Un sicario y el limbo de Murillo Karam

Murillo Karam está en prisión porque así conviene a un relato que, en el fondo, no cambia mucho de lo que se estableció en un inicio. El fiscal está atrapado en la lógica de culpar a los que investigaron antes, en lugar de los presuntos culpables.

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CONFIDENTE EMEEQUIS

EMEEQUIS.– El caso Ayotzinapa se mantiene en una suerte de limbo de la que no lo ha podido sacar el fiscal Rosendo Gómez Piedra. Atrapado en la lógica de culpar a los que indagaron, en lugar de concentrarse en los que delinquieron, la única medalla que persiste es la de tener en prisión a Jesús Murillo Karam.

El exprocurador, a sus 75 años, acumula acusaciones y procesos, mientras los asesinos de los estudiantes de la Escuela Norma Isidro Burgos obtienen prebendas y libertades. 

Hace uno días, un juez lo sujetó a proceso por la desaparición forzada temporal y tortura en contra de Felipe Rodríguez Salgado “El Cepillo”, un pájaro de cuenta, un sicario que acumula una cauda de muerte y violencia. 

En realidad, lo de la desaparición es bastante forzado, porque el sicario de los Guerreros Unidos en realidad estuvo retenido por cuatro horas y media, momento en que lo sometieron a diversos interrogatorios, lo que fue indebido.  

Incluir en el asunto a Murillo Karam es también exagerado, porque no hubo evidencias, a lo largo del tiempo, que lo implicaran en hechos semejantes. 

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Pero el ahora acusador de Murillo Karam es una pieza central en lo que ocurrió en Iguala aquella triste noche de septiembre. No es, en modo alguno, un testigo casual, es un protagonista de los momentos más oscuros de ese caso criminal. 

“El Cepillo” recibió instrucciones de Gildardo López Astudillo “El Gil”, líder de los Guerreros Unidos, para recibir a los normalistas en Lomas de Coyote. 

Llegaron esposados o amarrados en camionetas de la policía de Iguala y los subieron a un camión de redilas para trasladarlos a Cocula. Eran 38 los detenidos y les habían señalado que se trataba de sicarios de Los Rojos y estudiantes de Ayotzinapa. 

“El Cepillo” narró que los acomodaron como costales, uno encima del otro, y algunos más de costado, formando una especie de torre. Interrogó a uno de los muchachos, quien señaló que los había mandado “El Carrete” de Cuernavaca y lo marcó con una equis roja en la espalda, para seguir indagando posteriormente. 

También supo de otros detenidos que fueron enviados al poblado de Tijeritas, donde otro integrante de la organización delictiva se encargaba de “cocinar” y desaparecer cuerpos.

Un tipo cruel, como pocos, “El Cepillo” acreditó que fue torturado, y de ello quedó constancia en la recomendación 15 VG/ 2018 de la CNDH, pero al mismo tiempo, se precisó que en una entrevista psicológica que rindió en la PGR, proporcionó su versión de los hechos de manera espontánea y coincidiendo con diversas testimoniales.

Esto importa, porque las historias que contó empalman con otras más, de cómplices que no sufrieron ningún tipo de presión. Esto es, al ser analizadas en conjunto, es que se tiene una idea precisa de la maquinaria de terror de se desató esa jornada y en la que también estuvo involucrado el presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca. 

Para Murillo Karam las cosas se complican más por consigna que por pruebas. Los fiscales buscan sentenciarlo, además, por imponer una línea de investigación que consideran falsa, evitar que sus subordinados cometieran el delito de tortura y manipular las prueba en el Río San Juan, donde se encontraron restos humanos que correspondieron a uno de los estudiantes. 

Murillo Karam está en prisión porque así conviene a un relato que, en el fondo, no cambia mucho de lo que se estableció en un inicio, porque el nudo central es el mismo: policías de Iguala secuestraron a los estudiantes de Ayotzinapa y los entregaron a sicarios de los Guerreros Unidos, quienes los asesinaron.

Es poco probable que el ex gobernador de Hidalgo encuentre la libertad en al menos los próximos años, porque en la FGR no admitirán el rotundo fracaso que es ya el expediente Ayotzinapa.

Pero no deja de ser preocupante el cariz político de las acusaciones y la constatación de que las instituciones procuradoras de justicia pueden servir como brazos para cobrar venganzas u obtener dividendos políticos. 

La política es cruel y Murillo Karam lo está sufriendo en dos vertientes, la de la situación jurídica que lo agobia y la de la soledad en la que tiene que soportar lo que es el último capítulo de su vida pública, el que seguramente obnubilará a los otros, por relevantes que hayan sido. 

@jandradej 

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