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Malos contra peores
ENRIQUE SERNA escribe sobre los videoescándalos de uno y otro lado: “No es tan malo el pinto como el colorado (la camarilla de Peña Nieto superó a cualquier otra en vileza y rapacidad), pero hay una responsabilidad compartida en la prostitución de la democracia”.
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EMEEQUIS.– Los videoescándalos de la semana pasada demostraron con pruebas fehacientes que tanto el PRI como el partido gobernante recurrieron, en distintas épocas y por distintos montos, al financiamiento ilegal de campañas electorales. El afán del presidente por capitalizar a su favor la denuncia de Lozoya y desviar hacia otros temas la mirilla de la opinión pública (indebidamente obsesionada, según él, con el tablero de bajas por Covid), se revirtió contra el lanzador del boomerang y ese rebote ha situado el debate político en el terreno del relativismo moral. Los fajos de billetes recibidos por tirios y troyanos refutaron la machacona propaganda mañanera que intenta presentar ese debate en términos del bien contra el mal, o de la pureza contra la corrupción. No es tan malo el pinto como el colorado (la camarilla de Peña Nieto superó a cualquier otra en vileza y rapacidad), pero hay una responsabilidad compartida en la prostitución de la democracia.
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Si la munificente Odebrecht inyectó más de diez millones de dólares a la campaña presidencial de Peña Nieto, en el bando de la virtud militante, David León entregó un millón cuatrocientos mil pesos a Pío López Obrador para la campaña de Morena en las elecciones federales de 2015 y grabó esas entregas para extorsionar al caudillo si no le pagaba el favor. León aprendió a comprar canonjías en las filas del Partido Verde Ecologista (la mejor escuela de cinismo político), donde fue asesor de Comunicación Social del gobernador de Chiapas y luego vocero del partido en el senado. ¿Actuó por cuenta propia o Manuel Velasco, el entonces gobernador de Chiapas, lo habrá utilizado como mensajero para enviarle un regalo a López Obrador, a costa del erario chiapaneco?
Ambos donativos fueron recompensados con largueza: el de Odebrecht con la reforma energética y el mantenimiento de las concesiones que la empresa ya venía explotando en México, y el de León, con los dos puestos que ha ocupado este sexenio, sin merecimiento alguno: la Coordinación Nacional de Protección Civil, y a últimas fechas, la dirección de la nueva Distribuidora Nacional de Medicamentos. Odebrecht usufructuó ampliamente su respaldo a Peño Nieto y es probable que León haya hecho lo mismo desde sus cargos públicos. Hay, por supuesto, una diferencia abismal entre las dádivas de uno y otro benefactor: en el PRI se ha practicado siempre la corrupción a gran escala y Morena, en 2015, todavía estaba en las ligas menores del patrimonialismo. Pero tal vez ahora sus cuadros dirigentes hayan saltado a las grandes ligas, gracias a la política de adjudicar concesiones de manera directa. Si de veras son incorruptibles, ¿por qué no hacen más licitaciones?
Lozoya se ha salvado de ir a la cárcel porque buena parte sus denuncias desprestigian al PAN, el partido que más votos puede arrebatarle a la coalición gobernante en 2021. No todas sus acusaciones son dignas de crédito. De hecho, algunas parecen dictadas por algún estratega electoral de Morena. Pero si García Luna hizo negocios fabulosos con el narco en el gabinete de Calderón, es verosímil que otros miembros destacados de su equipo hayan recibido sobornos de alto calibre por favorecer a la compañía brasileña.
Pese a la contundencia del golpe asestado al PAN, López Obrador no ha logrado aún rebajarlo a la infrahumana categoría del PRI o el Verde Ecologista y algunos líderes blanquiazules, como Javier Corral o Ernesto Ruffo, tienen autoridad moral suficiente para impedir que esta avalancha de lodo sepulte al partido.
Los radicales de ambos bandos, el de los creyentes en la santidad de AMLO y el de sus haters, ya tienen claro por quién votarán en las próximas elecciones, pero en medio de ambos grupos hay una gran cantidad de indecisos que no se han definido. ¿Pesará más en su ánimo la catástrofe económica provocada por la negativa de AMLO a subsidiar el empleo durante la pandemia (con un saldo de diez millones de nuevos pobres) o el afán de castigar a los partidos donde se incubó el saqueo del erario? Si Peña Nieto no acaba en la cárcel será difícil que López Obrador logre hacerse perdonar el pavoroso incremento de la pobreza que ya se refleja en las calles. Tal y como están las cosas, un ex presidente en el tambo puede ser el único logro palpable de su gobierno.
Los errores garrafales de política económica tienen a veces peores consecuencias sociales que el secuestro del gobierno por parte de una mafia podrida. López Obrador teme con razón que una buena cantidad de sus antiguos simpatizantes, empobrecidos de la noche a la mañana, le den la espalda en el 2021 y por lo tanto, su proclividad a imponerse con métodos autoritarios puede radicalizarlo en los próximos meses, como lo indica el reciente garrotazo a Nexos. Pero quizá los demócratas agraviados vean en ese viraje despótico la señal que esperaban para retirarle su apoyo.