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Ariadna, el fiscal y el gobernador
Al descartar violencia feminicida en el caso de Ariadna, el fiscal Uriel Carmona podría haber firmado el fin de su gestión: estamos apenas en el arranque de una historia con una alta dosis de enredos y oscuridad.
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CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– Es probable que el fiscal de Morelos, Uriel Carmona, no supere el desaguisado que armó al señalar que la joven Ariadna Fernanda López murió por la ingestión de bebidas alcohólicas y no por la violencia de un feminicida.
Hay casos criminales que tienen una fuerza expansiva que trasciende su circunstancia y que escalan a las turbias frecuencias de la política.
El asesinato de Ariadna Fernanda ocurrió en la Ciudad de México, pero el cuerpo fue encontrado en el estado de Morelos, a la altura de la curva La Pera en la carretera que lleva a Cuernavaca.
El presunto agresor, Rautel “N” trasladó el cuerpo al lugar porque pensó que en otra entidad encontraría el cobijo y la impunidad para evadir sus responsabilidades.
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La Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, que encabeza Ernestina Godoy, inició su propia indagatoria y, por el momento, estableció que en realidad la joven falleció por la acción de un golpe contundente, obtuvo imágenes en que aprecia al homicida, en el estacionamiento de su domicilio, cargando el cuerpo de la joven, por lo que el crimen puede ser calificado como feminicidio y con todas las agravantes que ello conlleva.
Peritos y agentes de investigación encontraron diversos elementos de prueba en el cateo que realizaron en el departamento de Rautel “N”, que, sumados a la necropsia, establecen una historia que contrasta con lo informado por el propio Carmona.
Las autoridades han deslizado, inclusive, que el presunto responsable podría tener vínculos con la fiscalía morelense, en el entendido de que él y su familia tienen negocios en el estado.
Algo es seguro, estamos apenas en el arranque de una historia que puede tener una alta dosis de enredos y oscuridad.
Es de destacar la actuación de las autoridades capitalinas, pero hay que advertir que también las anima el interés de ayudar al gobernador morelense Cuauhtémoc Blanco, quien lleva años tratando de deshacerse del fiscal.
A Carmona lo nombró el congreso local en el 2018 y cuenta con independencia, por lo que solo podría ser removido por una circunstancia grave y por medio de un juicio político. Lo han intentado despedir, pero hasta el momento han fracasado todos los intentos.
El de Carmona es un caso similar al de Jorge Winckler, el fiscal veracruzano que fue obligado a pedir licencia, aunque también contaba con autonomía, y al que luego detuvieron y mantienen en prisión. Winckler había sido designado para un periodo de nueve años que concluiría en 2025. Cuitláhuac García no quería una herencia de Miguel Ángel Yunes, como Blanco no la tolera de Graco Ramírez.
En Veracruz y en Morelos, los gobernadores son poco empáticos con quienes les llevan la contraria y no los obedecen.
Insisto, no es que los titulares de las fiscalías hayan sido impolutos, el tema es que cayeron en desgracia por la disputa política y no necesariamente por presuntas conductas ilegales.
Eso es lo inquietante, que los resortes para resistir o ser expulsados, tengan que ver más con la grilla que con la justicia.
Y no es una herencia del pasado la de los fiscales, es una consecuencia del sistema que establece que quienes indagan los delitos no deben tener que ver con los poderes ejecutivos. Pesos y contrapesos que provienen de avances en la instrucción misma de los procesos. Este modelo ya no les gusta a algunos, porque prefieren el anterior, el de procuradores nombrados por el poder ejecutivo y que podían ser removidos sin mayor dificultad.
Es cuestión de la posición en que cada quien se encuentra, cuando se tiene el poder y cuando no, aunque ello no debiera ser así.
En el fondo, no se asume a cabalidad una de las condiciones de la autonomía de las fiscalías y que es la de la inmovilidad, justo para que el mandato trascienda el periodo en que ocurrió.
Blanco y Carmona no pueden ni verse, aunque convergen en lo lamentable de sus actuaciones. Un mandatario poco eficaz y un fiscal que no da resultados. Por eso los niveles de inseguridad en Morelos no han hecho sino aumentar.
El caso de Ariadna Fernanda está visibilizando lo que es un verdadero pantano, pero conviene ir desbrozado para que no se pierda la perspectiva sobre lo más relevante: la persistencia de la violencia contra las mujeres, un mal que, por desgracia, no ha hecho sino profundizarse.
@emeequis
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