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Ebrard y López Obrador, la hora de la verdad
Luego del triunfo en el Edomex, la amenaza para la continuidad de la 4T es, en este momento, primordialmente interna, porque la división es una especie de veneno letal. Por eso AMLO tomó el control de la sucesión.
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CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– El presidente López Obrador está contento. No es para menos, su partido le arrebató al PRI el gobierno del Estado de México. Pero a la vez debe estar nervioso por lo que ocurrió en Coahuila, donde Morena resultó arrasado.
La elección del domingo puede ser como una especie de libreto entre lo que está bien y lo que les puede complicar las cosas. La respuesta es sencilla, la amenaza para la continuidad de la 4T es, en este momento, primordialmente interna, porque la división es una especie de veneno letal.
Por eso López Obrador tomó, si es que alguna vez soltó, el control de la sucesión. Será un reto, inclusive para un político con su habilidad y que tiene sometidos, por ahora, a los aspirantes más relevantes, que en realidad son dos: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard.
El enigma es el secretario de Relaciones Exteriores, porque es evidente que la jefa de Gobierno se disciplinaría en caso de no ser la elegida.
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La solución radica en que existan condiciones mínimas de competencia, que los aspirantes puedan contrastarse y que las encuestas las realicen empresas serias que prefieran mantener el prestigio a entrar en alguna componenda.
La política no suele ser justa. Ebrard se ha preparado a lo largo de su vida para buscar la presidencia de la República, e inclusive proviene de una corriente política de hace décadas lo intentó, pero bajo la batuta y aspiraciones de Manuel Camacho Solís, regente del Distrito Federal y luego canciller, por solo unos meses, cuando el presidente Carlos Salinas de Gortari optó por la postulación de Luis Donaldo Colosio.
Camacho digirió muy mal el asunto, al grado del rompimiento, aunque se mantuvo en el gobierno y luego se convirtió en el comisionado para establecer una negociación con el EZLN en Chiapas.
Ebrard seguro tiene estudiadas las lecciones de aquel momento y sabe que los pasos que tendrá que dar definirán su futuro, no solo inmediato, sino quizá para un horizonte mucho más amplio, debido al contexto político que ahora impera.
Pero más aún, cuando era jefe de Gobierno en 2011, se sometió a las encuestas ante López Obrador. Se realizaron dos estudios que se encargaron a Covarrubias y Asociados y a Nodo Investigación más Estrategia.
Ebrard tuvo ventaja en las preguntas de opinión y de menos rechazo, pero no le favorecieron las de careo directo, pero por márgenes mínimos. El análisis de los resultados permitía optar por cualquiera de los dos aspirantes y resultaba factible que el jefe de gobierno tuviese un mejor desempeño en una campaña, debido a que los negativos eran menores para él.
Pudo insistir en ir a una contienda preliminar, o inclusive intentar un acuerdo con el presidente Felipe Calderón, que le permitiera abrirse espacio en otra fuerza política, como relata en su libro El camino de México, pero optó por acordar y tratar de que tomaran en cuenta su agenda, que era mucho más progresista.
Lo menos que puede exigir Ebrard, en este momento, es que el procedimiento sea pulcro, no como el de 2017, en la Ciudad de México, donde el entonces delegado de Cuauhtémoc, Ricardo Monreal, se mantenía puntero en dos decenas de mediciones, y perdió solo en una, la más relevante, porque era la que utilizó Morena.
Por lo pronto, el canciller renunciará al cargo, para ser congruente con lo que ha propuesto sobre los otros participantes.
La circunstancia hace que la carga de las decisiones y su costo sean para Ebrard, pero no se puede dejar de apreciar que una parte del desarrollo del proceso depende de que se realice con cartas abiertas y de todos los involucrados, incluidos el titular del poder Ejecutivo, pero también el líder de Morena, Mario Delgado.
Del otro lado, si el canciller es el elegido, se tendría que controlar a los grupos radicales del morenismo, poco dispuestos a respaldar opciones de tinte liberal. Ahí también es factible que se desarrolle un conflicto de proporciones inciertas, aunque Sheinbaum se mantenga en el redil.
Llegó la hora para López Obrador y los suyos. Está en juego su propia continuidad, y saben, más allá de la propaganda, explicable y predecible, por el triunfo en el Estado de México, que la oposición también está en capacidad de hacer las cosas del modo correcto y de mostrar su fuerza, como en Coahuila este domingo o la Ciudad de México en 2021.
@jandradej
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