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Minas antipersonales, un presagio oscuro
Las utilizaron en Aguililla, Michoacán, en febrero del 2022 y hace unos días en Tlajomulco, Jalisco. Los sicarios están escalando en niveles de violencia y contratando a exmiembros de las FARC, por lo que se voltea a lo que ocurrió en los años ochenta en Medellín y Cali, Colombia
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EMEEQUIS. Los narcotraficantes mexicanos están usando minas antipersonales. Lo hicieron en Aguililla, Michoacán, en febrero del 2022 y hace unos días en Tlajomulco, Jalisco. En el primer caso murió un agricultor y 10 militares resultaron heridos posteriormente, y en el segundo el saldo es de seis personas fallecidas y 14 con heridas de consideración.
Son hechos graves que indican que los sicarios están escalando en niveles de violencia. Sí, cruzaron una frontera, una más, con acciones que son salvajes inclusive en contextos de guerra.
Es una dinámica que se explica por la impunidad. Es decir, los grupos criminales no se pacifican si no hay incentivos para ello, y hasta ahora el único remedio conocido y relativamente eficaz, es enfrentarlos.
Tlajomulco es el lugar donde más fosas clandestinas se han encontrado. El 39 % de las personas asesinadas en todo Jalisco, fueron abandonadas en sus predios. En la actual administración se han localizado 68 zonas de entierros ilegales.
A los delincuentes no les gusta que se busque a los desaparecidos y cada vez son más violentos en contra de los grupos de búsqueda y de las autoridades que los acompañan.
Por eso en Tlajomulco montaron una emboscada. Hicieron una llamada anónima a la Fiscalía del Estado alertando de supuestos cadáveres en un terreno, y lo que encontraron los oficiales que acudieron al llamado, fueron minas antipersonales. Habían enterrado ocho y siete de ellas estallaron.
Se trató de embocada planeada para infligir daño y para causar zozobra, pero, sobre todo, para dejar más que claro el riesgo que corren quienes se ocupan de buscar personas.
El objetivo de los criminales dio resultado, al menos de momento, porque las autoridades de Jalisco ordenaron la suspensión de la búsqueda de personas desaparecidas hasta que se diseñen protocolos de seguridad adecuados. Es entendible, por lo demás, que se tomen todas las precauciones del caso.
Se requiere de un mejor trabajo de inteligencia, para que los policías, fiscales y madres buscadoras puedan actuar teniendo un radar que les ayude a precisar y avaluar cada uno de sus movimientos.
Las bandas delincuenciales no van a desistirse del reto que ya lanzaron contra la sociedad, es más, se están preparado para ello, inclusive reclutando ex miembros de las FARC, de los que nunca se integraron a los procesos de paz, expertos en explosivos, como ha señalado Fabián Cárdenas, quien dirigió la división antinarcóticos de la Policía Nacional de Colombia.
Hace algunos años, los cárteles contaron a integrantes de los Kaibiles del ejército guatemalteco que se habían quedado en el desempleo. Con ellos inició la macabra costumbre de desmembrar cuerpos, cortarles las cabezas y arrojarlas en lugares públicos como advertencia o amenaza.
En 2015, las autoridades detectaron que integrantes del Cartel de Jalisco Nueva Generación habían recibido entrenamiento militar de ese tipo.
En la actualidad son los explosivos, y por ello es por lo que se voltea la vista hacia lo que ocurrió en los años ochenta con los cárteles de Medellín y de Cali, pero también, y de modo notable, con las FARC más recientemente, en lo que respecta a la utilización de bombas.
Las minas antipersonales se pueden convertir en un problema de consideración. En Colombia entre 1990 y 2017, la Dirección para la Acción contra Minas Antipersonal documentó 11 mil 482 víctimas, la mayoría de ellas, agentes de las fuerzas públicas.
Aquello resultó un espanto en el que, además, se violó el derecho internacional humanitario y la convención de Ottawa que prohíbe la utilización de esos artefactos, entre otras cosas porque ha causado sufrimientos, devastación social y económica en una decena de países.
En 2016, solo en Afganistán se superaban las extensiones de colocación de artefactos explosivos que las que ya había en territorio colombiano.
Inclusive, en el marco de los acuerdos de paz, las FARC-EP establecieron un grupo, que se acreditó ante las autoridades, para el desminado. Esto es así, porque ellos saben, más o menos, donde colocaron esos instrumentos morales.
En nuestro país esto apenas inicia, pero los ejemplos están ahí y ninguno es esperanzador, menos aún si no se actúa con la inteligencia y la presteza debida. Las minas antipersonales son baratas, pequeñas y de fácil acceso. Eso es una muy mala noticia.
Sería terrible el no aquilatar las consecuencias que pueden tener los estallidos en Tlajomulco, el mensaje ruinoso que está enviando sobre el futuro.
@jalejandroj
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