“Estoy casada, tengo hijos, y no”. El acoso contra mujeres policías en CDMX

Andrés M. Estrada, autor de “Policía CDMX. Héroes y demonios”, reseña una dinámica de violencia de género que prevalece en la Policía de la Ciudad de México, donde el reto de sus integrantes “es sobrevivir a una institución con códigos y conductas machistas”.

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EMEEQUIS.– Ningún gobernante ha podido con la estructura de extorsión de las mafias enquistadas en la policía capitalina. Ni siquiera Marcelo Ebrard o Miguel Ángel Mancera, que fueron secretarios de Seguridad Pública y presumiblemente habrían conocido a profundidad la problemática de la corporación, antes de llegar a la Jefatura de Gobierno. Ni Claudia Sheinbaum, quien prometió terminar con la corrupción al asumir el cargo.

Así lo expone el periodista Andrés M. Estrada en su libro Policía CDMX. Héroes y demonios, título que este otoño fue colocado en las librerías del país bajo el sello de Aguilar, y en el que el autor describe una feroz dinámica de extorsión de la corporación capitalina, extenuante y emocionalmente destructiva para los miembros menores que forman la base de la estructura, pero redituable para los “mandos” o jefes policiacos.

Una estructura que sobrevivió sin tropiezos mayores a la era de los regentes capitalinos de la etapa hegemónica priísta; que encajó con los gobiernos perredistas que retuvieron el poder político capitalino por casi cuarto de siglo; y que en la era morenista goza de una salud de búfalo adolescente.

En entrevista con EMEEQUIS, Andrés Estrada desnuda algunos de los armazones de un andamiaje corrupto y corruptor que, de algún modo, tal vez natural, le es funcional a la estructura política de la Ciudad de México:

“No es una problemática nueva, estas mafias vienen desde los setenta e incluso desde antes de ‘El Negro’ Durazo, están tan asentadas que pueden más que los gobernantes, porque entra uno, dos o hasta tres secretarios Seguridad en un mismo sexenio del gobierno de la ciudad, pero si uno se va a buscar a los subsecretarios de las distintas administraciones, pues ves que muchos repiten o que tienen a sus allegados”, señala Estrada.  

Tampoco Claudia Sheinbaum ha ido más allá de la fachada, ni ha dado muestras de querer hacerlo. “Incluso ahora que Sheinbaum entró y dijo que iba a combatir la corrupción, pues no se está haciendo, los mismos policías te lo dicen: “las condiciones siguen siendo igual o incluso peores con Claudia Sheinbaum, no vemos que se acabe la corrupción aquí al interior de la policía”.

“Estas mafias vienen desde los setenta e incluso desde antes de ‘El Negro’ Durazo”, dice Andrés M. Estrada. Foto: Especial.

MUJER POLICÍA, EL ESLABÓN MÁS DÉBIL        

Berenice Villalobos Morales, una mujer policía de 26 años, rechazó las insinuaciones sexuales y solicitudes de citas del oficial primero Carlos Rodríguez Salazar, campeón de tiro y experto en manejo de armas.

La respuesta de Berenice había sido la misma desde que el oficial comenzó a acosarla: “Estoy casada, tengo hijos, y no”. Rodríguez Salazar montó en cólera y la amenazó: “A mí nadie se me niega.”

Muy poco después, en octubre de 2019, Berenice fue a dar al hospital con un tiro en el abdomen. Ella y otros compañeros se hallaban en una práctica de tiro con Rodríguez Salazar, quien en un inesperado movimiento, mientras presuntamente explicaba cómo manejar el arma, viró de pronto y le disparó a la mujer policía.  

Berenice sangraba mientras el campeón de tiro se burlaba por lo que había hecho, para asombro del resto de los asistentes a la práctica. La mujer policía fue llevada al hospital y sobrevivió, pero con el hígado afectado.

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Así se lo contó la víctima a Andrés Estrada, quien describe los esfuerzos inútiles de Berenice para encontrar justicia: “El agresor pasó menos de 48 horas en el Ministerio Público y fue liberado. Ella levantó una denuncia porque dice que sí fue una agresión directa, ni siquiera un accidente. De hecho, salió en medios como que se le había disparado el arma de fuego, pero realmente lo que ella comenta es que sí fue directo. Levantó una denuncia y pues no, nunca le resolvieron nada, ni en el Ministerio Público ni al interior de la institución”.

Estrada reseña este hecho en el contexto de una dinámica de violencia de género que prevalece en la Policía de la Ciudad de México, donde el reto de la integrantes femeninas de la estructura policial “es sobrevivir a una institución con códigos y conductas machistas”.

El periodista explica el ambiente desgastante que enfrenta día a día las mujeres policías de la capital del país:

“Cuando ellas egresan de la academia, Universidad de Policías, los mandos o los jefes es que comienzan a acosarlas con insinuaciones, invitaciones a salir, si es administrativa las instalan en un despacho con trabajo entre comillas ‘cómodo’,  un trabajo relajado, y los mismo en el caso de las que están en el área operativa. Pero a cambio les piden favores sexuales, un “centenario de piel”, que es con el que tienen que pagar. A cambio de esos favores sexuales, las mujeres policías obtienen otra vez entre comillas ‘privilegios’, como llegar tarde, dormirse en sus veladas, faltar”. 

Las mujeres policías son constantemente acosadas, dice el autor del libro. Foto: Cuartoscuro.com.

El reverso del centenario es un infierno: “Para las que se niegan, comienza toda esa violencia contra ellas, hostigamiento laboral, las envían a los peores servicios, no les dan armas, no les dan radio; como tienen que estar hablando para pedir permiso para ir al baño, pues no les contestan, y si van de todos modos (al llamado de la naturaleza), entonces son arrestadas; las envían a las labores más difíciles, etcétera, para hacerles saber que esa es la regla, los favores sexuales, para tener un buen ambiente laboral”.

Pero lo peor, como le ocurrió a Berenice, es cuando se atreven a denunciar. “Pocas veces se atreven, pero cuando acuden a las unidades de Asuntos Internos o de comisiones de derechos humanos de las mismas policías, son ignoradas totalmente, nunca resuelven nada, los agresores difícilmente son siquiera suspendidos, ni destituidos, a veces lo único que hacen es cambiarlos a otra zona, a otro sector”.

En cambio, las que pagan aún más caro son las denunciantes: “Terminan enviándolas a servicio a las zonas más alejadas de donde ellas viven. Por ejemplo, si una mujer policía vive en Neza, en el Estado de México, y su servicio lo tiene en Cuauhtémoc, una zona céntrica, lo que van a hacer para castigarla es que la van a enviar del otro lado de la ciudad, a Cuajimalpa, a Álvaro Obregón, o si es de Ecatepec la van a mandar a Iztapalapa o a Milpa Alta. Finalmente lo que hacen es cansarlas. Por eso no se atreven a denunciar, porque son ignoradas, son revictimizadas”.

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La regla es que si las uniformadas no acceden a las solicitudes sexuales de los oficiales, jefes o “mandos”, tarde o temprano serán objeto de venganza. 

Andrés recoge en su libro testimonios escalofriantes de mujeres que cometieron el doble error de rechazar las solicitudes sexuales de sus superiores varones, y que después, como cualquier otra mujer, decidieron embarazarse. Al parecer, la gravidez de esas mujeres resulta doblemente ofensiva para los agresores.

“Las han vuelto a arrestar ya con seis o siete meses de embarazo. Les han dicho que ‘si no aflojaron con ellos’, ahora pagarían las consecuencias. Hay un caso de una mujer policía que ya tenía siete meses cuando fue privada de su libertad.  En este caso su superior no la acosó, pero no la quiso dejar salir del servicio cuando ella se sentía muy mal. Ella era policía preventiva, y tuvo que pedir auxilio a otros elementos. Terminó renunciando harta del trato que se les da”.

LA INSTITUCIÓN DEL “ENTRE”

Andrés Estrada esboza una de las líneas conductoras de la investigación que sustenta su libro: la estructura extorsiva de la policía capitalina, que forma el andamiaje interno de la corporación, pero que se replica al exterior, en la relación con el ciudadano, y cuya expresión más común es “la mordida”, como se conoce al soborno que se entrega a un uniformado para evadir una infracción de tránsito, el corralón, o una detención en situaciones más graves.

Estrada se preguntaba qué había detrás de esa placa, de ese uniforme “este trato tan reactivo”. Lo que encontró es que el policía también ha sido objeto de violencia social:

“Al policía se le ha cosificado, se le ha desprendido de su humanidad, se le ve como un objeto que está ahí parado con su uniforme y que supuestamente está resguardando la seguridad”.

Esa es la primera piel. Después, la del extorsionador extorsionado: “El ‘entre’ o ‘los entres’ –dinero exigido por los mandos bajo distintas argucias y modalidades– les son exigidas a los policías prácticamente para poder trabajar:  para obtener una patrulla, una motocicleta, uniformes, incluso la capacitación. Por ejemplo, un agente me contaba que si tú vas al stand de tiro y te dan nada más 10 balas, y quieres una caja de cartuchos, supongamos de 50 o más, pues debes desembolsar dinero”.

Las diversas tarifas provienen de dos fuentes: “el criterio del mando” y un Reglamento Disciplinario que incluye toda clase de ocurrencias que se han ido acumulando con los años, prácticamente diseñado para que los policías incurran de manera natural en las infracciones, y por las que pueden ser privados de su libertad 12, 24 o 36 horas. 

“Si un policía de crucero tiene que ir al baño y va y se separa de su servicio sin permiso, es arrestado; o si está mascando chicle o,  si escupe ―vienen algunos conceptos como muy extraños― lo terminan arrastrando. Un policía me contaba que en algún momento él estaba vigilando los torniquetes de una estación del Metro con uno de esos aparatos de los Garrett, para detectar metales, pistolas. Y el aparato que tenía ni siquiera servía. Entonces llegan los de Asuntos Internos a supervisar que esté trabajando y lo encuentran que no trae el aparato, entonces lo arrestan. ¿Cómo me vas a arrestar por un aparato que ni siquiera funciona? preguntó el policía. Pero es lo que menos importa. Y a partir de esa falla, los mismos mandos pueden inventar más faltas o infracciones para sacarles dinero. Cuando el policía ya va a salir bien feliz de sus 24, 36 o hasta 48 horas de servicio, les entienden estas boletas de arresto y para evitarlo, pues ‘caele, ya sabes con cuánto’. Les llegan a costar 400, 500 o hasta 600 pesos para evitar un arresto de 36 horas”.

–¿Hacia adentro es una estructura de extorsión y hacia afuera parece que igual, no?

–Sí, se replica finalmente. Siempre se habla de la corrupción hacia afuera pero nunca había explorado bien qué ocurre hacia adentro. A lo mejor sí se ha mencionado en algunas notas, que al policía le piden tanto dinero, pero finalmente nunca se ha dicho cómo, para qué, o hacia dónde va. Digo, en este libro yo no revelo los rostros, a quién se están destinando todos esos recursos, pero pues si cómo los policías reflejan todo lo que está ocurriendo al interior de la institución…

En ese ambiente, ¿cuál es el incentivo para estar ahí dentro de la policía?

Muchos ingresaron porque ya fue una de sus últimas opciones laborales. Unos eran obreros, otros trabajaban en tiendas, en ventas, en todo tipo de trabajos u oficios, pero al no tener un seguro social, un sueldo, ya sea quincenal o mensual, optaron por entrar a la policía. Por ejemplo, una mujer policía que era egresada del Politécnico, nunca encontró un trabajo fijo, estaba como valuadora de joyas en una tienda departamental. Su papá estaba enfermo de cáncer, y ella ganaba como 6 mil pesos mensuales, pero no tenía seguro. Lo que hizo fue entrar a la policía para que su papá tuviera atención médica en el Seguro Social. Finalmente su papá murió, pero cuenta que su mamá y su papá siempre le reprochaban que al haber estudiado una carrera universitaria la veían en una mejor situación, no siendo policía. Así que también los familiares estigmatizan a los policías.

En el caso de los hombres, hay una historia de un policía que pidió que se le llamase “el sargento 8186” y él cuenta que era albañil, ahí por la época de los noventa, que andaba ahora sí que fregado en deudas, no tenía trabajo, y pues decidió entrar a la policía. Y dijo: “ya nomás voy a hacer un año para librarme de mis deudas, pero finalmente me terminé quedando aquí”.

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El autor de Policía CDMX. Héroes y demonios, encontró tres tipos de policías: primero los que no tuvieron otra opción laboral, después “están los que entran por vocación, porque ya traen escuela de la familia, en la que algunos de sus tíos, abuelos, etcétera, han sido militares, de la Marina, o de la misma policía, y quieren seguir sus pasos”, y por último “los que también tienen familiares en la policía, pero bien posicionados,  y saben que al ingresar pues ya van a tener un puesto relevante, y a partir de ahí podrán sacar dinero”.

–¿En cuánto anda el salario de los policías de crucero, de los patrulleros, de los que están en contacto con la ciudadanía?

–Varían mucho los sueldos. Existen distintos grados, está el policía primero, segundo, subteniente, oficial. Yo pensaba que me iba a encontrar con todas las diferencias de salarios, pero te encuentras con policías que aparecen con seis mil pesos al mes, otros 10 mil, otros 15 mil, entonces realmente también como que no hay una base en cuanto a estos salarios.

O, por ejemplo, hay policías que apenas acaban de ingresar y ya tienen a sus contactos adentro y aunque tengan poco tiempo les dan así un mando, una dirección y aparecen hasta con sueldos de 50 mil pesos. 

Los policías viven bajo el miedo de ser castigados por sus mandos. Foto: Cuartoscuro.com.

MANDOS POLÍTICOS Y MANDOS POLICIALES

La Ciudad de México ha sido gobernada ya por dos personajes que antes de llegar a la cúspide de la pirámide de poder político de la capital del país, antes estuvieron al cargo de la secretaría de Seguridad, bajo cuyo dominio está el Cuerpo de Policía de la Ciudad de México: los jefes de gobierno Marcelo Ebrard (2006-12) y Miguel Ángle Mancera (2012-18). 

–Estos gobernantes debieron conocer la problemática de la policía a profundidad. ¿Por qué crees que no le han entrado a poner orden?

–Creo que estas mafias que están en el interior  de la policía están muy bien asentadas, esa problemática no es nueva. De hecho, entrevisto a algunos policías ya adulos mayores, que se retiraron de la policía, de la vieja guardia, entonces ellos te cuentan como esas extorsiones vienen desde los setentas e incluso desde antes de “El Negro” Durazo.

“Yo supongo que ellos deben conocer la problemática, lo que no entiendo es por qué, incluso ahora que Claudia Sheinbaum entró y dijo que iba a combatir la corrupción, pues no se están haciendo, incluso los mismos policías te lo dicen: “las condiciones siguen siendo igual o incluso peores con Claudia Sheinbaum, no vemos que se acabe la corrupción aquí al interior de la policía”.

–¿Cómo le es funcional a la estructura política esta policía?

 –Sheinbaum desde que entró acabó con esta estructura que se llamaba Cuerpo de Granaderos, quizá lo que quiso fue cambiar la imagen de una policía represora. Y de hecho es lo que está dando porque lo único que hacen los policías es contener, y también y recibir algunas agresiones por parte de algunos manifestantes, de los grupos de anarquistas; o algunos o algunas que están metidos en estas marchas. 

“Lo que yo veía con Claudia es como que intentaba cambiar, pero una cosa es en el papel y otra en los hechos. Están tan asentadas estas mafias, que precisamente pueden más que los gobernantes, porque entra un secretario digamos de Seguridad , dos o hasta tres en un mismo sexenio de los gobiernos de la Ciudad de México, y ves que no cambia nada; pero si uno se va a buscar a los subsecretarios de las distintas administraciones, pues ves que muchos repiten o que tienen a sus allegados, ahí es donde ves quienes son los que están controlando”.

–¿Como un territorio autónomo?

–Exactamente, tal parece que sí. Es una institución poco explorada, pocos se atreven a hablar de la problemática de la policía. También lo ves en los medios de comunicación; siempre va como la misma la nota informativa, sí se habla de la corrupción y de las agresiones, aunque pocos, pero no hay un análisis más estructural.

–Uno supondría que es la policía local más profesional del país…

–Exactamente, se supone que es la más grande, se dice que arriba de 80 mil policías, pero habría qué ver cuántos policías son operativos, cuántos son administrativos, y también están los “aviadores”, que nada más están en la base de datos y nunca se presentan a trabajar…

@estedavid 



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