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Migración, los lobos con piel de cordero
Francisco Garduño nunca debió acceder al Instituto Nacional de Migración: un superficial examen de control de confianza habría arrojado todos los temas de riesgo relacionados con su biografía.
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CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS.– El colapso en la seguridad pública se muestra en los niveles a los que ha llegado el secuestro de personas migrantes. En la carretera a Matehuala, las autoridades descubrieron que al menos una centena de personas se encontraban retenidas por un grupo delincuencial que exigía rescate para liberarlas.
La acción de la policía estatal de San Luis Potosí, la Guardia Nacional y elementos del Ejército se debió al escándalo que había causado la desaparición de 30 turistas que viajaban de Guanajuato a Coahuila.
De no ser por la presión social, las fuerzas de seguridad no habrían actuado con la celeridad que es debida en estos asuntos.
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El tráfico de personas es uno de los negocios más redituables y por ello las organizaciones criminales de mayor potencia lo controlan. Aprovechan la nulidad del Instituto Nacional de Migración (INM) en lo que respecta a la obligación de dar protección a quienes cruzan por nuestro país, y se benefician, a la vez, de la estrategia represiva, que anima a la creación de rutas paralelas y clandestinas para quienes pretenden llegar a los Estados Unidos.
Los migrantes quedan a merced de agentes migratorios capaces de dejarlos morir por asfixia, como ocurrió en Ciudad Juárez, o de maleantes que pueden disponer de su vida.
Es un cóctel perfecto que permite a los traficantes enriquecerse causando un daño que ya es de consecuencias humanitarias, porque inclusive obtienen ventanas de oportunidad ante el muro que levantó la Guardia Nacional en la frontera sur.
Es el costo de dejar las líneas centrales del combate a la migración ilegal en manos de otro país, los Estados Unidos, y de colocar en puesto clave a ineptos como Francisco Garduño, el comisionado del INM.
Garduño nunca debió acceder a semejante posición, un superficial examen de control de confianza habría arrojado todos los temas de riesgo relacionados con su biografía. Lo saben en las áreas de seguridad, cuentan con los archivos respectivos, pero miran para otro lado con tal de no contrariar los deseos de Palacio Nacional. Flaco favor le hace al primer mandatario.
Vendrá el relevo de Garduño, pero las señales no son buenas. Un demagogo, como lo es el padre Solalinde, tendrá mano en designaciones y propuestas. Este será ya un error de carácter definitivo y un golpe a cualquier vestigio de política humanitaria. Solalinde no defiende a los migrantes, sino a un proyecto de carácter ideológico, aunque despliega bien sus dotes de propagandista para engatusar a incautos.
Los que saben del asunto, los policías y fiscales que conocen del tema migratorio, deben estar consternados ante lo que está por ocurrir, porque ellos saben quién es quién en esta historia. Es la hora de los lobos, aunque todavía lleven piel de cordero.
Por si ello fuera poco, quiso la coyuntura política que San Luis Potosí sea gobernado por un personaje con una historia oscura, que no se puede lavar solo por su alineación con la 4T.
Cuando más de 120 personas pueden ser secuestradas en la carretera y se les mantiene cautivas por tiempo indeterminado, es evidente que las complicidades y la protección que ofrecen las autoridades a los delincuentes son de carácter inaudito, inclusive bajo los altísimos niveles de impunidad que aquí imperan.
A la par de dar con los secuestradores de migrantes, para que sean llevados ante los jueces, hay que exigir una investigación profunda sobre el nivel de penetración del crimen organizado en las áreas policiales y militares.
San Luis Potosí es un lugar de paso hacia el norte, por lo que es estratégico para el tráfico de drogas y personas. Diversas bandas criminales actúan y actuaron en el pasado.
Los Zetas, en su momento, establecieron un control casi absoluto de los mercados ilegales y causaron un daño enorme a la sociedad. Ahora, desde hace años, la situación es similar, con la acción del Cártel del Golfo, aunque con el agravante de que no hay operaciones puntuales contra los bandidos, como no sean las que provienen de momentos de desesperación o cuando el agua ya llegó a los aparejos.
A estas alturas, los daños sociales son altos, la recuperación será difícil y la imagen de México continuará con un deterioro continuo.
Lo peor, sin embargo, es la renuncia a la construcción de un país seguro, donde se pueda transitar sin correr el riesgo de encontrarse con bandas de forajidos que no conocen de límite alguno.
@jandradej
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