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Transparencia, clave para reducir riesgo de ruptura entre “corcholatas”: especialistas
Víctor Alarcón advierte sobre el proceso interno de Morena. “Estas reglas son muy frágiles, y muy susceptibles de que finalmente alguien dé un golpe sobre la mesa y pudiera reventar el proceso”. Mientras que Joy Langston señala: “No hay una forma mágica para seleccionar a la mejor candidata o al mejor candidato sin causar rupturas internas”.
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EMEEQUIS.– Rodeado de una serie de condiciones y precedentes que suscitan la desconfianza de los involucrados, el proceso de nominación presidencial de Morena para 2024 tiene una alternativa para lidiar con el riesgo de ruptura, de judicialización de los resultados y para acotar el margen de maniobra del “fiel de la balanza”. Se llama transparencia.
Pero es evidente que el proceso ha arrancado con un serio déficit en esa materia. En ello coinciden, en entrevistas con EMEEQUIS, efectuadas por separado, Joy Langston, doctora en ciencias políticas por la Universidad de Duke, y Víctor Alarcón Olguín, doctor en ciencias sociales con especialidad en proceso políticos por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y maestro en gobierno por la Universidad de Notre Dame.
Langston subraya la ausencia de claridad que entraña la secuencia de las encuestas para definir al candidato o candidata obradorista, y propone como recurso de cotejo la elaboración de estudios alternos por parte de agencias demoscópicas ajenas al proceso.
“Es una manera de contrarrestar toda la falta de transparencia en el proceso (de nominación) y en el proceso mismo de las encuestas”, dice Langston. Pero advierte también que, mientras no haya una legislación que prevea elecciones primarias para la nominación de candidatos, los partidos políticos seguirán entrampados en el dilema entre opciones deficitarias para procesar las postulaciones.
Víctor Alarcón considera que un principio de certidumbre consistiría en generar un consenso entre los aspirantes en torno a la vitrina metodológica que utilizarán los encuestadores, pero de hecho señala también inconsistencias originarias, como la selección de encuestadoras por tómbola:
“Un sorteo no te garantiza rigor científico, de por sí, en sí mismo, el esquema no es hoy confiable, tomando en cuenta que sigue habiendo un factor de poder, de interpretación última, que sería el propio presidente (AMLO), para de alguna manera orientar o tirar una línea política, que en medio de una convención, de un congreso o del mecanismo cúpula que han venido utilizando”.
Alarcón no descarta una judicialización del proceso, al menos en los términos en que están planteadas en estos momento las bases del proceso de nominación del área obradorista, y plantea también que, de mantenerse en la opacidad los pormenores del levantamiento de las encuestas, los participantes tendrían la opción de recurrir a mecanismos de transparencia para sacarlos a la luz.
En todo caso, dice, el riesgo de ruptura gravita sobre el proceso cuya reglamentación luce demasiado inconsistente: “Estas reglas son muy frágiles, y muy susceptibles de que finalmente alguien dé un golpe sobre la mesa y pudiera reventar el proceso y obligar a que el presidente diera una definición mucho más explícita a la propia dirigencia partidista para determinar la candidatura”.
Una situación semejante llevaría, a su vez, a una confrontación: “el candidato perdedor, al irse a la judicialización, le va a disputar enteramente la decisión al fiel de la balanza”.
Joy Langston prefiere no adelantar vísperas, pero insiste también en la fragilidad del método: “Si hubiera mejor forma, tal vez no estaríamos aquí con las encuestas que, ciertamente, han sido cuestionadas desde que empezó a usarlas en el PRI en los años 90. (…) Ha habido suspicacias (…) desde hace 30 años. Entonces, ¿de veras nos vamos a sorprender ahora? Y eso es porque las encuestas no son una ciencia exacta (…), es una ciencia a medias. Hay muchas formas en las que se pueden manipular los resultados, pueden manipular el margen, pueden cambiar la muestra”.
“No tenemos información completa para decir si esta encuesta o este conjunto de encuestas son una farsa”. Joy Langston. Foto: Especial.
EL CÓNCLAVE DE LA DESCONFIANZA
Tres de los seis aspirantes –Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal y Gerardo Fernández Noroña– han manifestado en meses recientes sus respectivas suspicacias sobre la efectividad del uso de encuestas para seleccionar a los candidatos del obradorismo.
Y, ahora, hasta existen dudas sobre la posibilidad de que el propio presidente Andrés Manuel López Obrador respete los resultados si no resulta electa o electo alguno de los aspirantes de su preferencia.
Joy Langston, quien además es investigadora del Centro de Estudios Internacionales del Colegio de México (Colmex), lanza el anzuelo: “No queda claro si el presidente, este señor López Obrador, está dispuesto a aceptar un candidato de Morena que no sea de su preferencia personal, no se sabe”.
Y añade: “No tenemos información completa para decir si esta encuesta o este conjunto de encuestas son una farsa, o en serio van a determinar al ganador y por ende el candidato o la candidata presidencial de Morena en el 2024”.
Las complicadas reglas de la encuesta.
Langston matiza, aunque sostiene su escepticismo, sin renunciar a un toque de ironía: “Obviamente hay muchísimos problemas de credibilidad con las encuestas. Por eso tenemos cinco encuestas, no una.¡Cinco encuestas! Y en alguna forma u otra, mágicamente, van a sacar un ganador de cuatro encuestas espejo, y una hecha por el partido”.
Reflexiona: “Si fueran tan creíbles no sería necesario tener cinco. No entiendo de las reglas que lo que yo he leído hoy en los periódicos, no entiendo muy bien cómo van a funcionar para determinar un ganador las cuatro encuestas espejo, y luego la que referían como la encuesta madre del partido. No entiendo muy bien cómo va a funcionar esto. Creo que los mismos periódicos no entienden muy bien, porque lo hubieran escrito en forma más clara. Pero tal vez nadie entiende todavía. Pero es mejor tener este tipo de encuestas que simplemente un dedazo”.
Víctor Alarcón Olguín advierte riesgo de ruptura. Foto: Especial.
Planteada la reserva inicial, la académica amplía su lista de objeciones: “Las encuestas han sido cuestionadas desde que empezó a usarlas en el PRI en los años 90. Ahora, ha habido suspicacias (…) desde hace 30 años. Entonces, ¿de veras nos vamos a sorprender ahora, cuando cada quien puede escoger a algunas de estas empresas de encuestas?”.
La desconfianza sobre estos procedimientos no es casual, expone: “Es porque nadie tiene confianza en varias de las casas de encuestas. Y eso es porque las encuestas no son una ciencia exacta. Siempre hubo como una especie de sobreventa de sus posibilidades científicas, hace 20 años, cuando ya se volvieron muy populares en el uso político. No es una ciencia exacta, es una ciencia a medias”.
Detalla: “Hay muchas formas en las que la gente que está haciendo las encuestas puede manipular los resultados, pueden manipular el margen, pueden cambiar la muestra. Y hay un problema mayor: en varias regiones de este país, los trabajadores de las casas de encuestas no pueden entrar siquiera. Entonces, pues estamos pidiendo demasiado, yo diría, de las encuestas”.
Víctor Alarcón Olguín, quien es ex presidente de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales, considera también que el obradorismo se ha dado reglas de nominación endebles, al menos en los términos en que están ahora, y por ello advierte un claro riesgo de ruptura.
Ebrard, el adelantado. Foto: Cuartoscuro.com.
Y ante ello, hay aspectos que deben blindarse, y partir de un consenso mínimo entre los involucrados:
“Lo que tendría que mantenerse como elemento de equidad en la contienda es un acuerdo sobre las propuestas de metodología para levantar las muestras, qué tipo de unidades territoriales van a consultar, el método que van a utilizar, si van a ser encuestas telefónicas, si van hacer encuestas a boca de calle… Lo importante son las vitrinas metodológicas para valorar que lo que ellos van a levantar como muestra sea realmente representativa. Y los aspirantes y sus equipos de campaña tendrán que sentarse muy puntualmente con las encuestadoras”.
Insiste: “Se asume que lo primero que van a hacer las representantes de los aspirantes será promover o sugerir a las encuestadoras que les resulten de confianza. Pero eso implicará una discusión, un análisis de las metodologías que cada una de estas empresas entregue como referente, los términos de referencia como se le dice coloquialmente en las licitaciones. Y, desde ahí, pues finalmente haya acuerdo sobre qué empresas pueden ser las seleccionadas”.
Reitera, los retos no son pocos: “Habrá qué observar el cumplimiento de los primeros compromisos, la renuncia efectiva o al menos la licencia de todos los aspirantes que ocupan una responsabilidad pública; tener la evidencia de que las encuestas efectivamente se estén llevando a cabo, que no sean cosas trucadas, inventadas, sino que haya una forma de estar supervisando en campo que están haciendo los levantamientos en forma, y saber dónde y bajo qué condiciones lo van a hacer”.
Pero aún así, el investigador advierte sobre riesgos de ruptura: “El problema que yo veo es que, por ejemplo, si la van a hacer a través de un sorteo, que parece que es lo que finalmente quieren hacer, pues un sorteo no te garantiza rigor científico. De por sí, en sí mismo, el esquema es poco confiable tomando en cuenta que de todos modos sigue habiendo un factor de poder, de interpretación última, que sería el propio presidente, para de alguna manera orientar o tirar una línea política que en medio de una convención o de un congreso, o finalmente el mecanismo cúpula que han venido utilizando”.
Sobre los procesos de selección de candidatos obradoristas a las gubernaturas estatales en los que se ha generado conflicto derivado de la opacidad respecto de las encuestas utilizadas, como precedente del proceso de nominación presidencial, Alarcón comenta: “Si ni siquiera se tiene un acceso pleno al documento o los mismos aspirantes quieren saber cómo estuvo, pues eso es motivo más que suficiente para ir a un proceso de impugnación, o incluso solicitar por medio de recursos de transparencia y al propio INE la información”.
Alarcón no elude hablar del demonio que parece acechar la nominación del círculo oficialista, la amenaza de ruptura:
“Parte de la problemática, de la deficiencia, es la credibilidad, la confianza, entre comillas, que se puedan otorgar los entre los aspirantes morenistas y los otros dos. Incluso (el proceso) no estaría exento de que se tuviera que dirimir en algún momento determinado, dada la inconformidad que pudiera expresar alguno de los contendientes o la contendiente con el resultado, si no le favorece, y que finalmente tuviera que litigarse y determinarse finalmente en el ámbito del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), o en el caso mismo del Instituto Nacional Electoral (INE), donde pues finalmente se pusiera en tela de juicio la credibilidad y la fiabilidad técnica de los resultados”.
Sheinbaum ¿con ventaja? Foto: Cuartoscuro.com.
Y, desde luego, se trata de un problema de origen: “Creo que independientemente de que ya por lo menos en términos generales están colocándose las reglas, estas reglas son muy frágiles, y muy susceptibles de que finalmente alguien dé un golpe sobre la mesa y pudiera reventarse el proceso de alguna forma, y obligar a que el presidente diera una definición mucho más explícita a la a la propia dirigencia partidista para determinar la candidatura”.
En suma, “de no poder garantizar la transparencia del proceso o al menos acercarse a algo que pudiera estar en esa en esa tesitura, se arriesgarían a una judicialización”.
Insiste: “Eso creo que son parte de los riesgos de lo que se puede esperar en función de que es un método que sigue estando con muchos huecos. Me parece que la ruta crítica para operacionalizarlo no está del todo clara, a pesar de que esto ya está definido por lo menos conforme a lo que trató de presentar como resultado el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, en términos de bases para iniciar el proceso”.
DUDAS RAZONABLES
Joy Langston agrega especias al potaje: “El punto aquí, primero, es que no queda claro si el presidente, este señor López Obrador, está dispuesto a aceptar un candidato de Morena que no sea de su preferencia personal. No se sabe”.
Y enlista algunos ingredientes inquietantes: “Yo creo que (AMLO) hubiera hecho muy bien con tres candidatos. Podemos quitarle seriedad (al incluir) al Partido Verde y a Noroña. No creo que ellos vayan a ser una competencia real. Tengo mis dudas en cuanto al señor Monreal, veo muy difícil que tenga la capacidad nacional de ganar una encuesta. Quedan tres: un amigo muy personal del señor presidente, Adán Augusto López, que sin embargo, no sé si vaya a tener la simpatía de millones de votantes en las encuestas. Y eso nos deja con Ebrard y Sheinbaum”.
Y es donde contrasta: “Lo que se dice sobre la aún jefa de Gobierno es que no levanta, sus números no levantan fuera de la Ciudad de México. Sí es cierto o no, no estoy segura. Eso quiere decir que aún siendo ella, digamos, la favorita del señor presidente, Ebrard tal vez tenga mayor popularidad alrededor del país. Ese es un supuesto que del que todavía no hay evidencia para estar tan segura”.
No obstante, Langston interpreta que esa es la razón de la confianza del excanciller: “Cero que por eso Ebrard está tan insistente en decir una y otra vez que él va a respetar los resultados de la encuesta, que no va a salir del partido, que no va a ser candidato de la oposición si pierde. Yo creo que eso es muy importante, porque muchos lo ven como un buen candidato para la oposición. Si eso incluye o no incluye al PRI, no se sabe todavía. (La circunstancia de la oposición) está muy como incierta, hasta en quiénes vayan a integrarla”.
Visto de conjunto, la sustancia predominante es la incertidumbre, como lo esboza la investigadora: “No tenemos información completa para decir con certeza: esta encuesta es una farsa, o en serio van a determinar el ganador y por ende el candidato o la candidata de Morena en el 2024”.
Adán Augusto, la duda del carisma. Foto: Cuartoscuro.com.
PARTO SIN DOLOR, OPCIÓN LEJANA
Lo cierto es que no abundan los métodos para que los partidos políticos nominen candidatos con garantía de unidad. De hecho, señala Joy Langton, “las encuestas son tan problemáticas como cualquier otra forma de seleccionar candidatos”.
Observa: “Ahí está el problema: no hay una forma mágica para seleccionar candidatos, para seleccionar a la mejor candidata o al mejor candidato sin causar rupturas internas. Ese es el problema. Si hubiera mejor forma, vez no estaríamos aquí hablando de las encuestas”.
Explora: “¿Qué otra cosa? ¿convención de delegados?, pues eso está muy fácil de manipular y es mucho más cerrado; quiénes son los delegados de Morena, ¿quién sabe? Es mucho más cerrado el tener convenciones de delegados elegidos democráticamente como antes se hacían en el PAN”.
En el universo conocido, sólo hay una alternativa a los problemáticos laberintos de los partidos mexicanos para nominar candidatos, explica la académica: elecciones primarias.
La también exeditora de la revista Política y Gobierno del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), expone: “Hasta que legalmente México decida, como hicieron hace más de 100 años en Estados Unidos para quitar el poder de las dirigencias estatales; en Estados Unidos dijeron, ¿adivinen qué?: ya, todo (candidato será seleccionado por elección) primaria. Y cambió radicalmente el sistema político gracias a ello, para bien y para mal”.
No obstante, advierte sobre problemas de financiamiento, de plazos, y de naturaleza jurídica:
“Una primaria bien hecha es carísima, hay que reconocerlo, carísima, y no hay reglas establecidas a nivel estatal, porque al fin y al cabo estas primarias se tendrían que hacer a nivel municipal o distrital. No pueden organizarse a nivel federal, esto tiene que ocurrir muy a nivel local, para que la gente asista a votar. Pero ojo: no hay infraestructura legal para hacer primarias de último momento”.
Explica: “El problema ahí es que, en el tiempo que tienen, como no se prepararon, obvio –de ningún lado, eso no es una crítica exclusiva para Morena, sino a todos–, pues no hay una forma aceptable de hacer una elección primaria. El INE puede hacer una, porque ya tiene toda la infraestructura, pero cuesta muchísimo, porque las elecciones primarias son carísimas”.
Y está el detalle de que no hay una obligatoriedad prevista por la ley: “es un tema de partido, si el partido lo quiere”.
Frente a ello, Langtson insiste en la eventual integración de un andamiaje legal que regule y obligue a las organizaciones partidistas a efectuar elecciones primarias: “Si las encuestas son malas es porque ninguna (opción) es buena. Eso sí es una verdad muy dura de entender, pero tal vez en algún momento los partidos van a dejar de jugar y de causarse problemas, y van a instalar un programa legal, dentro de la ley general de partidos, (elecciones) primarias, abiertas o cerradas, eso se determinará a nivel estatal, porque hoy por hoy los partidos sí están muy muy distanciados del votante común y corriente, y en parte no en todo, pero en parte es así, por su forma de seleccionar candidatos, sin duda alguna. Y de las encuestas, yo tengo mis dudas francamente”.
Pero entonces, ¿en qué punto estamos? La politóloga deja abierta la pregunta: “Tendría que ser encuestóloga involucrada para contestar la pregunta. Yo no puedo decir que es un dedazo porque primero, no han pasado ni los dos meses de andadera (del proceso), ¿qué van a hacer los seis precandidatos? Y luego, pues resta ver sí se acepta el resultado, yo no sé cómo vayan a sacar un resultado. Hasta no saber más, hasta no ver el resultado, la cara del presidente, tal vez, no vayamos a saber, eh”.
Puntualiza: “Yo creo que es sumamente importante que empresas que no estén invitadas a participar en el proceso de Morena, hagan una que otra encuesta, porque es una forma de saber si Morena o el señor presidente, o ambas cosas, está jugando con las encuestas o si está cosa va en serio. Esto es una forma de contrarrestar toda esta falta de transparencia en el proceso”.
Por lo pronto, dice por su parte Víctor Alarcón, “habría que esperar que al menos sí se llegue a una metodología reconocida por todos los aspirantes, y ver cómo eso funciona en la práctica, insisto: que se pueda supervisar el despliegue de los encuestados, constatar de que la empresa o empresas contratadas lo hagan en los términos de las referencias contratadas, y luego, pues esperar el resultado de ‘la interpretación’, y el mecanismo desde el cual pues finalmente estos resultados se hagan visibles”.
Pero, entonces, ¿todavía hay fiel de la balanza? Alarcón Olguín no lo excluye: “Es evidente que el fiel de la balanza pues va a hacer su chamba, pero la judicialización también es un hecho. O sea, más bien, el candidato perdedor, al irse a la judicialización le va a disputar enteramente la decisión a fiel de la balanza”.
Es preciso también, dice, “tener la certeza de que el proceso tenga manera de ser auditado en cualquier momento y por cualquiera, no sólo por los militantes de Morena, como también debería ocurrir con el proceso de la oposición”.
@estedavid
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