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Un debate presidencial que sí pudo cambiar la elección
EMEEQUIS.- En 1994 se realizó el primer debate televisivo entre candidatos presidenciales. Nunca había ocurrido un ejercicio semejante y la…
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EMEEQUIS.- En 1994 se realizó el primer debate televisivo entre candidatos presidenciales.
Nunca había ocurrido un ejercicio semejante y la expectación que generó fue alta, ya que se calcula que 38 millones de televidentes atestiguaron el careo entre Ernesto Zedillo, Diego Fernández de Cevallos y Cuauhtémoc Cárdenas.
Lo organizó la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión, pero el PRI, PAN y PRD supervisaron y definieron cada uno de los aspectos de la transmisión.
Se optó por cámaras fijas y sin diálogo directo entre aspirantes. Se eligió moderadora a la prestigiada periodista Mayte Noriega y se transmitió desde el Museo Tecnológico de la CFE.
Se suele decir que los debates mueven poco las agujas en cuanto a simpatías ciudadanas, pero esa vez no resultó así. Aquel 12 de mayo las mediciones se dispararon y mostraron algo inaudito: Fernández de Cevallos estaba en posibilidades de darle un vuelco y ganar la contienda.
El desempeño del aspirante panista resultó, con creces, el más adecuado. En su equipo entendieron bien de lo que se trataba el debate y actuaron en consecuencia.
Fernández de Cevallos aprovechó la fuerza de la televisión con argumentos concretos. Atacó todo lo que pudo, pero lo hizo con inteligencia y con un humor agudo, lo que hizo ver a Zedillo y a Cárdenas acartonados y por momentos aburridos.
Los debates políticos y en televisión no son, o no se presentan para ser, seminarios de propuestas, no hay tiempo en los pocos minutos que se tienen ante las cámaras.
Fernández de Cevallos definió a sus contrincantes. A Zedillo le dijo: “sabemos que usted ha sido un buen chico con altas calificaciones, pero en democracia no aprueba.” Al referirse a Cárdenas describió: “si tenemos que creerle los mexicanos a usted que es un demócrata, tendríamos que creerle a Aburto que es un pacifista.”
Fernández de Cevallos empleó ese tipo de argumentos e inclusive de retórica y se llevó la noche.
Las mediciones que hizo la revista “Voz y voto”, publicadas en junio, reflejaron lo que había ocurrido. El 58 % de los entrevistados consideraron que el candidato del PAN había ganado el debate, frente al 26% para el abanderado del PRI y 5% para el representante del PRD.
Conviene tener presente que no había pasado algo así en la todavía joven etapa de construcción de la democracia en México. El poderoso partido oficial no solía ir abajo en medición alguna y los estudios demoscópicos eran también una suerte de innovación.
La percepción era, entre expertos y analistas, que las posibilidades de la alternancia en el poder político no eran una fantasía, que no estaba definido el resultado, y que todo dependería de las estrategias que, a partir de ese momento, se implementaran.
El efecto del debate presidencial resultó, hasta cierto punto, fugaz,
pero reflejó las tensiones que ya existían en el electorado y mostró que los encuentros de aspirantes, además de ser un síntoma de salud democrática, podían ser un factor que incidiera en el voto.
Faltaban setenta días para la elección del 21 de agosto y en el PRI se pusieron las pilas y en el PAN bajaron la intensidad.
Más allá de conjeturas, lo evidente es que en el PRI hicieron bien las cosas y aprovecharon cada día de campaña. El susto televisivo ni se repetiría ni definiría la disputa por el poder político, pero estuvo cerca, aunque fuera por unos días.
Zedillo ganó la contienda con un 50%, mientras Fernández de Cevallos alcanzó un 27% y Cárdenas un 16.7%.
El domingo se realizará el debate entre Xóchilt Gálvez, Claudia Sheinbaum y Jorge Álvarez Máynez. Si algo tiene de parecido con el de 1994 es sus posibilidades de activar un relato distinto en las próximas semanas.
La candidata de Fuerza y Corazón por México debe demostrar que el estirón es posible y que el cierre de la elección factible. La aspirante de Morena, en cambio, tiene que resistir y ante temas complicados como son los de la salud, la educación y el combate a la corrupción, y Álvarez Máynez sorprender, mostrar que tiene utilidad que Movimiento Ciudadano mantenga el registro.
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El magistrado Reyes Rodríguez Mondragón no pretendía censurar el libro “Gracias” del presidente López Obrador, sus proyectos en el TEPJF son garantistas; de lo que se trataba es que el INE fuera exhaustivo en analizar si la difusión, en plena veda electoral, afecta la equidad.
@jandradej