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Silencioso colapso de aduanas: Foullon culpa a Bartlett por “falla nacional”
Tras las intermitencias del pasado lunes 18 en el sistema aduanal mexicano, la idea general en los sectores conectados es que la “curva de aprendizaje” de los militares está saliendo muy cara. Fueron 12 horas en las que importadores y exportadores vivieron incertidumbre y exasperación.
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EMEEQUIS.– Las fallas del sistema aduanal mexicano que alcanzaron su más grave expresión en Manzanillo el pasado 18 de septiembre, fueron explicadas por el propio general André Georges Foullon Van Lissum, titular de la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM), como una crisis derivada de problemas de suministro de energía eléctrica.
De modo que Foullon pateó el balón hasta la cancha de Manuel Bartlett, bajo el cálculo de que la versión tiene credibilidad, dado el historial de apagones que contabiliza la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Pero en realidad, la “falla nacional” en aduanas que el mismo general admitió, no es sino un episodio más, derivado de una problemática que ha venido denunciado la comunidad portuaria nacional: los ensayos de nuevos protocolos y la improvisación del personal militar.
La advertencia de todos los actores conectados, según nos dicen, era clarísima: las intermitencias prolongadas del servicio cada vez más frecuentes pueden terminar en el colapso del sistema aduanal, con graves consecuencias para la economía del país.
Por ello, la explicación de Foullon, ofrecida en la reunión de la Cámara Nacional de Autotransporte de Carga (Canacar) del viernes pasado, propició cejas levantadas y otros gestos de exasperación, según testigos de primera fila.
La voz que se corrió, sin embargo, es que Foullon le compró completa la versión al almirante Felipe Solano Armenta, director general de Operación Aduanera, ganando éste todavía más animadversión en el sector.
Pues una cosa es que haya trasladado toda la proveeduría de las aduanas a compadres y amigos, según queja de algunos de los asistentes, pero otra muy distinta es que el sistema “reviente” por las ocurrencias de Soriano.
EL COLAPSO
Exfuncionarios, agencias aduanales, autoridades municipales incluso y, desde luego, el público afectado, venían advirtiendo sobre las previsibles consecuencias de los cambios de protocolos que los militares han implementado en aduanas con todo un alarde de falta de experiencia.
El diagnóstico era claro: un eventual colapso del sistema entero, lo que implicaría graves costos para la economía del país. Y ya ocurrió: el lunes 18 de septiembre, las operaciones de importación y exportación en las aduanas de México se vieron prácticamente paralizadas por una contingencia en el sistema de la Agencia Nacional de Aduanas de México.
La falla más grave y, por tanto, la más visible ocurrió en Manzanillo, donde la intermitencia en los servicios inició a las 10:15 am y se prolongó casi 12 horas, tiempo durante el cual importadores y exportadores vivieron horas de incertidumbre y exasperación.
La Comunidad Portuaria de Manzanillo (Copoma), entidad público-privada encargada de la coordinación logística en el puerto, recurrió a la tramitación manual de los procesos con un formato simplificado del “pedimento” (importación y/o exportación), documento aduanal esencial para el comercio internacional.
Imagine usted documentar 3.5 millones de contenedores como si fuera el siglo XIX.
El presidente de la Asociación Mexicana de Industria Automotriz (AMIA), José Zozaya, confirmó la persistencia de la interrupción hasta las 22:00 horas del lunes pasado, subrayando la gravedad del incidente y su impacto en la cadena de suministro.
Después quedaron claras las fallas en muchas otras aduanas. “Fue un problema nacional ―admitió el general Foullon―, son cosas que pasan, ya se está regularizando”.
General André Georges Foullon Van Lissum, titular de la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM). Foto: Especial.
ONEROSA CURVA DE APRENDIZAJE
Antes del colapso nacional del día 18, ya se habían presentado fallas similares en otras aduanas, en Tijuana, Ensenada y Veracruz. Todo en el último año.
Para dar una idea del tamaño de las afectaciones, tómese en cuenta que sólo el intercambio comercial diario entre Tijuana y San Diego alcanza los 480 millones de dólares.
La idea general en los sectores conectados es que la “curva de aprendizaje” de los militares está saliendo muy cara. Da la impresión de que están “apretando todos los botones al mismo tiempo”, todo por su ensayo de modelos operativos.
Mientras, se aplazan eternamente soluciones que deberían estar en la agenda cotidiana.
Por ejemplo, Manzanillo lleva seis años sin crear infraestructura para resolver la fluidez de mercancías al exterior del puerto. En Veracruz la tecnología de las aduanas marítimas es obsoleta. En Tijuana y Ciudad Juárez no hay políticas públicas destinadas a blindar las aduanas de la problemática migrante.
Encima, hay demasiada molestia local con la mayoría de los administradores portuarios y aduaneros de corte militar, pues se han convertido en actores de poder que buscan incidir hasta en procesos políticos y electorales. Peor aún, multiplican plazas y más plazas para más empistolados, sin orden ni concierto alguno, pues no tienen propósito real en la cadena de funcionamiento.
El temor es que, como en otros ámbitos de la estructura pública en los últimos años ―el sector salud, por ejemplo― , las fallas se conviertan en la esencia misma del sistema aduanal.
@emeequis
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