaña es un cínico vendido al mejor postor, cuya única ideología es la satisfacción del cliente que los contrata. El cine de Hollywood ha intentado ya retratar a este moderno espécimen, pero creo que nadie lo había logrado de manera tan incisiva y reveladora como el director polaco Jan Komana en su extraordinaria película Hater, recién estrenada en Netflix.
TE RECOMENDAMOS: EL GOLPE AVISA
Inspirada en el asesinato de Pawel Adamowicz, un candidato a alcalde de Gdansk apuñalado por un supremacista blanco en 2019, la película explora la tortuosa mentalidad de quienes pastorean a estos energúmenos en las redes. Lejos de los clichés con que el cine de Hollywood banaliza las patologías sociales, Komana y su guionista, Mateus Pacewicz, nos interiorizan desde la primera escena en el alma atormentada de Tomasz Giemza, un estudiante de Derecho expulsado de la carrera por haber cometido un plagio en un trabajo semestral. Pariente lejano de los Krasucki, una familia de ricos liberales que lo becaron para estudiar la carrera, Tomás está enamorado de Gaby, la hija menor del matrimonio, proclive a la depresión y al consumo de drogas duras. Para seguir cobrando la beca, Tomás finge ante los Krasucki que sigue asistiendo a clases, pero se mete a trabajar en una agencia de publicidad especializada en guerras de lodo contra políticos, donde muestra una gran habilidad para diseñar campañas agresivas contra los partidarios del multiculturalismo, patrocinadas por un partido nacionalista de extrema derecha.
Cuando Tomás empieza a conquistar a Gaby, en un arranque de franqueza le confiesa que fue expulsado de la facultad. Error fatal: Gabi se lo cuenta a sus padres y los Krasucki lo repudian. Resentido por partida doble, Tomás se radicaliza. Como los Krasucki apoyan la candidatura de Pavel, un político socialdemócrata que compite por la alcaldía de Gdansk, Tomás trabaja con ahínco para su rival, un populista xenófobo. En su afán por destruir a la elite que lo ha excluido, Tomás entra en contacto con un fanático enemigo de la inmigración islámica, a quien usa como idiota útil para cometer un atentado contra Pavel. Gracias al espléndido trabajo del joven actor Maciej Musialowski, que deja traslucir sutilmente la vida interior del protagonista, lo acompañamos en un descenso al infierno donde su frustración amorosa degenera en una irrefrenable voluntad de poder. Lo más notable de esta obra maestra es la imbricación entre vida pública y vida privada, el sutil entramado de motivaciones ocultas que al final, en una atmósfera de pesadilla, parecen dar una explicación freudiana a la guerra sucia por el poder.
Hitler escribió en Mi lucha que las masas desean ser engañadas con la mayor desvergüenza y por desgracia, el pueblo alemán le dio la razón. Freud quiso prevenir a la humanidad contra ese peligro en El malestar en la cultura, donde advirtió que la miseria espiritual de la masa era un campo fértil para el cultivo del odio. “No es fácil para los seres humanos renunciar a satisfacer su inclinación agresiva. El desfogue de esa necesidad facilita la cohesión de los miembros de la comunidad”. Unirse a favor de algo es más difícil que unirse en contra de un aborrecible adversario (los judíos, los inmigrantes mexicanos, los musulmanes), que despierta las fobias tribales más primitivas.
Cuando un hipnotizador de la masa abriga rencores como los de Tomás, y la tecnología le brinda herramientas para actuar impunemente, su poder destructivo puede elevarse al cubo. Hater llega a México en el momento ideal para hacernos reflexionar hasta dónde puede llegar la discordia inducida.