“Plan B, jaque mate a la democracia mexicana”: Francisco Valdés Ugalde

“Morena quiere regresarnos al pasado, a una situación que parece existir solamente en la cabeza de López Obrador y de sus seguidores”, dice el autor de Ensayo para después del naufragio. “Una partida de ajedrez, sin embargo, se termina y, efectivamente, hay que volver a empezar el juego”.

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EMEEQUIS.– La partida alcanza su recta culminante, muchas piezas de la democracia mexicana quedaron fuera de los escaques o están comprometidas, y su ficha principal, el Instituto Nacional Electoral (INE), se encuentra acorralada: el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha lanzado su jugada: el “Plan B”, un conjunto de leyes secundarias que inhabilitan presupuestal y operativamente a la autoridad electoral.

Si prospera la jugada obradorista, ¿habrá jaque mate a la democracia mexicana?

“Si eso pasa, efectivamente llegaremos a una situación de jaque mate temporal, porque el juego social, a diferencia del ajedrez, es un juego continuo, permanente. Una partida de ajedrez, sin embargo, se termina y, efectivamente, hay que volver a empezar el juego. En ese sentido habría jaque mate, pero la vida política y social continúa, siempre”. 

Quien arroja luz sobre el tablero es Francisco Valdés Ugalde, que añade: “Si la institución electoral es vulnerada, habrá más inestabilidad, más descontento y más violencia a corto plazo”.

En entrevista con EMEEQUIS, el exdirector de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en México y exconsultor de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y de la Organización de Estados Americanos (OEA), escudriña la disposición de las piezas sobre la cuadrícula y reseña el estado de la partida:

“México generó una nueva mayoría en 2018 y lamentablemente esa nueva mayoría busca que regresemos a la vieja forma de ejercer el poder. Esa es la fórmula, la ecuación que está funcionando ahora. Morena quiere regresarnos al pasado, a una situación que parece existir solamente en la cabeza de López Obrador y de sus seguidores. Lo que estamos observando, es que para hacer posible esa situación es hegemónica, donde de nuevo un sólo partido vuelva a gobernar arbitrariamente, patrimonialistamente, y entonces hay que regresar al pasado y por lo tanto hay que destruir a las instituciones electorales para que las vuelva a controlar al gobierno”.

Pero nadie sale indemne de una batalla de odio. A la coraza obradorista le surca una grieta profunda también, según observa el también investigador de la UNAM en el sector oficialista: “Ha perdido la batalla cultural, ha perdido la batalla moral… La ira que transmite tanto el presidente como sus seguidores, conduce solamente a una exacerbación de los ánimos”.

Los costos para el obradorismo se harán visibles a la brevedad: “Eso lo estaremos viendo en los próximos meses y en el próximo año”.

No obstante, Valdés Ugalde ―cuyo más reciente libro, Ensayo para después del naufragio (Debate), acaba de llegar a las librerías del país―, espera que la mayoría rechace la regresión: “Yo esperaría que la situación diera vuelta o tome otro sentido, y recuperemos la capacidad de dialogar, de discutir y de convenir en la creación de consensos para el establecimiento de nuevas reglas de decisión y acceso al poder”. 

EL TAMAÑO DE LA EROSIÓN DEMOCRÁTICA

Pero ¿hasta dónde habíamos llegado en términos de avance democrático y hasta dónde llega hoy la erosión del sistema democrático mexicano? De cara a 2024 ¿qué alternativas hay? ¿daremos un salto aún más drástico hacia el pasado o logramos sortear con fortuna este momento de amenaza a la democracia mexicana?

Francisco Valdés Ugalde explica que los estándares de la autoridad electoral mexicana habían alcanzado una calidad de auténtica clase mundial:

“Yo creo que los estándares que habíamos conseguido en materia de transformación de las reglas de acceso al poder para hacerlas democráticas, fueron muy altos. Tan es así que el reconocimiento internacional de la institución electoral mexicana ha sido prácticamente universal. No solo eso, se ha usado la experiencia mexicana para crear otros sistemas electorales en el mundo, y hay muchos ejemplos: el de Irak, el de Vietnam, y muchos otros países en donde la institución electoral mexicana, y en América Latina, ha sido tomada como una forma ejemplar de organizar las elecciones”. 

Sin embargo, expone, fallamos en la manera de ejercer el poder: “En alguna una conversación a mitad de los años moventa cuando, estábamos viviendo o llegando a las decisiones políticas que nos condujeron a elecciones libres, verdaderamente limpias, cuando por primera vez tendríamos un sistema pluralista, yo me preguntaba, bueno, ¿qué va a pasar con los partidos de oposición (PMT, el PAN, el PSUM, etcétera)? ¿Nos iremos a contaminar todos del PRI, de partido hegemónico? ¿o todos van a ser infectados por el virus de la democracia, la anticorrupción, de los valores democráticos?  Creo que nos ganó la primera. La forma de ejercer el poder por parte de todos los partidos que han gobernado en distintos momentos en distintos niveles de gobierno, porque prácticamente todos se han rotado por todos los cargos de elección popular que hay en el país, dejan mucho qué desear”.

Así convocaba el autor a la marcha en defensa del INE en noviembre de 2022.

Todo aquello desembocó, señala, “en 2018, en una nueva mayoría, lamentablemente esa nueva mayoría busca que regresemos a la vieja forma de ejercer el poder y dejemos la nueva forma. Esa es la fórmula, la ecuación que está funcionando ahora. Morena quiere regresarnos al pasado, a una situación que parece existir solamente en la cabeza de López Obrador y de sus seguidores. Lo que estamos observando, es que para hacer posible esa situación es hegemónica, donde de nuevo un sólo partido vuelva a gobernar arbitrariamente, patrimonialistamente, entonces hay que regresar al pasado y por lo tanto hay que destruir a las instituciones electorales para que las vuelva a controlar al gobierno. Yo veo esa lógica, y justamente es esa lógica es posible porque no afectamos seriamente la manera en que se ejerce el poder, una vez que se llega a él”.

―Entonces, digamos, si prospera el Plan B, que es la última jugada del obradorismo y de Morena, ¿habrá un jaque mate a la democracia mexicana?

―Bueno, esperemos que no ―responde Valdés Ugalde―. Yo tengo esperanzas de que no sea así, de que haya una gran movilización social en el sentido de defender la democracia, de que las instituciones que defienden la democracia por vocación de defensa constitucional, efectivamente la protejan. Y que no se llegue a esa situación de destrucción del sistema electoral. Si eso pasa, efectivamente llegaremos a una situación de jaque mate temporal, porque el juego social, a diferencia del ajedrez, es un juego continuo, permanente. Una partida de ajedrez, sin embargo, se termina y efectivamente hay que volver a empezar el juego. En ese sentido habría jaque mate, pero la vida política y social continúa, siempre.

Eso sí, advierte: “Si la institución electoral es vulnerada, habrá más inestabilidad, más descontento y más violencia a corto plazo”.

―Pero, del otro lado, ¿hay erosión en el proyecto autoritario de Andrés Manuel López Obrador?

―Creo que no tenemos todavía mediciones suficientemente confiables. Eso lo estaremos viendo en los próximos meses y en el próximo año. Creo que ha perdido la batalla cultural, que ha perdido la batalla moral, a pesar de lo que dice; que cada día más gente se está dando cuenta de que el camino adecuado para el país no es este choque que nos lleva a un horizonte sumamente cerrado. (…) La implicación, la ira que transmite tanto el presidente como sus seguidores, conduce a efecto solamente una exacerbación de los ánimos; pero yo espero que no sea seguida por la mayoría de la población o por lo menos no por el número de seguidores que se expresaron electoralmente en 2018. Y yo esperaría que la situación diera vuelta o tome otro sentido, y recuperemos la capacidad de dialogar, de discutir y de convenir en la creación de consensos para el establecimiento de nuevas reglas de decisión y acceso al poder.

Su más reciente libro. 

ZONA DE DESASTRE INSTITUCIONAL

Francisco Valdés ha encontrado una crisis en las relaciones entre los derechos ciudadanos, la democracia y la forma de ejercer el poder que ha propiciado en buena medida el viraje hacia modelos autoritarios.

“Para poder ejercer esos derechos necesitamos condiciones que nos permitan actuar como seres de plena capacidad, y eso es lo que no está dando el estado en la mayoría de los países los latinoamericanos, donde esta situación se presenta de forma crítica porque los recursos y la forma de administrar los recursos que tienen los estados, sigue siendo muy tributaria, en las viejas formas del patrimonialismo, del rentismo, de la corrupción y la rapiña; e incluso todavía en países con rasgos feudales, incluso México, donde el racismo y el clasismo llegan a niveles que son francamente inaceptables desde un punto de vista de la igualdad, de la democracia”.

Esas condiciones han sido el combustible para el incendio contrademocrático de la región: “Es la situación más importante que enfrentamos y que produce mucho descontento, que lleva la idea de que la democracia no sirve, y de que es mejor tener gobiernos populistas autoritarios porque supuestamente van a resolver las cosas, y bueno pues hasta donde vemos ¿que resuelven…? Pues resuelven unos cuantos pesos, francamente limosnas, para los adultos mayores y para los jóvenes, por seguir usando el ejemplo mexicano, y una gran devastación institucional de las estructuras que aunque fueran muy malas, como las de salud o las de educación, habíamos ido construyendo poco a poco y que han sido echadas para atrás”.

Considera que afecta a toda América Latina en cuanto a “esta crisis de la relación entre los derechos, la democracia y la forma de gobernarnos, que nos obliga, si no queremos una regresión, a gobernarnos en maneras diferentes, formas alternativas, mucho más libres, mucho más democráticas, pero al mismo tiempo incidiendo, con decisiones políticas colectivas, que nos conduzcan a mayores niveles de igualdad socioeconómica, de género, política, de grupo, entre el campo y la ciudad, etcétera, que son justamente ahí los indicadores que es donde hemos aumentado la desigualdad y donde la democracia ha penetrado porque la gente sabe que tiene más voz, sabe que tiene más libertad, sabe que tiene más derechos, pero no tiene los procedimientos para hacerlos cumplir y eso es lo que nos falta”.

TIK-TOK Y EL PODER

El académico e investigador titular del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, que además ha sido profesor e investigador visitante en las universidades de Columbia, Harvard, Brown, Connecticut, de California en San Diego, Salamanca y en Insituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, señala que datos concretos y empíricos han documentado las buenas cuentas, a nivel histórico, que han rendido las democracias. 

“Durante la tercera ola de la democratización, pese incluso al neoliberalismo, es sorprendente lo que vemos en términos de mejoría en las condiciones de vida, reducción en los niveles de hambre, reducción en los niveles de violencia. Pero nos fijamos más en las expresiones de la violencia que en las estadísticas de la violencia a nivel mundial. Y comparativamente, a nivel histórico. Han bajado, pero por desgracia no hemos logrado dar el siguiente paso, y yo creo que eso no es solamente tener capacidad de decidir quiénes nos gobiernan, sino decidir también cómo nos gobiernan, algo que no hemos tocado todavía”. 

Sin embargo, ni las redes digitales nos han dotado de una capacidad para incidir en la manera de ejercer el poder: 

 “Creo, por ejemplo, que en las redes sociales se manifiesta un gran enojo. Estas tecnologías (…), estos procesos tecnológicos, efectivamente pueden observarse como una oportunidad, efectivamente lo son. Entonces, sí veo ahí una oportunidad (en las redes sociales). Sin embargo, están en una etapa muy primitiva de desarrollo y desde el punto de vista de la apropiación social de esos medios de comunicación, también están en una etapa muy primitiva”.

Considera que es el mismo caso de los medios masivos:  “Por ejemplo, la radio y la televisión así lo está en México, no en otros países. Oligopolios privados, grandes empresas, que se dedican a ganar dinero y se olvidan de la función que tienen al ser los que manejan esta esfera tan importante de la vida social que es la manera en que pensamos, o que regula la manera que sentimos, pensamos, queremos o nos comportamos socialmente; eso tiene que cambiar”. 

Ejemplifica: “El hecho de que estos medios estén monopolizados, o sean solamente o principalmente usados por grandes compañías que son parte de esta “ricósfera” que se ha convertido en la clase súper rica, la clase ultra rica, ese pequeño grupo de menos del 1% de la población mundial, que prácticamente vive en otro planeta, vive en un avión privado, vive en castillos, vive fuera del contacto con el resto de la gente; esas tecnologías no están suficientemente puestas a disposición del proceso de mejoría humana ni social…” 

Pero no es una meta imposible, aunque hay que estar dispuestos a despojarse de condicionamientos históricos, dice Valdés Ugalde: “Hay países que lo han conseguido, así que no se puede decir que no sea posible: los países nórdicos, países más pequeños en donde la igualdad es muy grande; los países de las tradiciones anglosajonas, incluso en las islas del Caribe, precisamente por venir de sus tradiciones anglosajonas y no de las continentales europeas, han llegado a niveles de mucha mayor igualdad y menor jerarquía que sociedades como las ibéricas, iberoamericanas, en las que nosotros hemos vivido, con todo y nuestro componente prehispánico y de pueblos originarios, que también traían lo suyo, y lo siguen trayendo, en términos de opresión, de desconocimiento de los derechos de las personas, en términos de la opresión colectiva sobre los individuos, que tendrían que ser superados para poder avanzar en reconstruir estas relaciones entre los derechos; la democracia, entendida como la gestión del espacio y de la vida pública; y el estado como la última instancia, las decisiones y los valores fundamentales se protegen de manera efectiva, y no solamente de manera ficticia”. 

Precisa: “Creo que eso no se va a lograr por arte de magia, sí no lo damos a través de las decisiones que la ciudadanía toma, de los cambios que los partidos políticos impulsan, visiones novedosas de Estado, de largo plazo; que nos permita mejorar, si no aparecen esos elementos, no vamos hacia esa mejoría y perfectamente podemos regresar a situaciones todavía más autoritarias que las que estamos viendo ahora”.

 La democracia al estilo AMLO. Foto: Cuartoscuro.com.

FUNDAMENTALISMO DE MERCADO

A la hora de las sumas y las restas, los regímenes democráticos salen mucho mejor librados que los regímenes autoritarios, pero estos han ganado el certamen de quién echa en cara las deudas con mayor estridencia.

Valdés Ugalde lo resume así: “Yo creo que, como dice Peter Sloterdijk (filósofo alemán), la productividad moral del reproche hoy se ha vuelto contra las causas del reproche”.

Se explica: “En el transcurso de la Guerra Fría y antes de que ésta empezara, en la Guerra de Corea, y en el momento de la posguerra, de 1945 en adelante, un hecho fundamental del orden contemporáneo que todavía alcanza hasta nuestros día, a pesar terminado la Guerra Fría, fue la Carta de las Naciones Unidas. Ese momento marca la voluntad de nunca dar marcha atrás, nunca, otra vez, hacia las formas más bestiales de la de lo inhumano, y lamentablemente la experiencia del socialismo real se convirtió en otra forma de ese horror”.

Tampoco es cosa de cerrar los ojos. Detalla: “No significa esto que el capitalismo esté exento de causas o que no haya sido causa de problemas, pero a final de cuentas ha sido el sistema económico que más productividad le ha generado a la humanidad históricamente hablando, y que aún se lo sigue brindando hoy en día, a pesar de efectos tan graves como la mala distribución de la riqueza y muchos otros males; la desigualdad, que traiciona la promesa de la igualdad que estaba en la carta de Naciones Unidas, e incluso que se anunciaba desde tiempos mucho más remotos, desde fines del Siglo XVIII”.

Y es que de que el fanatismo es bravo, hasta a los escépticos muerde. El académico lo explica así:

 “Al caerse los bastiones que yo creo que eran dos, fundamentalmente, por un lado la polarización entre dos, de la Guerra Fría; pero al mismo tiempo había, por lo menos hasta 1980, una sociedad occidental democrática que tenía, postulaba, promovía un estado de bienestar, y dejó de promoverlo y de auspiciarlo, con la idea de que una vuelta al simple mercado lo curaría todo y nos llevaría a una reducción del tamaño del Estado, a una reducción del costo del estado y a que nuestros problemas se resolverían en el mercado. 

“Pero resulta que el mercado no es un mecanismo automático, es un mecanismo que requiere que los humanos funcionemos con base en información, en incentivos, en situaciones que nos permiten o que nos impiden tomar ventaja de oportunidades que se presentan a unos y a otros precisamente por las propias condiciones de vida en la que en las que surgimos. Al cambiar ese giro, ahí claramente entra la idea del neoliberalismo”.

A Valdés Ugalde no le gusta el término: “No me gusta la palabra, porque yo creo, más bien, que lo que ocurrió es un fundamentalismo de mercado. Los liberales, fundadores del pensamiento liberal, fueron progresistas porque justamente pensaron que había posibilidad de construir un mundo que fuera superior al feudal, que fuera superior al del dominio servil de la mayor parte de la población por parte de o minoritario que era la nobleza, y dominados todos por una monarquía. Y el mercado jugaba, en el pensamiento liberal original, la función de liberar a los individuos, darles autonomía, potenciar sus capacidades, dejarlos que mantener como siervos, como sujetos del monarca o del señor feudal y al tener libertad podían tener mucha mayor creatividad y desarrollar mejor sus potenciales”.

Pero la fanaticada del mercado convirtió el tema en la justificación misma del Estado: “Se vuelve una ideología de estado; y la democracia, por definición, no debiera tener ningún tipo de ideología de estado, excepto los valores fundamentales, constitucionales, de la igualdad y de la mayoría, es decir, que todos somos iguales y tenemos derecho a la igualdad en todos los aspectos de la vida. Tenemos derecho a tener igualdad de oportunidades, igualdad de capacidades, y que elegimos gobiernos por mayoría para que nos den los bienes públicos que como comunidad política necesitamos para desarrollarnos; y ese es el problema en que incurrieron tanto el socialismo que se volvió deficitario e insostenible en su funcionamiento, como el capitalismo de bienestar que no logró reformularse sino más bien retrocedió hacia una forma muy primitiva, a la creación especie de, ¿cómo diríamos?, una situación de estado natural, de guerra de todos contra todos”.

Y alguien tenía que pagar los platos rotos: “Yo creo que injustamente fue la relación entre la democracia, los derechos, y el Estado, como está configurado, lo que entró en crisis en nuestros tiempos, y es justamente ahí donde tenemos que aplicar la creatividad para restablecer esa relación, pero en una forma muy diferente. La evolución de los derechos durante todos los procesos democráticos, ha ido de menos a más, de menos derechos a más derechos, de derechos más restringidos a derechos más amplificados; bueno, hoy nuestras constituciones, nuestros gobernantes, nos dicen que tenemos derechos, y muchísimos derechos. Si tú lees la Constitución mexicana dice que tenemos derecho a la alimentación, a la salud, a la educación, al trabajo, al salario remunerativo, a la identidad étnica, al uso de nuestros propios lenguajes y creencias… Metemos no sé cuántos derechos en la Constitución pero a la hora que tú quieres hacer cumplir un derecho, no tienes el recurso, el procedimiento, la forma legal para poder acudir que se te haga justicia y se te cumpla tu derecho”.

@estedavid

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