“Traigo un nudo en la garganta". Ceci Flores continúa la búsqueda de sus hijos

Ceci Flores creyó haber encontrado los restos de uno de sus hijos, pero la Fiscalía descartó parentesco. “Se me hace muy raro que en tan solo cuatro días hayan sacado un perfil de los restos, cuando en otras ocasiones han tardado meses y no han entregado nada de información”, dice la madre buscadora.

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EMEEQUIS.– La naturaleza dice que los seres humanos nacen, crecen y mueren. Pero la realidad es que, en un país como México, hay personas que pueden “morir” una, dos, tres o más veces en una misma vida. No nos referimos a una muerte natural, sino a una muerte emocional. Ceci Flores ha muerto tres veces, pero ha conseguido renacer para convertirse en un símbolo de la búsqueda de personas desaparecidas en el país.

El pasado 14 de abril Cecilia Flores encontró los restos de lo que, advertía, podía ser su hijo Marco Antonio. Siete años ha pasado buscando y rastreando, día tras día sin descanso. Alimentada por la esperanza, parecía que por fin podría renacer de una de sus muertes. 

A través de un tuit viralizó la noticia y de inmediato el caso llamó la atención de varios medios de comunicación. Era la posibilidad de que una madre buscadora encontrara los restos de su hijo.

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“Traigo un nudo en la garganta. Creo que encontré a mi hijo Marco en la búsqueda de hoy. Reconozco su dentadura y forma de cráneo. Siento que me derrumbo”, escribió en el tuit que tuvo 65 mil likes.

Pero el 18 de abril fue uno de esos días en los que ella cree que no puede más. La Fiscalía de Sonora comunicó que los restos óseos no corresponden a su hijo y que las pruebas de ADN lo confirman.

Ceci Flores tiene la voz más cansada y decaída que otras ocasiones. La esperanza era grande, pasó más de tres horas en la oscuridad para dar con ese cuerpo, y hoy le comunicaron que no era su hijo mayor. Pero su voluntad no se detiene: hará lo posible por confirmar o desmentir que se trata de su hijo.

La madre de Marco Antonio no termina por creerle a las autoridades. “Se me hace muy raro que en tan solo cuatro días hayan sacado un perfil de los restos, cuando en otras ocasiones han tardado meses y no han entregado nada de información”, comenta. Por ello, su siguiente paso es exigir información y pruebas para descartar que se trate de su hijo; o en su defecto, solicitar que se hagan pruebas por fuera. 

Continuará con una lucha que ha enfrentado día a día durante siete años. Contra la autoridad e insensibilidad.  

Los hijos desaparecidos de Ceci.

ASÍ FUERON DESAPARECIENDO SUS HIJOS

La primera muerte de Ceci Flores se dio el 30 de octubre de 2015 cuando su hijo Alejandro Guadalupe fue víctima de desaparición forzada en Los Mochis, Sinaloa. Tenía 21 años cuando salió de casa camino al trabajo y no llegó. A partir de ahí, comenzó una historia de muerte y resurrección emocional. También una historia de insensibilidad y lucha.

Pero no todo fue inmediato. Las primeras semanas tras la desaparición de Alejandro fueron muy complicadas. Ceci hace énfasis en que es una sensación indescriptible, “no hay palabras que puedan describir el dolor de perder un hijo”, explica. Fueron tres meses de caminar a ciegas, tres meses de no encontrar respuesta ni apoyo de las autoridades, y tres meses fueron suficientes para darse cuenta de que debía ser ella la que tendría que encargarse de la búsqueda de su hijo.

Fue en diciembre de 2015 cuando la señora Flores comenzó –sin ningún tipo de experiencia previa y con total desconocimiento– una nueva labor en su vida, que ha durado mucho más de lo que hubiera querido: la búsqueda de sus hijos. Empezó buscando sola, pero pronto se enteró de la existencia del colectivo Las Rastreadoras del Fuerte en Sinaloa, encabezado por la señora Mirna N. Medina.

Ceci comenta que Mirna inmediatamente la apoyó y la integró al colectivo. Pasó tres años como rastreadora en Sinaloa buscando a su hijo Alejandro, cuando Ceci sufrió su segunda y tercera muerte, las dos a la vez: en Sonora desaparece su hijo mayor Marco Antonio, de 32 años; y el menor, Jesús Adrián de 16 años.

En Sonora no había ningún colectivo en aquel momento. Solo existía una página de búsqueda llamada Guerreras Buscadoras, pero Ceci fue ignorada y le prohibieron buscar, ya que la líder estaba amenazada y cualquier actividad similar podían relacionarla. Pero tal como explica la señora Flores, “a mí nadie me iba a prohibir buscar a mis hijos”.

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Fue así como comenzó, sin saberlo, su propio colectivo. Del que en ese momento era la única miembro. Tal como cuenta, salió a buscar a sus hijos con pico y hacha en mano, pero recurrió a una herramienta extra que sería importantísima para el futuro de su colectivo: su celular. Ceci realizó transmisiones en vivo por redes sociales de sus búsquedas, y con ello, muchas mujeres se sumaron a la lucha para entre todas intentar localizar a sus familiares desaparecidos.

Ese momento fue uno de los más duros para Ceci Flores. Tenía a sus tres hijos desaparecidos y no podía creer que estuviera viviendo eso. “Yo me quería morir. Era para volverme loca y sentía mi vida destruida”. “Pierdes a tu hijo, lo pierdes todo. El día que desaparecieron a nuestros hijos, nos desaparecieron también a nosotras. La vida sin ellos no vuelve a ser vida. Es como morir”. 

Ceci en el Zócalo de la Ciudad de México. 

ATACAN MÁS LAS AUTORIDADES QUE LOS CÁRTELES 

Pero gracias a su lucha “y a Dios”, como describe, la búsqueda tuvo repercusión inmediata y tras 6 días de rastrear en Sonora, le entregaron a su hijo menor. Ese día Ceci recibió una llamada telefónica en la que le avisaban que alguien quería hablar con ella. Le pasaron el teléfono a sus dos hijos y habló con ellos. En ese momento no podía creer lo que estaba pasando. Recuerda que su hijo mayor en esa llamada le dijo: “Madre, te encargo mucho a mi hijo si no vuelvo. No te vayas a olvidar de mis hijos”. En ese tiempo, Marco Antonio acababa de ser padre de un recién nacido.

La persona que se comunicó con ella le prometió que esa noche le llevaría a sus hijos. Ceci estaba en Hermosillo cuidando a su nieto recién nacido cuando lo dejó a él y a su nuera y se dirigió a su casa en Valle de Kino. Ya ahí, recibió una llamada donde la citaron en un lugar intermedio para entregarle a sus hijos. Fue la madrugada del 9 al 10 de mayo cuando la persona al otro lado del teléfono le dijo que le llevaría su “regalo del día de las madres”.

Ceci describe el sitio como un lugar “muy feo, muy tétrico, oscuro y terrífico”. Tal como se lo pidió la persona del teléfono, Flores arribó junto con autoridades al lugar, y ahí estaba, en un monte, su hijo menor Jesús Adrián. Pero no estaba Marco Antonio. Según el hijo menor, la orden era soltar a ambos, pero la persona que se quedó con él no lo quiso así. Hasta la fecha Ceci sigue sin saber nada de Marco.

La fundadora del colectivo Madres Buscadoras de Sonora había recuperado vivo a uno de sus tres hijos desaparecidos. En aquel momento, explica que fue un envión anímico: “Ahí empecé a recuperar un poco lo que había perdido: la fe, las ganas de vivir, de luchar y de seguir”, comenta sobre el tema.

Pese a que parecía que Flores había renacido –por lo menos un poco–, su lucha continuaba. Como se mencionó, a Ceci se unieron muchas mujeres que estaban pasando por una situación similar. Poco a poco le pidieron apoyo más y más madres de familia, al punto que, a la fecha, el colectivo posee más de 2 mil madres.

La rastreadora explica que actualmente, “mucha gente denuncia primero a colectivos que a autoridades”, ya que estas agrupaciones independientes no buscan revictimizar y no hacen preguntas para buscar. Simplemente apoyan sin más cuestionamientos del origen, trabajo o situación del familiar desaparecido. “Nosotras no hacemos preguntas, apoyamos incondicionalmente sea quien sea”.

No hay día que no estén en la lucha. Lucha por recuperar a sus hijos y lucha contra las autoridades. Confiesa que “si de alguien tenemos más ataques es por parte de las autoridades, no por parte de los cárteles”. Expone que a los carteles no les deben nada, es a las autoridades porque son los colectivos los que destapan lo que ellos tratan de ocultar.

El colectivo Madres Buscadoras de Sonora ha encontrado a más de 900 personas en fosas clandestinas, más de 800 personas encontradas con vida y entregadas a sus familias; incluso han viajado a diferentes partes del país para colaborar en la búsqueda. “Hemos hecho mucho trabajo, mucho más que las autoridades”, afirma Ceci. 

A pesar de la ardua labor, Flores comenta que el trato de las autoridades es exactamente igual, “ni nos pelan”, dice. La única diferencia es que le ofrecen seguridad, pero para Ceci es lo mínimo que pueden hacer. “Agradecemos el apoyo que nos dan, pero en realidad yo no lo veo como un gran apoyo porque nosotras estamos haciendo el trabajo que ellos tendrían que hacer”. Agrega que “Nosotras somos las que necesitamos a nuestros hijos en casa. Para ellos son una estadística más y un delincuente menos”.

Hasta la fecha, las autoridades no han sido capaces de ofrecer a Ceci información sobre algún sospechoso de la desaparición de sus hijos.

El dolor de Flores es inmenso, pero encuentra un poco de satisfacción en el hecho de que otras madres puedan pedirle apoyo para encontrar a sus hijos. “Aunque no he podido encontrar a los míos, he encontrado cientos de hijos que no tenía antes. Dios me quitó dos, pero me dio cientos más, porque sus madres ponen sus esperanzas en mí para encontrarlos”.

Explica el momento de encontrar un cuerpo dentro de las búsquedas: “Por un lado da gusto, pero por el otro da incertidumbre el pensar que puede ser tu hijo”. Porque sí, cada que Ceci encuentra un cuerpo, vive con la esperanza de que sea el de sus hijos.

Por ello, encontrar cuerpos no siempre es positivo. Cuenta que lo peor que puede encontrarse es un cuerpo calcinado. “Es un dolor horrible pensar que una madre se va a quedar con los brazos vacíos para siempre y pensar que puede ser tu hijo aún más”. Por ello, así como localizar da satisfacción, también es angustia, dolor y un cúmulo de sentimientos encontrados.

EXPERTA A FUERZA

Pero recordemos que la señora Flores comenzó a ciegas en este camino. No tenía idea de absolutamente nada sobre técnicas forenses o búsqueda de personas. En cambio, el largo trayecto le ha hecho tener conocimientos únicos. Por ejemplo, es capaz de identificar si los restos humanos corresponden a un hombre o una mujer: “En el cráneo la quijada de las mujeres es cuadradita del mentón, la de los hombres es picudita. También me fijo en la pelvis, ahí se puede diferenciar. Pero todo eso lo vamos aprendiendo conforme acumulamos búsquedas”, explica.

Todo lo que la mujer sonorense describe parece digno de una película de terror. Pero como ella comenta, “esto es peor que una ficción, porque aquí todo lo que vivimos es real”. Y a veces ese terror la hace sentir que no puede más.

Flores reflexiona sobre las razones por las que Dios o el destino le han negado encontrar a sus muchachos. “Quizás Dios quiere que siga buscando y apoyando a otras madres y por eso no me entrega a mis hijos”, comenta la mujer. Y es que ella tiene la certeza de que continuará con esta vida aún después de lograr su objetivo y dar con el paradero de Jesús y Marco.

“No seré como otras personas que encuentran a sus hijos y después niegan la ayuda a otras madres que lo necesitan. Eso me parece una cobardía. Pero aún no sé qué haré el día que encuentre a mis dos niños”, reflexiona sobre el futuro.

Un futuro que el día de hoy se torna gris y desesperanzador, pero que seguramente mañana tendrá en pie de lucha a las miles de Madres Buscadoras de Sonora encabezadas por su fundadora. Tal como ella describe, es el amor lo que la ha hecho ser fuerte. El saber que, si no los busca ella, nadie lo va a hacer. “La esperanza de traer a mis hijos a casa es la que me quita el miedo y me da valor”. La esperanza de volver a verlos aunque sea en forma de huesos.

La historia de Cecilia Flores es la historia de un sistema ineficiente que ha dejado en el olvido el interés por ofrecer paz a las familias que la han perdido, es la historia de miles de madres que claman por encontrar a sus hijos y exigen justicia, es la historia de un país que desde hace más de una década vive bajo la sombra del miedo y la inseguridad. Pero también es una historia de lucha, esperanza y resistencia.

@aldo_canedov



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