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¡Lo lograron! Hicieron enojar al Doctor López-Gatell
Todo se acaba, hasta la paciencia budista del vocero de la pandemia. Después de meses de conferencias y provocaciones, sus respuestas ya no son tan cuidadosas. Lo necesitamos tranquilo, “lejos de las pandillas que se atizan en el callejón”. Artículo de TÉMORIS GRECKO.
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EMEEQUIS.– La paciencia de Hugo López-Gatell parecía infinita. Su disposición a repetir, volver a repetir y volver a repetir otra vez de nuevo lo ya bien explicado le había ganado un lugar entre los santos del budismo; su cortesía ante la estulticia y la venalidad le proveía el candor táctico de una geisha; y su capacidad para evadir golpes con una sonrisa semejaba los mejores bailes de Mohammed Ali.
Recuérdese, como ejemplo, que cuando el suspirante presidencial y gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, casi lo acusó de traición a la patria, el epidemiólogo en jefe le mandó saludos y comentó que “estoy seguro que él quiere hacer bien por su estado y qué bueno que esté dedicado a su trabajo”.
Pero eso fue el 2 de abril. Después de casi dos meses en que todos y cada uno de estos días, incluidos sábados y domingos, ha ofrecido al menos una conferencia de prensa de una hora, y con frecuencia dos al participar en numerosas mañaneras de López Obrador, que se prolongan por hasta tres horas; y de actuar en el doble papel de parapeto presidencial y blanco favorito de dardos, torpedos y misiles contra el jefe del Estado, se observa ya el impacto debilitante en su ánimo y resistencia.
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Es lo que esperan los adversarios de AMLO: si López-Gatell ha sabido darle un rostro de eficacia, confianza y cordialidad a la estrategia sanitaria del gobierno contra la pandemia, quienes han apostado sin pausa a descarrilarla –muera quien muera– para golpear al gobierno saben que él es la primera figura a derribar, interpuesta entre ellos y el presidente, y que no podrán conseguir lastimarla si él no baja al callejón: mientras permanezca allá arriba, en las alturas de la ciencia médica, con el foco puesto en salvar vidas sin destruir la economía, el doctor subsecretario está fuera de su alcance y los ataques en su contra no son tomados más que como diatribas de los mismos políticos bravucones de siempre.
EL SUBSE FLAQUEA
Ellos saben que la exposición pública –y la de López-Gatell ha sido sumamente intensa– provoca desgaste, no sólo de imagen, también emocional; y que el médico está sometido a enormes presiones de la opinión pública y por tener que tomar decisiones con consecuencias masivas de vida o muerte; y además, que aunque parezca que ojos que no ven, corazón que no siente, el subsecretario necesariamente está al tanto de lo que se dice de él, incluyendo las invectivas más venenosas, y poco a poco van haciendo efecto.
Han estado esperando que empiece a mostrar erosiones en su carácter y determinación. Y ya los van viendo. La fracción parlamentaria del PAN no ha esperado ni a disimular para buscarle provecho al asunto.
Se empezó a ver en respuestas algo menos cuidadosas con la prensa, en recordatorios de que eso ya se había preguntado y respondido, en evasivas no tan discretas.
Después vino la ofensiva de los exsecretarios de Salud de gobiernos pasados, encabezada por José Narro Robles, un burócrata y político con títulos médicos al que López-Gatell le aceptó el dime y direte, señalando que México hubiera estado mejor preparado para enfrentar la epidemia si no fuera porque “307 hospitales quedaron abandonados, ahorita me acordé del Dr. Narro; 307 hospitales quedaron abandonados en la administración anterior”.
López-Gatell mostró que también tenía munición y que estaba dispuesto a salir de su personaje impoluto para utilizarla.
Esto fue el 6 de mayo.
EL TRASPIÉ DIGITAL
Tres semanas después, se produjo el rifirrafe: el día 27, el subsecretario hizo una comparecencia virtual frente a casi 60 senadores, entre los que había varios con ganas de aprovechar la oportunidad de atacarlo directamente, en directo ante todo el público que quiso verlo por internet: con ganchos al hígado, en caliente, parecía el momento ideal para que cayera en la provocación.
Y cayó.
Dante Delgado, un exgobernador de Veracruz que pasó 15 meses en la cárcel de 1997 a 1998 bajo cargos de enriquecimiento ilícito, y que creó un partido sin ideología –hoy llamado Movimiento Ciudadano– como vehículo de acceso a cargos y recursos, refirió presuntas contradicciones de López-Gatell para repetir una fórmula simple de “¿fue error o mintió?”, lo que, en su mente, obligaría al subsecretario a admitir una u otra falta, y le exigió la prolongación del confinamiento.
Entre otros intentos de hacerlo tropezar, además, estuvo el de una senadora del PAN de la que pocos habían escuchado fuera de su natal Guanajuato, Alejandra Reynoso, que lo acusó de sostener una “mentira tan grande” que “es difícil que cuadre en todas sus vertientes”.
A Delgado, López-Gatell le recordó que es muy cómodo demandar más encierro en casa cuando se tienen las cosas resueltas: “Desafortunadamente, señor senador, no todos tienen el privilegio que tiene usted, que tengo yo, que tenemos los aquí presentes, de tener un salario fijo”.
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Hubo júbilo en redes sociales. El médico le había “puesto una arrastrada al político”.
Los tuiteros no observaron, en cambio, otro momento que los panistas no han dejado de aprovechar.
Sin dar respuesta al cuestionamiento de la senadora Reynoso, recurrió a dar una arrogante explicación de fisiología humana para niños que hizo sentir que estaba a punto de tratarla como a una disminuida mental, aunque corrigió el rumbo para precisar que acaso ella “por alguna razón voluntaria o involuntaria prefiere no poner atención a ciertos elementos”, lo que “quizá la priva de expresar otras funciones” como el razonamiento, el pensamiento y la conciencia.
Los panistas poco se ocuparon de simular indignación. Más bien se mostraron entusiasmados porque, ahora sí, tenían material para exhibir al Doctor López-Gatell como un político de callejón cualquiera, otro hombre típico que representa sabiduría y tolerancia cuando sólo es un machito corriente. “¡Misoginia!”, clamaron al anunciar una próxima denuncia por violencia de género, sin sonrojarse porque durante décadas se han opuesto a los temas de género. La conductora Adela Micha invitó a Reynoso a su programa, en el que dijo haberse sentido violentada y discriminada. Carlos Marín replicó la ofensiva en una columna que tituló “La otra cara de herr Gatell” y cerró con un “¿heil, heil, heil?” (en alemán, no se usa signo de interrogación en la apertura, pero eso Marín no lo sabe) para comparar al médico nada menos que con Hitler.
Y así siguen.
VOLVER A LAS ALTURAS
Independientemente de que, en mi opinión, López-Gatell exhibió su peor lado en la respuesta a Reynoso (y todos tenemos uno), los lopezobradoristas que celebran que el subsecretario haya devuelto los golpes con dureza deben preguntarse si esto es lo mejor para el presidente. AMLO no necesita a nadie para defenderse pero sí a alguien con credibilidad más allá de la parroquia de sus fieles para representar su delicada estrategia contra la pandemia. Bajar al callejón a combatir con los golpeadores como si fuera uno más de ellos es una imagen tóxica.
Igualmente, el conjunto de la ciudadanía necesita de un liderazgo científico intocado por la política, sin contaminación por este ambiente polarizado en el que las razones y los hechos son secundarios ante las filias y fobias más elementales, y que hace falta superar para obtener respuestas unitarias y sensatas de la sociedad.
El Dr. López-Gatell que flota por encima de los políticos, en los aires de la práctica científica, logró en marzo y abril convencer a una mayoría de personas de que se había escogido la ruta más conveniente y de que todos debíamos seguirla.
Pero estamos todavía lejos del fin de la epidemia, la sociedad muestra signos de cansancio y de duda, una parte quiere creer que ya pasó el problema y nos urge persuadirla de que no es así, de que la amenaza persiste y aflojar ahora puede echar a la basura todo el esfuerzo que ya hemos realizado.
Un doctor rijoso, que se faja con otros políticos peleoneros, no será la figura de autoridad que necesitamos para esto. Y no es buena idea cambiar de caballo a mitad del camino.
Yo no estoy en los zapatos del Dr. López-Gatell (¡por fortuna!). Es normal, muy comprensible, que se canse de escuchar tonterías y recibir ataques justo cuando necesitamos inteligencia y solidaridad. Y no pretendo tener tanta paciencia como él.
Pero espero que él pueda renovar la suya. Que alguien le hable con franqueza. Que entienda que lo seguimos necesitando mucho: tranquilo, ecuánime y muy lejos, muy arriba de las pandillas que se atizan en el callejón.
@temoris