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Mucho riesgo, poca paga. Esto ganan los médicos por luchar contra el COVID-19
Médicos con sueldos de 7 mil pesos, especialistas que ganan 19 mil. Los doctores que hoy pelean contra la pandemia están mal pagados, tienen pocos insumos y no sienten el respaldo del sistema de salud.
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EMEEQUIS.– En México, si se es médico, se va a la guerra contra el COVID-19 con un sueldo promedio de 16 mil pesos mensuales, con falta de material de protección e insumos médicos y sin el respaldo del sistema de salud.
Un estudio sobre las remuneraciones del personal de la salud en México del Instituto Belisario Domínguez señala que, además, el salario promedio para el personal de enfermería, que también enfrenta en la primera línea al virus, es de 9 mil 909 pesos al mes.
Un análisis de los salarios del personal médico del sistema de salud pública, realizado por EMEEQUIS, muestra que ese promedio se construye de salarios desiguales, que varían entre centro hospitalario, si se estudia una especialidad al tiempo que ofrece sus servicios en el sistema de salud pública o el rango jerárquico.
LAS VARIACIONES SALARIALES
“Pasan las décadas y la armonización de los derechos del personal médico no se concreta. Tienes a los médicos internos de pregrado, que siguen siendo estudiantes; a los pasantes, que están en un limbo; a los residentes, que tienen todas las obligaciones y pocos derechos. En suma, salarios desiguales y problemas de insumos en los centros de atención para todo el personal”, detalla el abogado especialista en derecho de la salud, David Sánchez Mejía, del despacho Ceballos, Cossío y Sánchez, S.C, enfocado en riesgos legales para centros y personal médico.
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Por ejemplo, un médico general del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) gana entre 7 mil 941 pesos y 8 mil 367 pesos libres de impuestos, mientras que en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) los sueldos para estos médicos oscilan entre los 8 mil 300 y los 15 mil 900.
Al tiempo, en un Hospital de Especialidades dependiente de la Secretaría de Salud Federal, como el Hospital General Dr. Manuel Gea González, los salarios netos alcanzan los 13 mil 288 pesos para este tipo de personal.
La variación también se nota en las especialidades, según el análisis a través del portal Nómina Transparente. Por ejemplo, el Dr. Walter Querevalu, Coordinador Hospitalario de Donación del Hospital de Especialidades de Siglo XXI, dependiente del IMSS –quien en 2016 colaboró en un trasplante de corazón–, tiene un sueldo mensual de 11 mil 615 pesos netos.
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En el Gea González, las especialidades se pagan hasta en 17 mil pesos, como en el caso del neurocirujano Vladimir Figueroa; y en el ISSSTE los médicos especialistas ganan entre 8 mil y 19 mil pesos al mes, como la Dra. Doris López, alergóloga, especialista en los trastornos del sistema inmunológico.
En contraste, son los jefes de división, coordinadores y directivos quienes tienen los salarios más altos, entre 40 mil y 100 mil pesos netos al mes.
Las enfermeras también reciben bajo pago por el riesgo. Foto: Cuartoscuro.com
AÑOS DE APRENDIZAJE
Un médico tarda, en promedio, seis años en obtener su cédula como médico general. Pasa un año como interno en algún centro hospitalario y otro más como pasante haciendo su servicio social, regularmente en una zona rural.
Además, si busca especializarse, tendrá que hacer una residencia de entre tres y cinco años. Si a eso se le agrega una subespecialidad, los años suben. Un mínimo de 9 años pasan los médicos especializados como estudiantes.
Las diferencias salariales, dice Emilio Matlalcuatzi, del bufete de abogados que lleva como nombre su apellido, son, sin embargo, el segundo plano de las preocupaciones de los trabajadores de la salud.
“No es que no les parezca injusto, es que no lo ven como una limitante para seguir con su vocación, que es grande. Sin embargo, sí es un factor que agrava el panorama: hay déficit de insumos para trabajar y acoso laboral, sobre todo a los médicos en formación”, detalla.
En el contexto actual de la pandemia, se les ha visto marchar desde Tuxtla Gutiérrez, en Chiapas, hasta en Taxco, Guerrero; en la Ciudad de México y en el norte del país. La carencia de insumos y la falta de protección del sistema para con aquellos que pelean en primera línea es uno de los vacíos que continúa, pese a la compra de materiales que han hecho pública tanto Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, como el mismo subsecretario de Prevención y Promoción a la salud, Hugo López-Gatell.
SALARIOS Y ADQUISICIONES: LA MENOR CANTIDAD
En la administración de Enrique Peña Nieto, se invirtió en promedio un billón 200 mil millones de pesos anuales en estas tres instituciones de salud. La mayor cantidad de esos recursos –700 mil millones aproximadamente– tan sólo en el IMSS.
Sin embargo, los gastos reportados a la Cuenta Pública marcan que los salarios y las adquisiciones representaron la menor cantidad de gastos de estas instituciones.
Tan sólo el 7% de esos recursos correspondió a los sueldos del personal y el 11% se usó para comprar materiales y suministros que permiten brindar la atención a los derechohabientes.
En cambio, tanto en el IMSS como en el ISSSTE, casi la mitad de esos recursos se utilizó año tras año para el pago de jubilaciones y pensiones, mientras que la Secretaría de Salud usó la mayoría del dinero en el pago de subsidios y subvenciones.
El panorama no es muy diferente en la administración de Andrés Manuel López Obrador. La inversión en el sistema se elevó en su primer año de administración apenas un 6% respecto a 2018: fue el IMSS el que creció más. Sin embargo, tanto los salarios como la inversión en materiales se mantuvo baja.
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El mismo Instituto Mexicano de Competitividad señaló que el gasto público en salud es la mitad de lo que gastan los países avanzados, sólo el 3% del Producto Interno Bruto (PIB). “Si el gobierno federal realmente busca que garantizar el derecho a la salud se convierta en un sueño alcanzable, necesitan incrementar considerablemente el presupuesto para el sector”.
“A VECES NO TENEMOS NI PARACETAMOL”
Ramón, un médico urgenciólogo que pide omitir apellidos y su centro de trabajo por temor a represalias, dice que “el sistema está sobrepasado, hay muchos derechohabientes, mucha carga de trabajo y poco material para atender correctamente a todos. A veces no tenemos ni paracetamol”. Según él tiene que ver con las pocas cuotas que los derechohabientes pagan por los servicios de salud: “un trabajador paga su cuota, pero tiene a tres familiares dentro que no pagan”.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Empleo y Seguridad Social (ENESS) del INEGI, hay 102.3 millones de personas afiliadas a los servicios de salud públicos, es decir un 82.7% de la población total del país, sin embargo, apenas el 21.8% de los mexicanos realizan aportaciones a una institución de seguridad social, es decir hay más derechohabientes que ingresos económicos por aportaciones de afiliados.
La mayoría de los mexicanos están dados de alta ante el IMSS y lo que era el Seguro Popular, que dependía de la SSA. Casi 8 de cada 10 personas cuenta con estos servicios, el resto corresponden a los derechohabientes del ISSSTE, Pemex, Secretaría de la Defensa Nacional y Secretaría de Marina.
MÉDICOS EN FORMACIÓN: LOS MÁS VULNERADOS
Carlos Armando Herrera, un médico general que está en su tercer año como residente en la especialidad en psiquiatría, explica que en su caso el panorama es más grave, pues cuenta ya con una cédula profesional que lo hace sujeto de obligaciones como médico general, pero al mismo tiempo está desprotegido por el sistema, porque sigue siendo un estudiante. Los sueldos para médicos que como él realizan una residencia no superan los 13 mil pesos mensuales.
Herrera, miembro de la Asamblea Nacional de Médicos Residentes, explica que para los médicos internos de pregrado, los recién salidos de la carrera que pasan un año realizando su internado, los salarios son becas de mil 800 pesos; para los pasantes, médicos que están realizando su servicio social y que en muchas ocasiones son los médicos generales de comunidades rurales, de hasta 3 mil.
“Los recién egresados y los residentes somos el sostén del sistema de salud, pero no contamos con el respaldo: no hay un relación entre el salario y los riesgos, menos en un contexto como este. Nosotros hacemos las guardias cuando los médicos de planta no están”.
Personal médico del Hospital General de México. Foto: Cuartoscuro.
Según la Encuesta Nacional de Médicos en Formación expuestos al COVID-19 que realizó la Asamblea entre el 7 y el 14 de abril, la deficiencia de los sueldos, la falta de Equipo Personal de Protección (EPP) y la sensación de que las autoridades no se preocupan por su seguridad, son las principales vulnerabilidades que los médicos reportaron en medio de la pandemia.
Pero el problema no es nuevo, advierte, es algo que se viene arrastrando desde hace décadas, pero que se ha visto de forma más tangible en la epidemia, detalla Herrera.
Hace referencia a la Rebelión de las batas blancas de los años 60, cuando los médicos marcharon para exigir sus derechos laborales y el reconocimiento de los residentes como sujetos de derechos. Lo que se logró fue una reforma a la Ley Federal del Trabajo que obliga a las instituciones de salud a reconocerlos como trabajadores.
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Sin embargo, señala Sánchez Mejía, esto aún no es una realidad. “En estricto sentido son trabajadores, no becarios, pero las instituciones de salud no los ven así y la falta de reconocimiento de sus derechos les está doblando la vulnerabilidad en un contexto como este”, explica.
Matlalcuatzi dice que desde que comenzó la pandemia su bufete pasó de dar cinco asesorías semanales a médicos a dar seis consultas diarias. Las preocupaciones principales corresponde a los médicos residentes –que según la Secretaría de Salud son más de 26 mil en todo el país– quienes llaman preguntando si pueden negarse a dar servicios a pacientes de COVID-19, cuando su centro de trabajo no les provee del material de seguridad necesario o si son aptos para recibir el bono COVID que anunció López-Gatell.
“Tristemente la respuesta sobre el bono de apoyo es no, porque formalmente no son trabajadores. Pese a estar en primera línea dándolo todo, el mismo sistema no los contempla”.
Las marchas y las manifestaciones que han surgido en este contexto, detalla Sánchez Mejía, son un sensor de la precariedad con la que personal médico ha trabajado durante décadas y no van a parar aún terminando la pandemia. “Los médicos ya están exigiendo sus derechos, habrá que ver si hay una respuesta positiva para su reconocimiento, para mejorar sus realidades”.
@AleCrail