El “Príncipe Azul” que ha decepcionado en la política mexicana

AMLO dejó en la población mexicana una expectativa de que él se convertiría en el “príncipe azul” que por años estaban esperando los electores, pero a la mitad de su gobierno, los resultados exponen que, de nuevo, las y los mexicanos han quedado desencantados. Jaina Pereyra para OPINIÓN 51.

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EMEEQUIS.– Durante décadas la sociedad mexicana había esperado una figura que pudiera cumplir las expectativas del amor romántico en la política, una especie de “príncipe azul” que acabara con la corrupción, con la inseguridad y los graves problemas que por años han acompañado al país. Pero, a diferencia de las películas, aquí el príncipe falló… de nuevo. Una columna de Jaina Pereyra en Opinión 51.

Tal como expone la autora, López Obrador ilusionó a México. “Diseñó un personaje poderoso: un hombre con sensibilidad social, ajeno a las ambiciones materiales tan frecuentes en los políticos; un hombre con agudo instinto político que se decía indignado con la corrupción, un hombre que insistía en hablarles a los pobres, volverlos el centro de su propuesta”, escribe Pereyra.

Recordemos que en 2018, cuando “el príncipe azul” ganó la Presidencia, el país se encontraba bajo un hartazgo de los gobiernos del PRI y el PAN. Así se presentó AMLO como un personaje de “izquierda”, que podría refrescar las ideas y las políticas, que podría hacer cambios importantes en un país necesitado de ello. 

La columnista explica: “Una y otra vez en las elecciones, las y los candidatos se pelean por ser ese político que nos robe el corazón, que baile con ritmo, que debata con insolencia y proponga con fundamento. La victoria, lo sabemos, como toda decisión humana, tiene un fuerte componente emocional”. Agrega que “esta necesidad de creer, de ilusionarse, de emocionarse con una candidatura es la culpable de que Andrés Manuel sea hoy nuestro presidente”.

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Sin embargo, la realidad golpeó más fuerte que la idea de un amor romántico perfecto en materia política. “El día de hoy, los resultados de gobierno demuestran que fue una fantasía en el mejor de los casos y una estafa en el peor. Los pobres son más pobres y hay más pobres, se desmanteló el sistema de salud pública, no hay un solo caso emblemático de combate a la corrupción y las asignaciones directas, tan proclives a la corrupción, tienen el mayor porcentaje en décadas”, argumenta Pereyra. 

Asimismo, tal como menciona la autora, la inseguridad se encuentra a niveles pocas veces vistos, además de una inflación alarmante.  “No es, objetivamente, un buen sexenio. No hay un solo indicador que nos diga que estamos mejor que en cualquier sexenio del PAN o del PRI. No hay realmente ningún dato que nos diga que Morena o Andrés Manuel fueron mejores”, sentencia.

Pero ¿por qué tantas expectativas? Pereyra considera que se debe a la idea de “amor romántico” con la que crecemos. Ese amor que hace que creamos en promesas y confiemos a ciegas. Pese a esto, poco a poco las nuevas generaciones comienzan a cuestionar y dejar de lado este tipo de idealizaciones. 

“Una buena candidatura rara vez hablan de un buen gobierno, y al revés”. Jaina Pereyra. Foto: Opinión 51.

No obstante, Pereyra considera que en la política esta idea continúa permeando: “En política seguimos esperando al príncipe azul: ese político carismático (todavía casi siempre político y no política), con don de gentes y capacidad de negociación, con visión de Estado y sensibilidad social; ese candidato que nos hable a los ojos y sepamos que no miente, que se ocupará lo mismo de los pobres que de procurar una pujante actividad económica para los empresarios. Un hombre con trayectoria, pero no bagaje; ambición, pero no deshonestidad; seguridad, pero sin ego”, describe. 

La autora finaliza su columna con una reflexión sobre el futuro, un futuro que en 2024 será una prueba para comprobar si continuamos creyendo en el amor romántico en la política o si la desilusión nos superó. “Lo cierto es que todavía no hay una generación de electores cuestionando la ilusión del amor romántico en la política. Si acaso, veo lo contrario. Las generaciones más jóvenes están mucho más concentradas en pensar la política desde la virtud y la emoción. Lo grave es que los atributos de una buena candidatura rara vez hablan de un buen gobierno, y al revés”, finaliza.

@emeequis 

@Opinion_51



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