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La alcaldesa y Los Ardillos
¿Qué pasa en Guerrero? En Chilpancingo, es evidente, algo se rompió y eso no es nada bueno. El avance de la criminalidad es evidente, esto en el marco de la reunión de la alcaldesa con un presunto criminal.
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CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– El control criminal sobre los políticos a veces se muestra en la simpleza de un desayuno. Fue lo que ocurrió en el encuentro que tuvieron la alcaldesa de Chilpancingo, Norma Otilia Hernández, y Celso Ortega, el líder de Los Ardillos.
La filtración de un audio, apenas unas palabras, dan cuenta de dos cosas: la edil consideraba más viejo al traficante de drogas y responsable de la violencia en Guerrero, y lo quiere ayudar, porque a ella “no me interesa a lo que te dedicas”.
Hernández, quien llegó a la presidencia municipal bajo los colores de Morena, sostiene que se trató de un encuentro casual y pide esperar que las indagatorias que hará la FGR deslinden las responsabilidades. Es una argucia, porque sabe que no se profundizará en el tema. Lo fortuito también se desvanece, porque acudió a Quechultenango, donde, a estas alturas debería saber, que mandan Los Ardillos desde que fueron fundados por un expolicía, que también se llamaba Celso y se apellidaba Ortega Rosas y le decían La Ardilla.
El primer líder murió asesinado en 2011 y los sustituyeron sus hijos y de ahí el nombre de la organización delictiva. Desde el origen compran autoridades en los niveles municipales para obtener protección en las actividades que realizan.
Llevan décadas en el traqueteo y en las disputas con Los Rojos, desde que estos eran un brazo armado del Cártel de los Beltrán Leyva. Sus intereses son locales y no suelen accionar fuera de Guerrero, pero los informes policiales los catalogan como de alta peligrosidad.
Por si eso fuera poco, inclusive para los niveles de displicencia que ahora imperan en lo que se refiere al combate a la criminalidad, la presidenta municipal debe tener fresco en la memoria, como lo tienen cualquiera en Chilpancingo, que tan solo el año pasado, en junio, Los Ardillos asesinaron a seis distribuidores de pollo y en los hechos impidieron el comercio hasta que decretaron el precio que a ellos les convenía.
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Tienen el control de los mercados ilegales y en plena capital de estado, donde en teoría se les deberían de dificultar las cosas, ante la presencia del Ejército, la Guardia Nacional y las corporaciones policiacas estatales y municipales.
En InSight Crime se hizo un análisis sobre ese grupo y se detectó que estaban diversificando sus intereses, desde hace algunos años, ante una baja de la venta de amapola, para incursionar en extorsiones y secuestros.
Pero no solo eso. Presionan a las comunidades indígenas para que permitan la extracción de minerales y esto ha generado que la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias de los Pueblos Fundadores (CRAC-PF) armen a niños de 6 a 15 años ante la eventualidad de que se queden huérfanos por las incursiones cotidianas de Los Ardillos o de Los Rojos.
Los policías comunitarios han insistido en que la situación se vuelve por momentos insoportable y es lo que genera violencia y muerte.
En eso ocupan su tiempo Los Ardillos, aunque a la alcaldesa no le importe o le parezca poco relevante, porque ella lo que quiere es ayudar.
En Chilpancingo, es evidente, algo se rompió y eso no es nada bueno. El avance de la criminalidad es tan evidente, que los bandidos han llegado al extremo de abandonar siete cuerpos y cinco cabezas en el cofre de una camioneta para dejar el recado de que quieren otro desayuno.
Esto ocurrió apenas el 24 de junio de este año y quizá es respuesta a lo que ocurrió o no ocurrió luego del encuentro en Quechultenango.
Sobra insistir sobre la gravedad del hecho, pero conviene tener presente lo que es una ilustración, más que sombría, de lo que ocurre cuando mantener la impunidad no es una desgracia institucional, sino una instrucción deliberada.
En el fondo, lo más inquietante, consiste en que se está documentado el abandono en que se encuentra la ciudadanía en diversas regiones del país, donde no cuentan con protección alguna ante las presiones de los criminales.
Es probable que la alcaldesa Hernández se haya sentido con la estatura para pactar con los maleantes, o quizá no tienen idea de con quien trata, pero es precisamente en esos extremos que se explica la catástrofe que significa una estrategia fallida para enfrentar al crimen.
@jandradej
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