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Brutalidad policial y Ayotzinapa
La bala que mató a Yanqui Rothan será como una losa que tendrá que cargar el gobierno de Guerrero, inoperante, pero todavía respaldado por cálculos políticos extraños.
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El gobierno de Guerrero y la indolencia en el caso Ayotzinapa. Análisis de Julián Andrade.
CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Pocas cosas han cambiado en Guerrero. De nueva cuenta, estudiantes de Ayotzinapa se toparon con policías estatales y las cosas terminaron mal. Yanqui Rothan Gómez recibió un balazo en la cabeza y murió cuando era trasladado a un hospital.
Uno de sus acompañantes estuvo detenido y se le liberó porque no pudieron establecer un caso en su contra.
Las autoridades trataron de encubrir el crimen, afirmando que en realidad se trató de un enfrentamiento, que los normalistas se trasladaban en una camioneta con reporte de robo, que estaban armados, que traían consigo cervezas y que fueron ellos los que accionaron las armas en primer lugar.
Las cosas no fueron de ese modo y los primeros estudios ya demostraron que no se realizaron disparos desde dentro y hacia afuera de la camioneta. Del arma que se encontró en el lugar de los hechos, hay dudas más que fundadas sobre su procedencia.
Los agentes de seguridad no se atuvieron a protocolos del uso de la fuerza, porque el simple aviso de robo de vehículo, si es que existió, no los faculta para poder disparar en contra de los viajeros. Es más, con frecuencia este tipo de alarmas terminan en falsos positivos porque se confundieron las placas o porque los vehículos fueron recuperados y sus propietarios no se ocuparon de cancelar los reportes respectivos.
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Es la policía con la que se cuenta, y algo hay de cierto, pero lo que ya no se puede negar es el enorme abandono en lo que respecta a la profesionalización de los servidores públicos que tendrán contacto, frecuente y difícil, con la ciudadanía.
La bala que mató a Yanqui Rothan será como una losa que tendrá que cargar el gobierno del estado, inoperante, pero todavía respaldado por cálculos políticos extraños o por compromisos que no se pueden romper.
La seguridad y en particular la ciudadana, es un asunto de responsabilidades compartidas, pero la gobernadora Evelyn Salgado está en falta, porque ni siquiera ha trabajado para construir las condiciones básicas de gobernabilidad.
Esto es un aspecto que no se debe desdeñar, porque las condiciones para construir un ambiente de paz tienen que provenir, también y, sobre todo, de quienes detentan las más altas responsabilidades políticas.
Un jueves maldito, el 7 de marzo, se dirá, pero en las áreas de seguridad sabían que los normalistas se encontraban celebrando el aniversario de la fundación de su escuela, la Isidro Burgos y que era probable que se movilizaran por Chilpancingo y por Tixtla.
Para colmo, la muerte de Yanqui Rothan se da en el contexto de la distancia, ya definitiva, entre los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa y el gobierno del presidente López Obrador.
En los hechos, es un agravio más que se suma a otros tantos y que está generando que la radicalización de los grupos normalistas se profundice.
A estas alturas, es evidente que el caso de los 43 normalistas ya no arrojará novedad alguna, pero ahora se le suma, porque así ocurrirá, una muerte más y con una remembranza de lo ocurrido en Iguala hace nueve años, por la acción de las fuerzas policiales.
Antes y ahora, para un normalista, encontrase con policías estatales o locales, puede significar el entrar en una suerte de espiral del infierno.
Algo amainará los ánimos, si la promesa del presidente López Obrador de que no habrá impunidad se concreta. Por lo pronto, hay señales en ese sentido, porque la FGR está investigando lo ocurrido desde la perspectiva de violación a los derechos humanos.
Lo que no deja de sorprender, por lo demás, es el ataque policial en una zona donde los oficiales prefieren no meterse en líos, porque saben que ahí los que mandan son los integrantes del crimen organizado.
Por ello no hay que descartar, inclusive, una trama de instrucción delincuencial que no hará sino profundizar todos los malos augurios.
LAS VÍSPERAS DEL 2024
Las reelecciones son una suerte de referéndum. Por ello, lo que más cuenta es la valoración que tienen los ciudadanos sobre la gestión de quienes los gobiernan. En las urnas los votantes lo que recuerdan es lo que se hizo con acierto y lo que estuvo mal, para definir si otorgan otra oportunidad.
Es el caso de Gerardo Quijano, alcalde de la Magdalena Contreras, que busca permanecer en el cargo y quien, de acuerdo con las mediciones de Mitofsky tiene las mejores calificaciones por su desempeño.
@emeequis