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Científicos: a vestirse con el uniforme 4T
Se entiende la necesidad de políticas de Estado, pero sin prejuicio ideológico, como la institución que reemplazaría al Conacyt: Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e innovación. Hay que apoyar a los científicos en esta coyuntura.
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CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Los viajes en el tiempo de la 4T son constantes. Ahora vamos a un retroceso de décadas en lo que respecta a ciencia y tecnología.
El presidente López Obrador está convencido de que el Conacyt sólo sirvió para hacer negocios y por eso procederá a su destrucción. Es el estilo que ya conocemos.
Ya lo viene haciendo, porque esa es la principal tarea de María Elena Álvarez-Buylla, una verdadera comisaria del pensamiento, persecutora de sus pares a quienes ha intentado meter en prisión.
Es impulsora de un modelo ideologizado que por momentos semeja a una arenga de asamblea, algo en lo converge con los nuevos planes de estudio de la SEP.
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Pero lo que ahora se pretende es centralizar la toma de decisiones en áreas que requieren de la discusión y la reflexión. Se entiende la necesidad de políticas de Estado, pero ellas no deben estar impulsadas por el prejuicio ideológico.
Una muestra es la iniciativa de Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnología e Innovación, que envió el presidente López Obrador a la Cámara de Diputados el 13 de diciembre pasado.
La exposición de motivos es una condensación de rencores y de agravios relativos a la participación de instituciones privadas en tareas de investigación. Señalan que aquello fue un despropósito, porque se canalizaron a ello 45 mil millones de pesos entre 2001 y 2018.
En cambio, ellos, la 4T, terminaron con 65 fideicomisos del Conacyt por un monto de 21 mil 853 millones de pesos que se reintegraron a la Tesorería. Omiten, por supuesto, que parte de estos recursos terminaron en el barril sin fondo de Dos Bocas y en los rieles oxidados del Tren Maya.
También les molesta que la educación privada y los posgrados hayan crecido en las últimas décadas. Increíble el razonamiento, porque el aumento de posibilidades educativas debería celebrarse y no condenarse.
La institución que sustituirá al Conacyt y que se llamará Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e innovación, tendrá una Junta de Gobierno integrada por representantes de las secretarías de Agricultura, Bienestar, Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, Cultura, Economía, Hacienda, Defensa Nacional, Marina, Medio Ambiente, Relaciones Exteriores y Salud.
Junto con la dirección general, determinarán una Agenda Nacional sobre los temas y prioridades que deberán atender los científicos y los investigadores.
Excluyeron a los representantes de la ANUIES y a los integrantes de la comunidad científica, porque ya no se trata de deliberar sobre conocimientos, sino de operar instrucciones de Palacio Nacional.
Para nada es difícil imaginar cuáles serán los proyectos que obtendrán apoyo y recursos. Es una barbaridad, porque van a lastimar la libertad en la investigación, que es uno de los catalizadores del avance en las ciencias y en las humanidades.
Además, es contraproducente hasta para una política de Estado, que en el caso de la ciencia se debería regir por la solidez científica y no por la ocurrencia y necesidad política.
También le entran al tema de las becas y para mal. Sostienen que ya no habrá intermediación para otorgarlas y que el dinero se canalizará de modo directo. Sostienen que antes se daban mal los apoyos, porque se respondía a criterios productivistas y a evaluaciones ajenas a nuestra cultura.
Quieren clientelismo donde no lo había ni lo debiera haber.
La iniciativa se discutirá próximamente y Morena y sus aliados cuentan con la fuerza para aprobarla, porque no es una reforma de carácter constitucional.
Investigadores de enorme prestigio, como Antonio Lazcano, han advertido de la catástrofe que esto va a implicar para la investigación de calidad que requiere el país. La RedproCienciaMX también ha hecho sonar las alarmas, al señalar que se elimina la autonomía de los Centros Públicos y que se desaparece al Foro Consultivo Científico, la Conferencia Nacional y el Consejo Interinstitucional de Innovación.
Hay que escuchar y apoyar a los científicos en esta coyuntura. El daño que puede provocar la iniciativa se padecerá por al menos dos generaciones. De lo que se trata es del futuro del país. Ya hemos visto la falta que hace la ciencia en los momentos de crisis y lo peor que podemos hacer es permitir que se nos condene a un subdesarrollo que, para colmo, estará sobrecargado de discursos panfletarios.
Los diputados tienen una enorme responsabilidad en este tema, ojalá tengan la fuerza para que no prospere.
@jandradej
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