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2008, la ruptura de los cárteles
Si bien los testimonios de Sergio Villarreal “El Grande” y de Harold Mauricio Poveda “El Conejo” no han logrado vincular directamente a Genaro García Luna con los hechos de violencia de 2008 y su protección a narcotraficantes, si permiten comprender parte de la historia negra del país tras la ruptura del cártel de Sinaloa
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CONFIDENTE EMEEQUIS
EMEEQUIS. En 2008 el cártel de Sinaloa se dividió. Los hermanos Beltrán Leyva se separaron del Joaquín “El Chapo Guzmán” e Ismael “El Mayo” Zambada.
Esto significó el aumento de la violencia en el país en niveles hasta ese momento no conocidos. Más de seis mil muertes relacionadas con la rivalidad criminal y movimientos en las estructuras de los grupos que se dedicaban a la producción y trasiego de drogas, pero al que añadieron variables muy redituables como el secuestro, la trata de personas, el robo de autos y la extorsión.
El país se pintaba de rojo, y los jefes de los clanes importantes desconfiaban entre ellos y se traicionaban, con los vendavales que cada episodio generaba.
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Para las policías esto significó un desafío mayor y por dos motivos. El primero, porque se enfrentaban a una dinámica de fuerzas de las que no se conocía su alcance y porque, al mismo tiempo, la ruptura sinaloense puso bajo la lupa a decenas de oficiales y mandos en las fuerzas de seguridad.
Los testimonios de narcotraficantes en el juicio que se sigue a Genaro García Luna han dado pistas de los desmanes del 2008, que derivaron en la captura de Reynaldo “El Rey” Zambada por un operativo realizado por los Beltrán Leyva.
De acuerdo con testimonios como los de Sergio Villarreal “El Grande” y de Harold Mauricio Poveda “El Conejo”, ellos fueron los encargados de la captura y de entregarlo a las autoridades, inclusive propiciando una campaña mediática para evitar que dejaran en libertad al hermano de “El Mayo” Zambada.
Pero un operativo de esas dimensiones no se puede realizar sin protección oficial, de ahí que desataran ajustes de cuentas en el que murieron oficiales policiacos, buenos y malos, en donde los matices son más frecuentes que las caracterizaciones tajantes.
Una parte de lo que cuentan los testigos colaboradores se investigó en su momento en México, hubo detenciones y se sujetó a funcionarios de diversos niveles a proceso.
Una acción en contra de “El conejo” Poveda, generó fricciones entre la Policía Federal y la PGR, al grado de que el comisionado Víctor Garay Cadena resultó acusado de complicidad con los Beltrán Leyva, pero con el tiempo resultó exonerado.
El narco colombiano, en ese momento, logró escapar de un cateo en su residencia de Desierto de los Leones.
Las estructuras de seguridad ya crujían cuando en la propia PGR se desató la Operación Limpieza, que tenía el objetivo de enviar a prisión a funcionarios supuestamente al servicio de los Beltrán Leyva. Inclusive se acusó a quien fue subprocurador de Investigación contra la Delincuencia Organizada, Noe Rodríguez Mandujano, quien permaneció cuatro años en prisión, pero obtuvo su libertad porque un juez consideró que se habían fabricado pruebas para inculparlo.
Por ello, sostener que no existieron consecuencias sobre las diversas corruptelas que se develaron por la propia crisis del cártel de Sinaloa no es del todo cierto. Otra cosa es la calificación que se les pueda dar a lo que hicieron y no hicieron las autoridades en su momento.
Algo que no hay que perder de vista, es que muchos de los participantes en las acusaciones contra García Luna, se les detuvo en México y luego resultaron extraditados, donde se acogieron a esquemas de colaboración a cambio de reducción en sus condenas.
Lo que no ha quedado establecido en la Corte de Brooklyn, en las primeras semanas del juicio, es la implicación del ex secretario de Seguridad Pública en estos hechos, ya que la mayoría de los testimonios son de oídas.
Ese periodo, el que se está juzgando, es una suerte de lienzo en el que se pueden observar los comportamientos del mundo criminal, su poder de corrupción y la apuesta que estaban dispuesto a correr en contra de las autoridades, reatado a la sociedad misma.
Dos secuestros de alto impacto conmocionaron a la sociedad entre finales de 2007 y el 2008: el de Silvia Vargas y el de Alejandro Martí.
Como suele ocurrir, los problemas para las autoridades se fueron empalmando y la percepción de inseguridad permeó muchas de las actividades cotidianas.
Sí, es parte del relato de la fiscalía en Estados Unidos y son las líneas de un horizonte del que iremos conociendo su complejidad.
Pero ello no debe hacer perder de vista el interés que pueden tener los diversos testimonios, para ayudar a comprender un periodo de la historia del país.
@jandradej
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