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Paco Stanley, la impunidad y la fabricación de culpables
El 7 de junio de 1999, el asesinato de Francisco “Paco” Stanley escandalizó en el entonces Distrito Federal. La Procuraduría local actuó rápidamente y fabricó una historia que se cayó a pedazos, en ella involucraron a Mario Bezares y Paola Durante, en un supuesto complot con los hermanos Amezcua. El crimen sigue impune.
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CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS. Las marcas de fuego que deja la violencia son inciertas. Hay momentos que significan rupturas y cambios respecto a cómo la sociedad percibe su entorno.
Si bien no calibramos lo que apenas estaba iniciando, el asesinato de Francisco Stanley significó presiones mayores para la administración de Cuauhtémoc Cárdenas, que fueron profundizadas por errores en el manejo de las indagatorias.
De modo natural, comenzó a circular la idea de que la seguridad estaba fuera de control y de que cualquiera podía ser presa de la delincuencia si uno de los más afamados conductores de variedades de TV Azteca moría a balazos en la banqueta de una taquería y nada memos que El Charco las Ranas.
Las primeras horas son las más importantes para resolver un crimen, pero también lo son para quede sepultado en la impunidad. Eso último es lo que ocurrió, porque la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, fabricaron una historia que se cayó a pedazos.
Los investigadores implicaron a colaboradores del propio Stanley en lo que habría sido una jugarreta para entregarlo al sicario que le disparó y a los cómplices que seguramente tuvo.
Mario Bezares y Paola Durante, quienes bajo esa hipótesis serían los autores intelectuales del crimen, terminaron en prisión y solo salieron de ahí por el escrupuloso trabajo que realizó la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal que presidía Luis de la Barreda Solórzano.
Luis Gabriel Valencia, un sujeto que purgaba condena por robo a mano armada, afirmó que era testigo de los preparativos del asesinato y que ellos se desarrollaron en la celda de sus jefes, para los que trabajaba de cocinero, los hermanos Amezcua, implicados en el tráfico de anfetaminas. Bajo esa teoría, Durante y Erasmo Pérez García “El Cholo”, habrían estado presentes.
La CDHDF descubrió que el único testimonio en contra de Durante era el de Valencia, pero que se contradecía con otros elementos de las indagatorias, que el acusador había sido inducido y que, de acuerdo con peritajes sicológicos, sus testimonios no eran confiables.
En teoría, Valencia llamó de modo espontáneo al servicio de atención telefónica 066 de la procuraduría, pero en esos enredos que terminan por convertirse en huellas rojas en plena nieve, el oficio por el que se canalizó la información a la policía judicial es anterior a los registros de la propia llamada.
Más aún, en una de esas piruetas que muestran el realismo mágico de algunas indagatorias, el parte escrito por los policías se redactó 19 horas y cuarenta minutos antes que fuera hecha la llamada.
Valencia declaró a cambio de beneficios, ser trasladado a un penal en Puebla, como ocurrió y ser beneficiario de la libertad bajo fianza, lo que se le complicó por el desarrollo mismo del proceso. Pero a una trabajadora social le dijo que le habían ofrecido trabajo en la procuraduría y que ingresaría con otra identidad.
En un reporte de 1997, un perito sicólogo adscrito al Reclusorio Oriente advirtió: “refiere que escucha que le hablan, que tiene sueños proféticos, fenómenos de lo ya vivido y de lo nunca vivido”.
Sobre la supuesta visita de Durante al Reclusorio el 8 de agosto para ultimar los detalles del ataque de que sería objeto Stanley se estableció que eran una mentira, ya que ella trabajó ese día en el Auditorio Nacional durante toda la jornada.
El propio Luis Ignacio Amezcua señaló, en su momento, que no conocía a Valencia, que no contaba con cocineros y que además se encontraba recluido en zona tres de seguridad, donde la vigilancia es permanente. También negó conocer a Durante.
Por estos elementos, De la Barreda firmó la Recomendación 2/ 2000 con una sola petición: “Que el Ministerio Público promueva el sobreseimiento de la causa 184/99 en favor de Paola Durante Ochoa y solicite, en consecuencia, la libertad de ésta”.
En la PGJDF no aceptaron nunca la recomendación del ombudsman y la libertad de Durante se logró por la vía jurídica, pero el documento de la CDHDF es, en si mismo, una historia sobre el mal comportamientos de ministerios públicos y policías.
El crimen de Stanley sigue impune y así seguirá, de modo irremediable.
A 24 años de aquel 7 de junio de 1999, vuelve estar en la agenda por el documental de Diego Osorno, “El show: crónica de un asesinato”, que se transmite en Televisa.
@jandradej
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